Tres cortos meses de vida para él, tres largos meses de agonía para mí, ¡Sus hijos, por Dios!
No puede evitar llorar creando una cascada de lágrimas en mis mejillas. Emerson solo me pedía que me calmara mientras se mantenía tranquilo. Ni con semejante noticia perdía su serenidad y autoridad, pero seguramente él ya se había lamentado lo suficiente y a ese tiempo lo tenía asimilado por completo. Sin importar que yo me alejé, él siempre me buscó, incluso cuando quise alejarlo para evitar todo lo que tuviera que ver con los Harper. Aun en mi momento de asimilación, recordaba los momentos que viví con Emerson, cuando hace dos años asistió a mi primera exposición en Madrid, no me lo esperaba, pero él estuvo ahí. Si tan solo lo hubiese frecuentado los últimos nueve meses; ahora solo esperaba que él pudiera estar feliz, compartir con sus hijos y hacer realidad sus últimos deseos.
—Come, Enngel —me pidió cuando ya la comida estaba en nuestra mesa. Mis lágrimas seguían bajando por mis mejillas.
—Ya no tengo apetito, ¿cómo podría comer después de semejante noticia? Creo que ni siquiera podré dormir bien esta noche. —Lloré.
—Me alegra ver que me estimas tanto, pero no me gusta que llores por mí.
—Has sido como un padre para mí, Emerson.
—Eso es porque eres una Harper. Me gustas más como nuera, pero te quiero más como hija, pequeña Enngel.
Al calmarme un poco, comí ante la insistencia de Emerson, que no perdía la compostura en ningún instante. Otro rato después, Emerson volvió a hablar tras un triste momento de silencio en el que seguí pensando en su situación. No me quiso decir que tipo de enfermedad tenía porque, según él, eso podría aumentar peso a mi dolor. Se veía bien a simple vista, había tosido muchas veces y más cuando trataba de reírse, pero no parecía alguien que pronto moriría.
—Escúchame, Enngel — pidió —. Quiero que aceptes la parte de la herencia que puse a tu nombre, será algo generoso para ti, más no para mí, porque siento que mereces más. No quiero ponerte en un conflicto con mis hijos, no descansaré en paz si dejo una batalla en la casa. Mi única condición, pequeña, es que te presentes y lleguemos a un acuerdo cuando nos reunamos con todos. Tengo algunos deseos que quiero cumplir y hacer esto contribuye a realizarlos.
—No quisiera quedarme en la mansión, Emerson —expuse incómoda.
—Podemos negociarlo, pero al menos ven, porque solo así te presentaré las condiciones para que obtengas tu herencia. No te arrepentirás. Sé que no quieres ver a Ediel, pero tú eres una Harper y a nosotros nadie nos derriba dos veces.
—Lo haré. Pero no quiero pelearme por dinero, si no estoy de acuerdo con tus exigencias, no accederé.
—No lo estarás, pero creo que al menos lo vas a considerar debido al único proyecto por el que tu mamá luchó tanto en su vida, algo que hizo pensado en ti y creo deberías conservar.
—El hotel… —dije descendiendo el volumen de mi voz. Emerson asintió —. Pero dejó de ser de mamá para pasar solo a la familia Harper, es más, creo que nunca fue suyo.
—Pertenece a los Harper, por lo tanto, te incluye. — Una leve tos interrumpió sus últimas palabras, pero mantenía su semblante calmado —. La cena será pasado mañana, pasaré por ti al hotel. Supongo que no te sentirás cómoda al llegar sola a la casa.
—Emerson, al menos dime que es lo que tienes.
—No quiero que ocupes la mente en eso, habrá cosas más importantes en las cuales pensar. —Se puso de pie
—¿Qué puede ser más relevante que tu salud? —pregunté indignada, a la vez que me ponía de pie.
—Yo ya no tengo solución, lo que habláremos pasado mañana sí. Sin objeciones, Enngel, y sepárame la hora del almuerzo que te quiero dar algo antes de la cena.
Emerson se acercó a mí y me envolvió en un abrazo acogedor, no puede evitar sentir una pulsada de dolor al pensar que sus abrazos ya no los volvería a tener. Salimos del restaurante y él me llevó de regreso al hotel. Se despidió de mí y me entregó las llaves del coche que había conducido tras nosotros en el camino, quise devolvérselas, pero este me dijo que me prestaba el coche para que no tuviera que andar en taxi.
Él se fue. No quise regresar a mi habitación, así que opté por salir a visitar un lugar que sin duda había extrañado mucho, también quería terminar de asimilar la enfermedad de mi querido Emer; mi reencuentro con el resto de los Harper también ocupaba mi mente.
Después de unos veinte minutos, llegué a la casa de campo de la familia Harper, fui porque sabía que ninguno de los tres hijos solía visitarla, a menos que Emerson les obligara a pasar un fin de semana en familia.
La casa estaba rodeada por muchos árboles a los lados, la parte trasera tenía un establo donde había caballos que el señor Harper compró para cada uno de sus hijos, incluyéndome. Tristemente, mi hermoso Rechie murió porque comió veneno, un caso sin resolver en la familia, pero como los hermanos no iban a la casa, yo montaba en los demás. En realidad en el de Aslie, porque ella se fue del país con sus abuelos maternos a la edad de ocho años y volvió justo cuando me divorciaba de su hermano.
