Capitulum I

2708 Palabras
2025 la actualidad. La noche estaba en su apogeo, todos los habitantes de Trasmoz descansaban en paz en sus casas resguardados del peligro que pudiera amenazarlos, menos una joven de diecisiete años, quien se quejaba y parecía sufrir dentro de una pesadilla. Los lamentos de la chica comenzaron a ser más fuertes y el silencio sepulcral fue interrumpido, pues la joven cada vez se veía más asustada, mientras un sudor frio corría por su cara. Margaret Kedward, ese era el nombre de la pequeña pelirroja de ojos verdes, cuyos sueños no la dejaban descansar, porque era perseguida por un par de extraños quienes poseían dones sobrenaturales. Por obvias razones, ella sentía un miedo atroz ante criaturas que sabía que no podía enfrentar, el terror la consumía, la asfixiaba, la estaba volviendo loca, debido a los ojos rojos penetrantes del personaje frente a ella, que la obligaba hacer cosas que no quería y a ver cosas que no deseaba. La joven indefensa no estaba segura cuando habían comenzado sus pesadillas, bien pudieron comenzar antes o después de la llegada de la familia Silver, una familia poderosa, la cual habitaba el castillo quemado, abandonado y en ruinas de Trasmoz. El comienzo de las pesadillas, no tenía la importancia debida por ahora, lo único transcendental en este momento era la angustia y desesperación que sufría la chica al encontrarse con aquellos seres misteriosos, a los cuales no podía hacerles frente debido a los poderes que la sometían sin esfuerzo alguno. Una noche más, Margaret se encontraba dentro de un sueño sin salida; no pudo contener su agonía por más tiempo y fue liberada mediante un grito de pesar que vino de lo más profundo de su garganta, trayéndola por fin a la realidad. La pelirroja despertó sudorosa y exaltada, su cuerpo temblaba y su garganta ardía por su grito. Margaret se incorporó y se abrazó a si misma intentando asimilar que solo había sido una vez más una pesadilla, la cual no podía lastimarla en la vida real, se convenció a si misma de que solo era su mente haciéndole pasar un mal rato. Después de varios minutos logro calmarse y volvió a intentar conciliar su descanso, con suerte lograría dormir sin ser perseguida nuevamente por aquellas visiones. En todo caso, el amanecer llego minutos después, junto con un nuevo día. Margaret se levantó, se dirigió al espejo y observo su aspecto cansado y agobiado, sin prestarle mucha importancia comenzó a prepararse para ir a la escuela. A pesar de haber tenido una mala noche y no saber cuánto más resistiría no solo sus pesadillas, sino las ojeras que empezaban a apoderarse de sus bellos ojos, ella no dejaría que los problemas ni sus miedos le impidiera vivir plenamente, no señor, no se derrumbaría por tontos sueños dejando que afectaran su desempeño escolar. Desayunó con su familia como todas las mañanas, los presentes en la mesa notaron el evidente cansancio que tenía la pelirroja, sin embargo, no dijeron nada. La chica termino su comida, se despidió de sus papás; quienes le desearon buena suerte en la escuela, y hermanos; quienes bromearon sobre algunos profesores y materias, dando como consejo no tomarse tan enserio la vida escolar. La pelirroja ignoro el parloteo de sus hermanos y salió de su casa para encontrarse con su mejor amiga Laila, con la cual iba todos los días a la escuela. —Hola, Magui —saludó su mejor amiga, mientras Margaret salía de su casa devolviéndole el saludo con un gesto de mano, concentrándose solo en su deseo por cerrar la puerta. —Apúrate o llegaremos tarde a la escuela. —La rubia presionó a la pecosa, pero la puerta no quería cerrar —. Voy a envejecer aquí Magui, ¿qué esperas? —Su voz solo provocó que los nervios de Margaret se salieran de control, más de lo que estaban. —¿Puedes parar? Estoy intentando cerrar la estúpida puerta y no me ayudas mucho —habló