Capítulo 1-2

1971 Palabras
Parpadeando, miré a mí alrededor, tratando de recobrar la orientación. Dios, mi v****a se contraía con deseo y mi respiración estaba entrecortada. Estaba desnuda, solo me cubría una clase de bata de hospital, y estaba esposada a una mesa de revisión que se asemejaba mucho más a un sillón de dentista que a una camilla de hospital. El aire entraba y salía de mis pulmones, escapando como jadeos, a la vez que intentaba tranquilizar los rápidos latidos de mi corazón. Mi clítoris, hinchado, palpitaba. Quería tocarlo con mis dedos, terminar lo que los hombres habían empezado; pero eso era imposible. Atada, todo lo que podía hacer era cerrar mis puños. Iba a tener un orgasmo justo aquí, en esta maldita silla, atada y desnuda, como si hubiese enloquecido. Yo trabajaba como una agente de inteligencia desde hacía cinco años. Me habían asignado esta misión porque mi país confiaba en mis capacidades para mantener todo bajo control, para hacer lo que se necesitaba hacer en el espacio. No me habían asignado esto para derrumbarme y rogarle al primer alienígena que encontrase, cuyo pene me calentara tanto que incluso olvidara mi propio nombre, que me permitiera alcanzar el clímax. Reconocí los signos y supe que había palidecido al pensar en tener no solo un macho alfa, dominante y autoritario haciendo que mi v****a sollozara, haciendo que rogara. ¿Tener un solo amante? ¿O una pizca de normalidad? No. Yo no. Tenía que hacer las cosas interesantes e imaginar que dos hombres me follaban al mismo tiempo. Dios mío, mi madre estaría revolcándose en su tumba ahora mismo. —¿Señorita Bryant? Era esa voz de nuevo. —Sí —resignada, giré la cabeza para encontrarme con un grupo de siete mujeres observándome con clara curiosidad. Todas usaban uniformes grises con una extraña insignia vino tinto sobre el pecho izquierdo. Había visto muchas veces ese símbolo durante los dos últimos meses; era el símbolo de la Coalición Interestelar, lo que indicaba que estas mujeres eran empleadas del Centro de Procesamiento de Novias Interestelares, o guardianas, como eran llamadas; como si firmar un contrato con la Coalición fuese una condena. Las mujeres eran un grupo representativo de razas: negra, blanca, asiática, hispánica. Representaban todas las razas de la Tierra. Perfectísimo. La mujer pálida de cabello castaño oscuro y simpáticos ojos grises era quien me había hablado. Sabía su nombre, pero ella no sabía que yo lo sabía. Sabía muchas cosas que no se suponía que debería saber. Relamí mis labios y tragué en seco. —Estoy despierta. Mi voz sonaba ronca, como si hubiese estado gritando. Cielos. ¿Realmente había gritado cuando me corrí? ¿Había rogado y gemido frente a estas mujeres como testigos? —Excelente. La Guardiana parecía tener cerca de treinta años, quizás era uno o dos años menor que yo. —Mi nombre es Egara. Estoy a cargo del Programa de Novias Interestelares aquí en la Tierra. El programa indica que se ha encontrado una pareja compatible para usted, pero puesto que es la primera novia voluntaria que ha sido emparejada utilizando los protocolos de Novias Interestelares, tendremos que hacerle algunas preguntas adicionales. —Está bien —respiré hondo y exhalé. El deseo que sentía se estaba desvaneciendo lentamente, y el sudor sobre mi piel había desaparecido. Se me puso la piel de gallina, pues estaba en una habitación fría, con un aire acondicionado que intentaba mantener a raya el calor agosteño de Miami. La rígida silla se sentía pegajosa y la bata, áspera al tacto de mi piel sensible. Recostando mi cabeza, esperé. Según los alienígenas que prometían “proteger” la Tierra de una presunta amenaza conocida como el Enjambre, estas humanas que estaban de pie frente a mí habían sido emparejadas a guerreros alienígenas en el pasado, y ahora se habían convertido en viudas que se ofrecieron voluntariamente a servir a la Coalición desde la Tierra. Ah, y había más de doscientas sesenta razas de alienígenas luchando en el ejército de la Coalición, pero se alegaba que solo una fracción de ellos era compatible para unirse a los humanos. Resultaba extraño. ¿Y cómo lo