Supongo que me enamoré como lo pudo haber hecho cualquiera. Ella era brillante, extrovertida y valiente como nadie. Se robó mi aliento desde que la conocí y era inevitable morir cada que le veía.
Supongo que fue mi error creer que las diferencias nos hacían fuerte; éramos polos tan opuestos como el frío y el calor, dulce y amargo.
Vivía la vida como si no hubiese un mañana y se preocupaba con frecuencia por miedo a dejar de ser libre. Por mi parte, yo solo prefería estar en casa con un par de películas y buena compañía.
Desde un principio supe que nuestros mundos chocaban y nunca fue un impedimento. Debí hacer caso a las señales de que tarde o temprano, lo que hoy nos hacía fuerte, más tarde nos dividiría.
No contaba con el hecho de que 10 años más tarde, aquella mujer que había conocido en una fiesta; siguiera siendo tan sonriente y tan libre. Supongo que mi mayor error en el pasado fue creer que lo correcto era cortar sus alas.
Intenté ir a su ritmo un par de veces, moldeé muchas cosas de mi forma de ser para verle feliz, así como ella cambió muchas cosas de ella para intentar encajar como piezas de rompecabezas.
El mundo nos decía de una u otra manera que el destino no nos quería juntos y que pagaríamos las consecuencias de ir en su contra. Pero era joven y torpe, me había enamorado de una chica que era preciosa y que cualquiera sería afortunado de tener. Fue así como esquivé todas las señales y me aferré a ella con fuerza.
Y es que era inevitable no perderme cada día en ella. Su aroma era dulce para mí ser, mi mirada viajaba siempre por su piernas y mis manos temblaban para poder contenerse.
Fue así como cita tras cita, me fui enamorando de ella. Y en el camino, logré que ella se enamorara de mi.
Estoy seguro que también contaría su propia versión de los hechos; con menos amor, con menos pasión.
Entendí que el amor solo funciona cuando ambos lo sienten y no cuando se fuerza de manera indebida.
Te lleva tiempo entender el porqué de las cosas; así como también te toma tiempo curar heridas del pasado y dejar de preguntarte una y mil veces, ¿por qué? ¿Por qué así? ¿Fue mi culpa?
Porque realmente no había un culpable entre los dos; el único error que habíamos cometido en el pasado. había sido no desistir cuando el mundo nos ponía de mil maneras que no era nuestro destino seguir juntos.
Ella era de piernas largas y linda sonrisa. Su cabello largo y n***o que corría por su espalda e iba a la perfección con sus grandes ojos.
No sabía cuál había sido mi parte favorita de todo su ser, pero sabía que me había perdido más de una vez en todo su cuerpo.
La conocí un día cualquiera. Las clases habían terminado y todos los chicos se reunían para hacer una fiesta en casa. Yo había ido ese día, al igual que ella.
El destino nos puso en una misma habitación y nos dejó en manos hacer el resto.
FLASHBACK
Había llegado y quería marcharme, luego de un intento por pasarla bien, sabía que aquellos lugares no eran mis favoritos, mucho menos mi fuerte.
Fue entonces cuando decidí marcharme. Me despedí de Gael, un chico que se había vuelto mi mejor amigo con el pasar del tiempo.
—No seas aguafiestas hermano, quédate un poco.—Sugería. Pero también sabía que aquel corto tiempo intentando algo que no me gustaba, había terminado.
—Lo intenté Gael, al menos vine.—Dije golpeando su hombro y dejando un vaso de cerveza a su lado. Una cerveza que se mantuvo en mis manos desde el primer instante en el que llegué, y nunca fue bebida.
Supongo que mis propios demonios me daban razones para nunca beber. Pero eso ya era otra historia que contaría un poco después.
—¡Ni siquiera bebiste! Ten—Dijo devolviendo aquel vaso.—Un trago al menos, quiero verte.—Gritó al aire sin importar el ruido proveniente de todos lados. El ruido a alto volumen también me estaba volviendo loco. Me miró desafiante un par de minutos y luego sonrió.—Nunca cambias, Patric.—Dijo golpeando mi brazo.
Tomé aquella cerveza y estreché su mano.—Nos vemos luego, Gael.—Avisé antes de marcharme.
Esquivando personas y tratando de salir de allí con desesperación.
Una cerveza en mi mano y luego boom.
Choqué con ella de una manera vergonzosa. Aquel vaso de cerveza que nunca había sido bebido; ahora estaba sobre su camisa y me miraba con enojo.
—¿¡Qué te pasa!?—Gritó molesta.—¿¡No miras por dónde caminas!?—Siguió tirando lo que quedaba de aquel vaso mientras veía su ropa empapada.
—...Yo.. Lo siento...—Susurré viendo aquel desastre.
—¿¡Lo siento!? ¡Estaba llegando y ya tendré que irme!—Gritó levantando su camiseta.
Y pensé de manera rápida aunque mis sentimientos y nerviosismo me traicionara.
—¡Te doy mi camisa!—Grité levantando mi camiseta, mientras ella me veía confundida.
—¿¡Tu camisa!?—Preguntó confundida y ahora un poco burlona.
Y sí, era una estupidez pero tenía que solucionar. Y sin saberlo, sería el inicio de algo que se robaría mi aliento durante años.
Tomé mi camisa y la saqué de mi cuerpo. Quedando desnudo ante un grupo de personas que no conocía, mientras ella me veía con asombro y confusión.
—¡Ten, ve a cambiarte y usa mi camisa limpia!—Grité entregándole.
Sonrió de lado y la tomó. Caminó hacia el baño y no la seguí. No sabía nada de ella, pero sabía que era la chica más linda del lugar y la chica más linda que jamás había conocido.
Ahora me quedaba pensando en aquella chica que había llenado de cerveza.
Así como también pensaba en esa camisa.
Mi camisa favorita.