7. EVOLUCIONAR LA RELACIÓN

1376 Palabras
MARGARETH Hoy cumplo quince años. Bueno, Margareth los cumple... pero, para el caso, es lo mismo. Me miro en el espejo y sonrío: lo que veo me gusta. Este cuerpo pertenece a una villana, y todas las villanas son hermosas. Casi diosas en sus mundos... hasta que la protagonista comienza a moverse y a halar los hilos. Mis dedos juegan con la gargantilla ajustada a mi cuello. Es incómoda, pero al mismo tiempo siento que me da poder. La antigua Margareth tal vez no sospechaba lo que poseía, pero yo sí lo sé: esta belleza no es un adorno, es un arma. Ensayo una sonrisa frente al espejo. Se ve perfecta, delicada... vacía. Una muñeca de exhibición. Y eso es lo que soy en esta corte: un rostro para agradar, un vientre para heredar, y nada más. Por dentro me arde la rabia. La criada que termina de trenzar mi cabello baja la vista con reverencia. Me pregunto si nota que la niña de hace cinco años ya no existe. En su lugar queda esta joven que aprendió a ocultar los sueños detrás de una sonrisa cordial. Por eso debo moverme antes. Lizzy cumplirá los quince en dos años y entonces, la historia comenzará. Su belleza y el dios de los libros entretejerán los encuentros y las miradas que se robarán el corazón de Liam... y me condenarán a convertirme en una villana ridícula en esta historia. Pero no pienso permitirlo. Estoy nerviosa. Expectante. Hoy descubriré si él cumplirá su promesa. En mi vida anterior supe lo que era flirtear. Espero que no se me haya olvidado. Pues en este mundo ni la Margareth anterior ni yo, tuvimos esa libertad. Y me preocupa. Él ya no es un simple muchacho. Se ha convertido en un hombre marcado por la muerte, la soledad y la crueldad... y sospecho que también por el deseo. El vestido que llevo resalta el color de mis ojos. La gargantilla ceñida a mi cuello enfatiza su longitud y delicadeza. Me veo bien, lo sé. Solo espero lograr el impacto que anhelo en él. La criada termina de arreglar mi cabello y se retira en silencio. Me queda un poco de tiempo. Estoy por tomar un libro para una lectura ligera cuando escucho golpes suaves en la puerta. Es Liam y debo admitir que hoy se ve especialmente apuesto. Al abrir la puerta me mira con admiración, casi como si no creyera lo que ve. —Estás bellísima —dice por fin y me señala el pasillo—. Tenemos tiempo, ¿damos un paseo? Observo el libro en mi mano, y eso no pasa desapercibido para Liam. —Puedes leer otro día. Además, tu guapo prometido solo pide unos minutos para caminar por el jardín y disfrutar el sol de la tarde. Lo miro divertida y dejo el libro sobre la mesa. —Tiene el ego muy alto, su majestad —digo, pasando por su lado y aceptando que acaba de decir dos verdades: puedo leer en otro momento y sí, tengo un prometido por el que muchas chicas me estrangularían. ✦ El jardín del palacio huele a jazmín y a tierra húmeda. Caminamos entre rosales y fuentes de piedra, con el sol de la tarde pintando el cielo de oro. El silencio es cómodo al principio, hasta que Liam rompe la calma con una voz seria, distinta a la habitual. —Margareth... ya no somos niños. Llevamos comprometidos varios años, pero siento que la distancia entre nosotros no se acorta. —Me mira de lado, con el ceño apenas fruncido—. Es como si hubieras levantado un muro muy alto entre nosotros. Rara vez me regalas una sonrisa, y mucho menos una mirada dulce. Me detengo un instante, sorprendida por la confesión. No esperaba tanta franqueza de él. Pero me recompongo rápido, levantando la barbilla como si nada me afectara. —No necesitas mis sonrisas ni mis miradas, Liam. Para eso tienes a tu ejército de admiradoras. Sus labios se curvan en una sonrisa lenta, casi traviesa. Entiendo de inmediato lo que pasa por su cabeza. Cree haber descubierto