Margaret con frustración, su linda amiga se acercó a ella con una mueca, agarró la perilla de la puerta con intenciones de abrirla y rio. —Magui, la puerta está cerrada, ¿es una broma o qué? ¡Vámonos ya! —Sus palabras sorprendieron a la pelirroja quien se acercó nuevamente e intento empujar la puerta que antes parecía no querer cerrarse con facilidad, pero solo confirmo lo que decía su amiga, ¡realmente estaba cerrada! Quizás su hermano Dylan le había jugado una broma, o tenía los nervios a flor de piel debido a las pesadillas y la falta de sueño que ocasionaba que imaginara cosas. Ignoró aquel hecho y se fue con Laila a la escuela. Margaret comenzó a relajarse con las bromas y comentarios de su amiga, mientras caminaban hacia la escuela, ella le contaba cómo había sobrevivido a su cita con Edmund, un compañero de salón, quien no se cansaba de insistirle a la rubia de ojos azules por una cita; al final Laila decidió aceptar, pero evidentemente la cita no fue de su agrado. Sin duda alguna, Laila era el centro de atención de muchos de sus compañeros de clase gracias a sus rasgos, además, su cabello ondulado brillaba como oro ante la luz del sol, lo cual hacia que ella resplandeciera ante la vista de cualquiera. Por su parte, había un sin fin de adjetivos para describir a Margaret menos uno: común, esa era la única palabra que no podría definirla jamás. Sus mejillas estaban cubiertas por pecas, las cuales resaltaban aún más sus facciones; ella poseía un increíble cabello color rojo fuego y ojos verde oscuro, los cuales llamaba la atención de los chicos. —Mira quién viene allí: tu guapísimo galán —dijo Laila con tono pícaro intentando molestar a la chica. Desde el primer momento en que Margaret vio a el nuevo habitante del castillo de Trasmoz, ella se sintió inexplicablemente atraída. —Buenos días, preciosas —dijo en tono coqueto el chico de ojos azules, mientras pasaba su brazo sobre el hombro de Margaret para abrazarla, ocasionando que ella se pusiera nerviosa. —Buenos días... Aleister —respondió Margaret apartándose de él e intentando fingir una cara de desagrado con el fin de ocultar la terrible atracción que sentía por él. —¿Listo para la educación y enseñanza? O solo vienes a perder el tiempo intentando conquistar adolescentes que están prohibidas. Laila río del patético intento de su amiga por ocultar que le gustaba el chico de ojos azules, era inevitable para ella no seguir todos sus movimientos. Aleister era alto, sus músculos estaban marcados ligeramente, tenía unos ojos azul profundo que incitaban hacer lo que fuera que él quisiera con una sola mirada, su cabello n***o sobresaltaba mucho más en su piel blanca sin broncear y su sonrisa perversa dejaba sin aliento. Por lo contrario, el único defecto en Aleister Silver quizás era su temperamento y el hecho de no saber jamás lo que realmente estaba pensando e ideando dentro de su cabeza. —Pensándolo bien, me has abierto los ojos y quizás he estado perdiendo mi valioso tiempo. Yo debería estar explotando el don que los dioses me han brindado, así que, ¿por qué no empezar en este momento? —preguntó Aleister levantando las cejas de manera galante con una sonrisa cautivadora. Margaret lo empujo con indignación. —Bien, me parece perfecto, ve a tu campo laborar lejos de mi presencia —respondió Margaret con tono hostil. Aleister la miro por unos segundos con curiosidad y le dedicó una sonrisa triunfante, pues había logrado molestarla. —Admite que te gustó y tal vez desista en irme lejos de tu lado. Puede que reconsidere solo tener ojos para ti —contesto con galantería, le guiño un ojo y ella se ruborizo. Lo odiaba, porque no sabía cuándo era sincero o simplemente sarcástico, lo cual era la mayor parte del tiempo. Aleister iba a tomarla de la mano cuando ella se a parto instintivamente y grito. —¡Anne! —En un intento por huir de