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1787 Palabras

La habitación estaba en penumbra, iluminada solo por la suave luz de una lámpara en la mesita de noche. Gavin Lancaster estaba de pie junto a la cama de su hijo menor, observándolo con una mezcla de preocupación y frustración. Zane dormía profundamente, su respiración era casi inaudible y su piel pálida parecía aún más translúcida bajo la tenue iluminación. Era imposible ignorar lo frágil que se veía, con las ojeras oscuras marcando su rostro y el delgado cuerpo que parecía más vulnerable con cada día que pasaba. Gavin se pasó una mano por el cabello, sintiendo el peso de la preocupación apretarle el pecho. Su hijo, el pequeño que siempre había luchado por demostrar fortaleza, ahora parecía roto, casi irreconocible. Gavin cerró los ojos por un momento, intentando apartar las imágenes de Z

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