sabían, si un humano jamás había sido enviado al espacio anteriormente? Las naves de la Coalición habían aparecido hacía un par de meses; un miércoles 4 de junio, a las 6:53 pm, hora del Este. Sí, recuerdo la fecha con mucha exactitud; no era posible olvidar el momento en el que me enteré de que había vida “allí afuera”. Estaba en el gimnasio, haciendo ejercicio en la caminadora; habían transcurrido treinta y tres minutos de los noventa que duraba mi sesión de ejercicio, cuando las pantallas de los televisores sobre las paredes enloquecieron. En cada canal se veían naves alienígenas, alienígenas aterrizando en cada rincón del mundo, guerreros de piel amarilla, increíblemente grandes, de dos metros, con armaduras de camuflaje color n***o, saliendo de su pequeño transbordador como si ya les perteneciéramos. En fin. Podían hablar nuestros idiomas y afirmaban haber ganado una batalla en nuestro sistema solar. Una vez que tuvieron un equipo televisivo en las narices, exigieron tener una asamblea con todos los líderes mundiales más importantes. A los pocos días, en aquella asamblea en París, los alienígenas se habían negado a reconocer la soberanía de ningún país, y exigieron que la Tierra eligiese a un líder supremo, a un “Prime”, como le llamaban. A un representante del mundo entero. Los países eran irrelevantes. ¿Nuestras leyes? Irrelevantes, también. Ahora éramos parte de su Coalición, y debíamos seguir sus leyes. La asamblea había sido transmitida en vivo en todo el mundo, en todos los idiomas principales, no a través de nuestras estaciones televisivas en la Tierra, sino a través de nuestras redes satelitales, las cuales estaban bajo su control. ¿Líderes enojados y aterrorizados, en vivo, en cada país del mundo? Dejémoslo en que la asamblea no había salido bien. Me hervía la sangre a medida que observaba. Estallaron disturbios. Las personas estaban atemorizadas. El Presidente había dado aviso a la Guardia Nacional, y cada una de las fuerzas de la policía y el departamento de bomberos del país habían estado trabajando horas extra sin descanso durante dos semanas. Este fue todo el tiempo que necesitaron las personas para darse cuenta de que los alienígenas no pretendían destruirnos para tomar todo lo que quisieran. Pero entonces… Esto sucedió. Novias. Soldados. Dijeron que no querían nuestro planeta, afirmaron estar protegiéndonos; pero querían a nuestros soldados para que lucharan en su guerra, y a mujeres humanas emparejadas con sus guerreros. Y yo era la persona demente que se había ofrecido voluntariamente para ser el primer sacrificio humano. ¿Sexo con alienígenas gigantes y amarillos? Porque eso era exactamente lo que hacían las novias: tener sexo con su compañero. Claro, lo que tenían no era un esposo, sino un compañero. Pues, marchando. Aquel pensamiento sarcástico hizo que un escalofrío recorriese mi cuerpo, y sacudí mi cabeza para evitarlo. Estaba en una misión, en un trabajo crítico. La sola idea de follar con alguno de aquellos enormes guerreros con pechos macizos, piel dorada, y expresión dominante no debería emocionarme. No sabía quién me tocaría, pero juzgando por las imágenes de la televisión, todos eran colosales. Todos eran dominantes. Sin embargo, sí que me excitó, y esperaba, por lo menos, conseguir algo de placer en esta misión. Si no, lo soportaría. Pero si tuviera la oportunidad de cabalgar uno de sus inmensos p***s y llegar a un alucinante orgasmo de vez en cuando, ¿Tan malo sería? Lo consideraría como un privilegio propio del trabajo. Estaba abandonando mi vida, mi hogar, mi propio planeta por los próximos años. Un par de orgasmos decentes es lo menos que podría obtener. ¿Cierto? Había servido a mi país durante años, y confiaba en mis habilidades para manejar cualquier situación, para adaptarme a cualquier cosa. Era una sobreviviente, y, además, no me había tragado su historia. Mis superiores en la agencia tampoco les habían creído. ¿Dónde estaban las pruebas? ¿Dónde estaban estas terribles criaturas conocidas como el Enjambre? Los capitanes de la Coalición mostraron a los líderes vídeos que cualquier chico de secundaria