Aleister para que no notara lo nerviosa que la ponía a pesar de saber que solo bromeaba y jugaba, no podía controlar las emociones que él producía en ella. El pulso de Margaret estaba acelerado y su corazón brincaba como loco, ella intento calmarse cuando los ojos de Aleister dejaron de enfocarse en ella para mirar a Anne, quien se acercaba con poca convicción hacia ellos. Laila observo con una sonrisa de burla a la pelirroja, mientras Aleister recibía con una sonrisa amistosa a la otra mejor amiga de Margaret, Anne Wilson. —Hola, ¿qué están haciendo aquí? Es hora de ir a clases —hablo la chica de tez morena con nerviosismo sin poder mirar directamente al chico de ojos azules. —Conversábamos sobre el trinomio cuadrado perfecto —respondió Aleister con sarcasmo y un semblante relajado. —Ya veo, pero creo que no estas certificado para dar esa materia. ¿Tu especialidad no son las ciencias? Sería mejor idea, si ese tema lo escucháramos del profesor —admitió Anne, tomando muy enserio lo que Aleister decía, por lo tanto, Laila se burló. —Aunque no lo creas Anne, estoy seguro que puedo dar sin problemas Algebra y quizás hasta mejor que su profesor. —Sonrió con arrogancia y Margaret rodo los ojos. —¿Molesta? —pregunto Laila en un susurro a la pelirroja y ella le dirigió una mirada de pocos amigos —Tú fuiste la que quiso distráelo con su enamorada número uno. Ya puedo verlos juntos felizmente, mientras tu… —Claro, todos estamos seguros de eso. —interrumpió Margaret a Laila y se hizo presente entre Anne y Aleister —. Anne, ignora al chico con necesidad de atención y dime ¿Qué tal tu fin de semana? Aleister desvió la mirada un poco ofendido, mientras Margaret intentaba con todas sus fuerzas calmarse, pero los celos y la inseguridad que sentía ante una de sus mejores amigas la estaba carcomiendo, porque Anne era inteligente, responsable, amable y bonita; cualquier chico sería muy afortunado de tenerla como novia. En cambio, ella, cada día perdía más la razón a causa de sus pesadillas y las cosas extrañas que estaban pasándole sin tener una explicación lógica, todo eso la estaba agobiando; hechos como el quemarse la boca con un café frio, que de repente ya estaba caliente entre sus manos con tan solo desearlo o la aparición repentina de objetos perdidos frente a ella. —Nada que reportar —contestó con honestidad Anne —. En serio deberíamos ir a clases antes de que… —Vaya, ¿se puede saber que hacen fuera de su salón en horario de clases? —pregunto el profesor William; asustando a Anne, observando a Aleister con severidad y mirando a Margaret inapropiadamente. En consecuencia, Aleister le dedico una mirada desafiante. —Discúlpenos profesor, en este momento nos vamos a nuestras clases correspondientes —hablo Laila sonriendo amablemente. —Usted, ¿no debería estar asistiendo al profesor Santiago? —dijo el maestro dirigiéndose a Aleister. —Diríjase inmediatamente a su respectivo salón. Laila jalo a al chico de ojos azules con fuerza cuando él camino hacia el profesor William como si fuera agredirlo físicamente, la rubia lo miro consternada como si temiera algún tipo de disputa entre ambos, mientras Margaret tuvo miedo de las consecuencias que el chico de ojos azules podría enfrentar al retar a uno de los profesores más influyentes de la institución. El profesor William era conocido por ser sumamente severo, tenía más años en la escuela que cualquier otro, por lo que prácticamente era intocable y podía hacer lo que quisiera sin consecuencia alguna, incluyendo acosar a sus alumnas. Laila y Aleister se alejaron mientras susurraban cosas que los demás no lograron escuchar. Anne y Margaret los siguieron con el fin de ir a clases, pero antes de que pudieran llegar lo suficientemente lejos del maestro, este las detuvo. —Señorita Kedward, usted no se vaya. —Margaret se detuvo y giro sobre sus pies para ver