Mari Tampoco supe qué decir al principio. Me quedé unos segundos inmóvil, con Ana apoyada en mi brazo, mientras observaba cómo el gesto de William se transformaba al ver el cabestrillo improvisado en el brazo de su madre. —¿Qué ha pasado? —preguntó, con un tono ya preocupado, dando un paso hacia nosotras. —Un accidente —respondí—. Un chico en patinete eléctrico se saltó el paso de peatones y… bueno, tu madre cayó. Se torció la muñeca. No es grave, pero le dolía bastante. Ahora solo necesita reposo. —No quise preocupar a nadie —añadió Ana enseguida, en tono tranquilizador—. Esta muchacha me ayudó. Me llevó al centro de salud. Es un sol. William me miró, incrédulo, como si necesitara unos segundos para procesar que aquella "muchacha" de la que hablaba su madre con tanto afecto era yo. L

