William Nikita Stoski llegó puntual. Bien vestido, barba recortada, abrigo caro. Todo en su imagen gritaba control, como si se hubiera preparado no solo para declarar, sino para resistir. Había algo en su postura que me recordaba a ciertos testigos que no tienen nada que ocultar… o que saben exactamente cómo parecer correctos y no levantar sospechas. Le ofrecí asiento. Él lo tomó sin vacilar. Sin cruzarse de brazos, sin esquivar la mirada. Una buena señal. O una estrategia aún mejor. —Gracias por venir —dije, marcando un tono neutral—. En primer lugar, quiero recordarle que no está acusado de nada. Solo queremos aclarar algunos detalles sobre su socio, Ángel Valverde. —Por supuesto —respondió con cortesía—. Haré todo lo que esté en mi mano para ayudarles a encontrar al asesino. Abrí

