21. LIZZY: INGENUIDAD Y ENVIDIA

1189 Palabras
LIZZY Mi hermana es la prometida del príncipe heredero. Hace siete años que eso es así. No digo que no lo merezca... Margareth es bella, elegante, y tiene esa calma que hace que todos la escuchen como si sus palabras fueran ley. A su lado, yo parezco solo una muñeca vestida con hermosos ropajes, sin más brillo que el que la seda me presta. Sabe tanto, siempre sabe tanto, que a veces parece una enciclopedia con piel de porcelana... Y eso, por más que me avergüence admitirlo, me irrita. Porque puede saberlo todo, puede lucir perfecta, pero no lo es. Nadie lo es. Hace unos días vi por primera vez al príncipe Liam y mi corazón se desbocó. No supe si era por los nervios o por esa forma en que la luz lo seguía como si lo adorara. Sus ojos... tan azules, tan imposibles me hicieron pensar en el mar cristalino. Y su sonrisa, luminosa, cálida. Me dolía mirarlo directamente, así que lo observé desde lejos, como lo hacen las demás muchachas. Todas suspiramos a escondidas. Nunca había visto un hombre tan hermoso. Ni tan... bueno. No solo por su porte, sino por la forma en que miraba a Margareth, tan pendiente de ella, incluso aunque a mi hermana pareciera no importarle. Amo a mi hermana, lo juro. Pero ella no lo merece. No con esa frialdad suya, esa indiferencia que parece hielo disfrazado de elegancia. Si él fuera mío... Lo miraría con dulzura. Me preocuparía por su descanso, por sus gestos, por sus silencios. Le haría saber que su sonrisa puede ser refugio y no solo una máscara. Un par de suspiros se me escaparon mientras hablaba con mamá aquella tarde. Le dije lo guapo y amable que me parecía el príncipe Liam, y lo mucho que deseaba tener un prometido así algún día. Mamá me escuchó en silencio, con esa mirada suya que nunca sé si es ternura o cálculo. Y luego, sonrió. Una sonrisa suave, pero con un filo que la hizo distinta. —Entonces, encárgate de mostrarle al príncipe que Margareth no es la muchacha perfecta que él cree —dijo, con voz baja, casi maternal—.Tu hermana tiene memoria, sí, pero tú... tú tienes otras virtudes, mi amor. Mil veces más valiosas. Sus palabras me dejaron helada, pero también encendieron algo dentro de mí. Mamá siempre me apoya. Siempre sabe qué decir para hacerme sentir especial. Ella tiene razón. Mamá debe estar pensando en el bien del reino. Solo eso explicaría que me diera un consejo así que perjudique a mi hermana. El príncipe Liam representa el futuro del reino y Margareth no es la mujer adecuada para él. Todo es por un bien mayor para todos. Esa noche, me encerré en mi habitación, no podía dejar de pensar en lo que dijo. Abrí el armario y examiné cada vestido con detenimiento. Quería verme hermosa, inolvidable. El día siguiente iríamos al palacio, y después de tantos años sin pisar esos salones, debía causar una buena impresión, así asistiera solo a ensayos. Papá fue claro: Debía borrar la mala imagen que la reina tiene de mí. Eso aumentaría mis probabilidades de una propuesta de matrimonio más ventajosa. No es que no quiera amor, claro que lo deseo, lo sueño, pero también soy realista, la forma de una mujer contribuir a su familia es mediante el matrimonio. Por eso debo encontrar un candidato adecuado. No estaba segura de si la reina siquiera me recordaría, o si la vería, pero no importaba. Debía estar preparada. Por si acaso. Sobre la cama extendí mi vestido favorito, uno color lavanda, suave, casi etéreo. Las cintas plateadas, las joyas de mi abuela materna. Cada detalle contaba. Y mientras las luces de mi habitación temblaban con el viento, me sorprendí pensando en Margareth. ¿Cómo es realmente mi hermana? Nunca me había detenido a analizarlo. Nunca me hizo sentir cercana. Su afecto... si alguna vez lo hubo, se volvió distante hace años. Siete, quizás. Justo cuando su compromiso con el príncipe Liam se acordó, cuando el reino entero murmuraba lo afortunada que era. Fue entonces cuando lo comprendí: Margareth me ve como un ser inferior. No su igual, no su sangre. Solo una pieza más en el tablero de su ascenso. Y ahora que su posición estar asegurada, que el príncipe le muestra cuál comprometido está con su relación, me queda claro lo que sucederá: Cuando se convierta en reina, se olvidará de todos nosotros. A mamá. A papá. A mí. Y si olvida a su familia, menos amará a sus súbditos. Esa certeza me golpeó como un puñal. Margareth no es la mujer que aparenta. Tiene al príncipe engañado. Y él... Él es demasiado noble para ver la verdad. Debo encontrar la forma de enseñarle humildad. A ser más sensible y menos estricta. No deseo el mal para mi hermana, de verdad que no. Pero tampoco puedo permitir que él viva engañado. Si el destino necesita un empujoncito para abrirle los ojos al príncipe... Supongo que seré yo quien se lo dé. ♥•♥•♥•♥•♥•♥•♥•♥• Estoy bailando con el príncipe. Tiemblo de la emoción, pues no solo sostiene mi mano para el baile, sino que me mira con afecto. ¡Oh por Dios! Es tan bello, siento que estoy en medio de un sueño. Me mira y por un momento nos perdemos en la mirada del otro. Sé que no me equivoco, lo sentí y sé que él también. Somos perfectos el uno para el otro. Él tiene todo lo que yo busco y más... tal vez con él podría soñar con el amor. Ese pensamiento hace que un vergonzoso escape de mi pecho y él sonría aún más. Que vergüenza, no tuve otra opción más que bajar la mirada, pero entonces él me corrige. —Mirada arriba, siempre orgullosa. Levanto la mirada obligándome a obedecer. No todas tiene la oportunidad de practicar el baile con el príncipe heredero. Me siento tan afortunada. Pero estoy tan nerviosa que mi pie se dobla y mi tobillo duele. Por fortuna no fue nada grave y el príncipe se encargó de que me atendieran los sanadores del palacio. A lo lejos lo veo, por fin se aleja de mi hermana, así que me acerqué a ella con un vaso de agua. No me gusta lo que voy a hacer, pero es lo correcto. El líquido cae sobre Margareth, así que me preparo para la reprimenda que viene, pero no fue así y me frustra. Yo sé como realmente es ella, esta versión perfecta que maneja en el palacio no es real. No fue su frialdad lo que más dolió, sino la elegancia con que se negó a reprenderme. Como si ni siquiera valiera su enojo. Gracias a eso he sido tomada como una niña tonta y descuidada, ante todos, incluyéndolo a él. Pero tendré más oportunidades de mostrarle su verdadero rostro, sé que si y entonces quizás, yo tenga una oportunidad. Hay más ensayos, hay un baile y hay casi dos meses hasta el compromiso oficial de ellos.
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