Con Johnson tras las rejas, la vida en el Rancho Blackwell encontró un nuevo ritmo. Tony y Marjorie, recién comprometidos, disfrutaban de una calma que parecía casi irreal después de tantas tormentas. Una mañana soleada, Tony se despertó con una sonrisa en el rostro. Saltó de la cama, ansioso por ver a su futura esposa. — Buenos días, familia —saludó al entrar en la cocina, donde Guadalupe preparaba el desayuno y María alimentaba a Lupita. — Buenos días, m'hijo —respondió Guadalupe— ¿Dormiste bien? — Como un tronco, amá, ¿Y Marjorie? —preguntó después de acercarse y darle un sonoro beso en la mejilla a Lupita. María soltó una risita. — Aún no viene, quizás deberías ir a despertarla con un beso. Tony rió, pero Guadalupe le lanzó una mirada de advertencia. — Ni se te ocurra, Antonio