algo. —Así que... ¿Eso es? —susurra con un brillo malicioso en los ojos—. Estás celosa de ellas. —¡Por favor! —pongo los ojos en blanco y suelto una risita cargada de sarcasmo. —Solo soy cordial con ellas —responde él, encogiéndose de hombros—. Son hijas de nobles importantes, nada más. No me digné a contestar. Lo dejé en el aire, como si la conversación no me importara, aunque por dentro algo me ardía. En ese instante, una criada aparece por el sendero, inclinándose en una reverencia perfecta. —El rey y la reina los esperan para dar inicio. —Bien, adelántese —responde Liam con soltura—. Dígales que pronto llegaremos. Intento avanzar, pero Liam toma mi mano y me detiene. Su gesto es inesperado, su voz aún más. —Supongo que no te he hecho sentir importante. Perdón. Prometo trabajar en eso. Lo miro, desconcertada. Su mirada es tan seria que por un instante me siento desnuda ante él. Mi corazón late con una violencia absurda, como si esas palabras fueran una declaración de amor. Y aunque no lo son... me traiciona la calidez subiendo a mis mejillas. No. Él no es para mí. Solo es un eco del corazón de la otra Margareth. Me repito esas palabras como un conjuro, como si bastaran para contener lo que siento. Pero el murmullo de la sangre en mis venas no obedece. Quiero apartar la mano, dar un paso atrás, alzar el muro que siempre me protege. Y sin embargo... no lo hago. Me quedo quieta, con su calor en mi piel, disfrutando de un instante que debería rechazar. Es un error. Lo sé. Pero ¿por qué se siente tan peligroso... y tan dulce al mismo tiempo? PRÍNCIPE LIAM Hace apenas una hora, mi padre me llamó a sus aposentos. Su voz fue dura desde el principio, sin rodeos: —¿Acaso he estado criando a un príncipe tonto? La pregunta me heló. Lo miré incrédulo. —Su Alteza, ¿por qué me dice eso? Su mirada era tan penetrante como el filo de una espada. —Llevo semanas observándolos, Liam. Tú y Lady Margareth se tratan como simples conocidos. Solo cortesía. ¿Acaso mi hijo no es capaz de ganarse el corazón de una chica? Sentí que esas palabras herían mi orgullo. Me defendí como pude: —Ella es muy seria... no deja espacio para que me acerque. El rey golpeó con la mano sobre la mesa, imponiendo su autoridad. —Entonces busca la forma. La chica es linda, sí, pero más allá de eso es demasiado inteligente. Ese es el tipo de reina que necesitas a tu lado. ¿Sabes lo peligroso que sería tener una reina que no tenga sentimientos tiernos hacia ti? Terminarías cuidándote cada día de que no intente envenenarte. Abrí los ojos de par en par. ¿Envenenarme? ¿De verdad mi padre veía esa posibilidad en Margareth? La idea me pareció absurda, pero el simple hecho de que la mencionara me revolvió por dentro. Nunca he tenido intención de romper mi compromiso. Ninguna otra muchacha ha logrado inquietarme como lo hace ella. No soy ingenuo: sé que Margareth es la mejor opción en este reino. La he escuchado, la he observado, y estoy seguro de que ella también me observa en secreto. Margareth no es fácil. Y si no me regala sus sonrisas ni sus miradas, es porque tampoco se las entregaría a nadie más. Esa certeza me basta. Porque lo que ella esconde, lo que guarda con tanto celo, vale más que cualquier adulación vacía. Más que cualquier beso o mirada sugerente de cualquier chica. —No se preocupe, Su Majestad —respondí inclinándome con respeto—. Pronto verá lo unidos que podemos llegar a ser. Me retiré con la determinación ardiendo en mi pecho. Conquistar a Margareth es un desafío. Algo que incluso... me emociona... y ella, con sus muros y sus silencios, es el imposible más fascinante que he conocido. Es hora de que Margareth, se dé cuenta de que crecimos. De que ninguno de los dos somos niños.
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