Capítulo ochenta:Primer baile, primer deseo, primera huida

2902 Palabras

Enguerrand Delacroix no era un hombre que pasara desapercibido. No a su edad. Mucho menos con su historia. Su sola presencia bastaba para que las conversaciones descendieran de tono y las mujeres —especialmente las casadas— se alisaran las faldas como si ocultaran algo. Fue conde, fue amante, fue escándalo. Pero sobre todo, fue libre. Había enviudado a los treinta y dos, y jamás volvió a casarse. No por falta de pretendientes. Algunas lo deseaban por su nombre, otras por su fortuna, y unas pocas —las más peligrosas— por el deseo de vencerlo. Pero Enguerrand no se dejaba atrapar. Prefería recorrer Europa, seducir viudas jóvenes, escandalizar con la duquesa de Valmont cuando aún compartían noches de vino y palabras envenenadas. Ahora, él vivía en Italia, o al menos eso decían. Que tenía

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