podría haber creado. Nadie en la Tierra había visto a ningún soldado del Enjambre en carne y hueso, y la Coalición se negaba en rotundo a darnos las armas y tecnología que necesitábamos para defendernos de una amenaza mortal tal como lo era aquella. ¿Yo? Yo siempre había sido escéptica y extremadamente pragmática. Si era necesario hacer algo para proteger mi país, entonces lo hacía. En el pasado había estado preocupada por los problemas comunes: terrorismo, calentamiento global, traficantes de armas, tráfico de drogas, hackers internacionales tratando de apropiarse de nuestra energía o sistemas bancarios. ¿Y ahora? Alienígenas. Aún no podía asimilarlo completamente, a pesar del hecho de que había visto horas de vídeos y entrevistas de los capitanes dorados, que venían de un planeta llamado Prillon Prime. Dos metros de sensualidad sobre dos pies. Así que… Solo una. Había visto una sola r**a de alienígenas de las miles que supuestamente había. Incluso, las personas que trabajaban en su centro de procesamiento, estas Guardianas, eran humanas a las que probablemente les habían lavado el cerebro. En lo que respecta a su primer contacto, los guerreros de Prillon no estaban siendo muy convincentes. Uno se imaginaría que tendrían preparada una mejor estrategia de propaganda. Esto, o les importaba un bledo lo que pensáramos, pues estaban, efectivamente, diciendo la verdad, y una r**a de alienígenas agresivos y viles, como los Borg de Star Trek, estaba esperando su oportunidad para destruir toda la vida sobre la faz de la Tierra. Me decantaba por la teoría número uno, pero no podíamos descartar la posibilidad de la teoría número dos. La Tierra no quería ser asimilada. ¿Mi trabajo? Descubrir la verdad. Y la única manera de hacer esto era que alguien fuese al espacio. Aún no estaban transportando a los soldados, así que, por suerte para mí, tomaría el otro camino. El Programa de Novias Interestelares. Así no era como me imaginaba mi gran día. No, quería lo típico: un vestido blanco ridículamente costoso, flores, música sentimental tocada con arpas, y un montón de familiares sentados en los bancos, por los que estaría pagando una fortuna en comida, y que, probablemente, no habría visto en una década. Hablando de bodas, ¿cómo demonios habían sido emparejadas a alienígenas estas mujeres si, hacía solo un par de meses, la humanidad siquiera sabía que ellos existían? —¿Cómo se siente? —preguntó la guardiana Egara, y caí en cuenta de que, probablemente, había estado mirando al horizonte por algunos minutos mientras mis pensamientos corrían uno tras del otro en círculos dentro de mi cabeza. —¿Cómo me siento? —repetí. ¿En serio? Me tomé un momento para pasar revista a mi cuerpo. Mi v****a estaba empapada, y la bata que estaba arrugada debajo de mí, totalmente mojada. Mi clítoris palpitaba al ritmo de mi pulso, y justo había tenido dos de los más increíbles orgasmos de toda mi vida. Era un buen día para ser una espía. —Como ya lo sabe, es la primera mujer humana en ofrecerse voluntariamente para participar en el Programa de Novias Interestelares, así que tenemos curiosidad en relación con la manera en la que experimentó el procesamiento. — ¿Soy vuestro conejillo de indias? Todas sonrieron, pero al parecer, solo la guardiana Egara había sido seleccionada para hablar. —De cierto modo, sí. Díganos cómo se siente luego del control, por favor. —Me siento bien. Mi mirada hurgó cada una de sus serias expresiones, pero la mujer con el cabello oscuro, la que me había despertado de mi sueño, se aclaró la garganta. —Durante la, uh, simulación… Ah, así que es así como le llaman. —… ¿Experimentó el sueño en tercera persona? ¿O se sintió como si estuviese allí realmente? Lancé un suspiro. ¿Qué otra cosa podía hacer? Se sintió como si acabara de tener sexo alucinante con dos inmensos guerreros alienígenas… Y me había encantado. —Estaba allí. Todo me estaba sucediendo a mí. —Es decir, ¿sintió que era la novia? ¿Qué su compañero la estaba reclamando? ¿Reclamándome? Lo que sucedió fue mucho más que una simple reclamación. Fue… Guau.
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