CAPÍTULO TRES
La calle estaba llena de gente que realizaba sus rutinas diarias. Ritter se quitó el sombrero ante la ocasional dama que pasaba, asintió con la cabeza a varios hombres, la mayoría de los cuales lo miraron con recelo, frunciendo el ceño ante su arma enfundada. Pocos sostuvieron su mirada. Ritter tenía el aire de un hombre que confiaba en sus propias habilidades, pero la mayoría de los ciudadanos de Arcángel preferían no reflexionar sobre cuáles eran estas. Pocos de su tipo pasaban por las calles de la ciudad, pero cuando lo hacían, invariablemente significaba problemas.
Entró en una pequeña cafetería y pidió al mediodía huevos y tocineta. Ignorando las miradas de los otros clientes, miró por la ventana hacia las muchas tiendas y negocios de servicios que se alineaban en la c
