Con el tiempo, junto a que la joven se rindió a los encantos del hombre que la cortejaba, la relación entre Marcos y María ganó intimidad. Sus pasados un poco conocidos vieron la luz del otro y sus sueños difusos se combinaron una que otra vez. Marcos estaba feliz, y Mari se sentía cada vez menos ansiosa de confiar en el hombre que juraba amarla desde la primera vez que la vio. Sin embargo, nada era oficial aún; quizá era porque ella no había dicho nada al respecto, pero Marcos seguía sin sacar el tema a relucir, tampoco, así que seguían siendo un par de amigos intentando ser novios. María conocía a la familia de él, no eran muchos los miembros, y a dos de tres ya los había tratado, pero su relación con el padre de Marcos no iba más allá de los saludos. El hombre era tan imponente que

