—Va de maravilla —indicó Sofía al leer el nuevo tramo de novela que Mari le había llevado personalmente. Al inicio la joven escritora le había estado mandando por correo sus avances a su editor, y era él quien, tras hacer correcciones, le hacía llegar una copia a Sofía Lucio, pero un día ambas mujeres comenzaron a reunirse a tomar el té mientras Sofía leía o escuchaba a Mari leer. Esa era una manera más eficaz, ya que los cambios que Sofía requería, que nunca fueron muchos, no pasaban por un intermediario que pudiese cambiar alguna palabra o intensión; además, tras iniciar la historia, Sofía recordó detalles lindos que se incluían en la historia de primera mano. Mari pensó que estaba bien, pues, cuanto más tiempo pasaba, y ella más cosas bellas escribía, su corazón parecía resanarse;