Solo me acerqué por el alrededor de la casa, hasta que miré el establo de lejos, se veía uno que otro de los trabajadores que siempre cuidaban la propiedad. En el camino me puse unos lentes negros, por si me encontraba con alguien que me pudiera reconocer. Me quité los lentes. Caminé recordando los momentos en aquel lugar y me paré justo en un naranjo, en el que solía jugar con Ediel cuando éramos amigos en la adolescencia.
Unos ladridos llamaron mi atención, cuando giré emocionada por mi suposición, me encontré con Capuchino, un hermoso pastor Alemán que tenía gran parte de su pelaje n***o y en las patas se le notaba el poco marrón que tenía. Lo acaricié cuando estuvo junto a mí, pareciera que él no me había olvidado y que le alegraba verme. Empezó a ladrar llamando la atención de quienes estaban junto a la cerca del establo. Eran dos hombres y supuse que eran trabajadores porque llevaban ropa muy casual, uno de gorra y el otro un sombrero, que a pesar de la distancia se notaba que era de paja.
Acaricié a Capuchino por última vez para irme, no quería que algún Harper apareciera y me viera antes de la cena. Aunque tendría que estar muy cerca para reconocerme, no es que hubiera cambiado mucho en los últimos años, pero ahora llevaba mi pelo castaño, laceo y largo, en el pasado solía cortármelo hasta los hombros y me lo rizaba cada que podía.
《Extrañé este lugar》 sonreí entrando al coche.
Llegué a la habitación de hotel que compartía con Osle, era una suite, por lo tanto, tenía el aspecto de un cómodo apartamento: suficiente para las dos. Entré con pollo picante para cenar, a ella le gustaba y a mí me encantaba. Para mi sorpresa, estaba tirada en el sofá blanco escuchando música con mis audífonos. Pasé por su lado y en cuanto me vio se sentó quintándose los auriculares para preguntarme dónde estaba, cuando le mostré las cajas de pollo sonrió ampliamente y se sentó en el piso haciéndome la invitación a imitarla, pero antes, me acerqué al frigorífico para buscar sodas.
—Me sorprende que estés temprano aquí —reconocí.
—No hablemos de mí. Cuéntame qué paso con el abuelo anciano. —Se mostró impaciente —, estoy preocupada por eso de los juegos extremos, tanto que solo aceptaré montarme en la sesión infantil.
Me senté frente a ella mientras me carcajeaba por su comentario.
—Supongo que debo elegir mi atuendo para la salida, solo espero me ayude para no caer en el estrés —comenté mientras abría mi soda. Osle me bañó con la suya, pues se sorprendió por lo que yo había dicho —.¡Osle Peterson! —le regañe bañada en soda.
—¡Lo siento, Enn! Me has sorprendido —se disculpó con una sonrisa y una mirada de pena. Estaba feliz por tener la razón y avergonzada por escupir su soda en mí.
—Para ser sincera, también me sorprende que hayas casi acertado en la teoría de la herencia. —Me limpié con el pañuelo que Osle me pasó.
—¿Casi? —Abrió una caja de pollo.
—Tiene condiciones — expliqué, ella pronunció su típico “lógico” —. ¿Por qué lo piensas?
—Cuando me comentaste las cláusulas bajo las que te casaste, y agregando el amor que el abuelo anciano te tiene, supuse que no te dejaría por fuera de su testamento, aunque te hubieras divorciado antes del tiempo acordado, es lógico que haya reglas, ya no eres una Harper legalmente.
—No lo sé, Emerson, hoy me hizo suponer tantas cosas que me dejó la cabeza hecha un enredo. —Tomé las alitas de pollo.
—Solo falta que te diga que vayas a vivir con su hijo y se casen de nuevo…
—No estás tan equivocada —dije, Osle detuvo la alita que se acercaba a la boca —. Solo en la parte que debo volver a su casa, aunque dijo que es negociable. Organicemos la salida para después de la cena con la familia Harper
—¿Tendrás que emborracharte después de ver a tu ex? ¿Por qué será? —habló insinuado algo más.
—No es por Ediel, ya no me importa, pero tampoco es que vaya a ser muy grato verlo considerando lo arrogante y mandón que es.
—Agrégale guapo. —Se encogió de hombros —. Eso lo dicen las fotos. ¿Cómo has podido superar ese hombre?
—Qué te puedo decir, su traición fue un gran motivo.
Osle, hizo una carcajada a la vez que tomaba otra alita.
—¿Podría despertar algo en ti cuando se vuelvan a ver? —preguntó.
—No creo que Ediel haya cambiado, me dijo que no lo haría, incluso si le suplicaba, ¿soy tan masoquista para despertar sentimientos por él? —dije para después suspirar.
—Si dices que tus sentimientos están dormidos significa que sigue ahí —bromeó ella.
—¡No! No quiero hablar de Ediel, ojalá lo tengan tan entretenido que no me note.
—¿Piensas quedarte sola toda la vida?
Me recosté en el piso y le di un mordisco a mi comida.
—Quedé de hablar con Oliver —confesé mirando el techo.
Osle se acercó más a mí y me pegó en la frente con dos dedos, me quejé sobándome el lugar afectado. Tenía esa manía cuando, según ella, yo decía algo que no debía
—No sabes lo que pasara con tu exesposo después de la cena —dijo
—Solo veré a Ediel por Emerson. Por lo que él quiere darme, lo que según me pertenece.
Osle se tiró a mi lado y también miró hacia el techo.
—¿Pasó algo más, verdad? —preguntó con compasión
—Emerson…
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Hola. Pronto conoceremos al señor oscuro: Ediel. Continuemos…