CAPÍTULO 7

1130 Palabras
Abrió los ojos con calma y, estirándose en la cama, bostezó. Mari sentía que había dormido una eternidad, y su cabeza, aunque pesada, se sentía un poco clara. Ella sabía lo que pasaba, se había empeñado tanto en no sentirlo, que se había inducido a sí misma en un estado de negación, así que, aunque no olvidaba su doloroso pasado, no la desgarraba todo el tiempo. María se sentía un poco bien no presentarse como la chica a la que había engañado su prometido, era como si fuera alguien diferente, como si fuera alguien que no había pasado por algo tan horrible, así que decidió actuar como tal, para así poder recargar sus pilas antes de tener que afrontar su realidad. La joven escritora dejó la cama y caminó hasta su celular, lo revisó y encontró un mail de una cuenta desconocida. Pensó que era spam, o alguien queriéndole vender algo... aunque también podría ser de ese montón de cursos a los que se inscribía de vez en cuando y a los que nunca tenía tiempo para asistir o completar. Ella era un desorden, tenía las ganas de hacer tantas cosas, que lo intentaba en serio, pero su tiempo era limitado, como el de todos, así que no le ajustaba para todo, aun así, seguía buscando maneras de aprender más, de saber más, de alimentar aún más su imaginación. Igual abrió el correo, rezando porque no fuera nada raro, o un virus, y se encontró con la invitación de una persona aclamando escribir de parte de una editorial interesada en conocerla, pues habían visto sus historias, y les parecían con potencial. El correo advertía que no era un contrato seguro, que debían considerarse algunas cosas por ambas partes, por eso lo más prudente era contactarse personalmente. Mari suspiró. Cuando abrió el correo, y comenzó a leer, su corazón latió frenéticamente, pero ni siquiera alcanzó a emocionarse cuando su cerebro le recordó que no tenía esa suerte. No iba a asumir que fuera una broma, pero tampoco brincaría de felicidad. Investigaría primero, antes de hacer nada, porque eso bien podría terminar en nada, y no necesitaba dejar nacer otra ilusión para perderla minutos después. Investigó en internet la editorial que se mencionaba en el correo, y era una que existía de verdad, era una grande; además, no solo publicaban libros de todo tipo, también revistas y boletines de universidades de renombre. Dedujo que era un correo perdido, o una estafa. No había manera de que esa editorial la contactara a su correo personal cuando nunca antes habían tenido un contacto. Mari era un poco paranoica y muy desconfiada, así que era sumamente cuidadosa de sus datos personales. Sí, sus redes estaban por todos lados, se promocionaban unas a otras, pero su correo electrónico, teléfono, dirección o cualquier dato que le pudiera dar problemas por estar dispuestos al público no lo estaban. Se mordió los labios releyendo, no le estaban pidiendo dinero, así que no era extorsión, tampoco la citaban en ningún lado, así que descartaba un intento de secuestro; lo único que solicitaban era que les proporcionara su número de teléfono para que pudieran comunicarse y hablar con ella. La chica no estaba segura, pero no parecía demasiado problema darles el teléfono; después de todo, si se ponía problemático, ella podría colgarles, bloquearlos o, en el peor de los casos, cambiar de número. María no era tan tonta como para creerles cualquier cosa, así que, si era a distancia, podría sentirse un poco segura, además, la estaba matando la curiosidad. Y es que aún cabía la posibilidad de que la propuesta fuera real, de que de verdad una editorial la hubiera encontrado en esa inmensidad que era internet y estuvieran interesados en trabajar con ella, ¿verdad? Esperaba que sí, aunque no muy esperanzada. María Aragall respondió el correo, rezando porque nada malo sucediera, e inmediatamente después habló con Malena. Ella era su editora, o al menos así habían decidido nombrarla por las funciones que realizaba. Era su primera lectora, una que le ayudaba a corregir y le daba opiniones muy útiles sobre sus historias nuevas. —Sí, claro que podría pasarte —dijo la mujer al otro lado de la línea telefónica—, eres muy buena escribiendo, alguien lo iba a notar algún día. —Sí, puede que tengas razón —concedió María, a medias—, pero no entiendo de dónde obtuvieron mi correo electrónico... ¿No es como sospechoso? —Tal vez participaste en algún concurso orquestado por ellos —sugirió Malena, pero Mari no recordaba que hubiese sido así. —No lo sé —farfulló la joven—, sigo pensando que es una broma de alguien. —¿Quién sería tan cruel como para jugar con los sueños de alguien? —cuestionó la editora y Mari sonrió amargamente antes de dar la respuesta a semejante pregunta. —Si no me hiciera llorar, te mencionaría a un tipo que conozco —dijo María sintiendo sus lágrimas amenazar con volver a salir. —Lo lamento —se disculpó Malena, que sabía exactamente a quién se refería ella—, solo esperemos confiadas, quizá coincidir con Javier era lo último de tu mala suerte. —De ser así yo no estaría aquí sin propósito, mi vuelo hubiese salido a tiempo y mi maleta con el manuscrito no se hubiera perdido —señaló la escritora casi a modo de reclamo—. Pero, ya ves, la mala suerte sigue. Malena, por primera vez, no supo qué responder. A ella le gustaba jactarse de saberse, de todas, todas, pero ahora no se le ocurría mucho, así que recurriría a una de las más trilladas frases para explicar todo aquello que no tiene explicación. —Todo pasa por algo, amiga —le dijo y suspiró junto a la otra, que en realidad tampoco creía que hubiese una razón detrás de cada cosa que le ocurría, y se despidieron entonces para cada una continuar con su día. Y, aunque esperó todo el día, al final, María no recibió ni una sola llamada de ninguna editorial. Tal vez fue porque respondió tarde, en cuestión del reloj. Es decir, ella había despertado después del mediodía, y había dudado mucho en responder, así que lo había hecho cerca de las cinco de la tarde; o, tal vez, esa tampoco era su oportunidad. La joven escritora decidió olvidarlo. Aunque había decidido no emocionarse, había pasado la tarde con un nudo en el estómago, de los nervios, y todo para nada. María se fue a acostar medio desilusionada y con el celular en la mano, para poder distraerse, así que se durmió cerca de las cinco de la mañana, luego de que su celular casi muerto suplicara que lo conectaran a la energía eléctrica por tercera vez.
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