nuevamente al maestro —. Necesito hablar con usted, sígame a la sala de maestros. —demandó el profesor con voz autoritaria, mirando seriamente a la chica. Anne la miro con disculpa y siguió su camino hacia su clase, ignorando la disputa entre Laila y Aleister quienes ignoraron la audacia del maestro al llevarse a Margaret a su despacho. —Cierre la puerta señorita Kedward. —Ordeno con mirada perversa y sonrisa triunfante. Margaret obedeció sintiéndose presa de la situación, sabia de primera mano que el profesor William era un ser depravado y pervertido que acosaba a las niñas de su edad y lo disfrutaba. —¿De qué quiere hablar conmigo? Si puedo saber —pregunto Margaret con voz trémula. —Quería preguntarle ¿Cómo le ha parecido la clase, fácil o difícil? Ya que he notado su bajo rendimiento en estos días, si la clase le resulta difícil puedo darle clases particulares para que recupere esa energía perdida —dijo de manera sugerente, mordió su labio inferior con sus dientes y Margaret se horrorizo. La pelirroja respiro profundo e intento mantener la calma, comenzaba a tener miedo, la situación le decía que se encontraba en peligro eminente. —No, por supuesto que no. He tenido malas noches, pero le aseguró que mi rendimiento no se ve afectado por nada de lo que dice. Así que, si me disculpa. Debo volver a clase. Margaret giro y prácticamente corrió hacia la puerta, pero fue detenida por la mano de su profesor, quien la sostuvo y giro con fuerza para poder tenerla de frente. La chica lo observo con un gesto perdido y se sintió aterrada ante la mirada lasciva que su maestro estaba dedicándole. —Quiero que sepa que estoy aquí para usted, cuando me necesite… —Lamio sus labios interrumpiéndose, observo a su alumna indefensa en sus manos. El lenguaje corporal de Margaret le transmitía lo asustada que estaba, sin embargo, su mirada era de completo desafío y valentía, esto inconscientemente hacia que William deseara poseerla. Margaret intento soltarse e irse de ahí, pero fue en vano. Por el contrario, el sucio sujeto la acerco a él con intenciones de poner su sucia boca en la suya. —¡Suélteme, me lástima! —grito Margaret con horror. La pelirroja tenía la esperanza de que alguien viniera ayudarla, aunque esa probabilidad era nula, ¿Quién podría venir y enfrentar al profesor William por ella? ¿Quién se atrevería a entrar e interrumpir dicho encuentro entre maestro y alumno? Todos se encontraban en clases, ignorantes de la conversación entre Margaret y el señor William, como buenos alumnos no se involucrarán. Las manos del maestro recorrieron sus muslos de forma inapropiada y apretó sus glúteos, mientras la observaba de forma sucia. Margaret lucho con todas sus fuerzas para poder liberarse de su captor, el asco se apodero de ella y él puso más fuerza en su agarre. —¡He dicho que me suelte! —repitió con suplica, esperanzada en que lo hiciera, sin embargo, no era posible. Entonces deseo lastimarlo por tal atrevimiento en contra de su voluntad, estaba aterrada y, al mismo tiempo colérica por no poder hacer nada más que resignarse porque su agresor le doblaba el tamaño, peso y edad. No tuvo tiempo de analizar sus pensamientos, ni el hecho del porque dijo esa palabra con fuerza, la cual logro que su maestro la soltara. —Ignis —dijo con claridad y ferocidad, dejando que sus emociones cobraran vida. William la soltó aterrorizado por las llamas que cubrían sus mangas. Margaret se alejó y observó aquel fenómeno natural que había ocurrido sin ninguna explicación lógica. Aleister y Laila llegaron a su auxilio, pero se quedaron petrificados al ver la escena, Aleister se apresuró a ayudar al profesor con las llamas que comenzaban a propagarse en todo su cuerpo, mientras que Laila se acercaba a Margaret para abrazarla y consolarla. —¿Estas bien?, ¿Intento sobrepasarse contigo? —cuestionó la rubia. Antes de que Margaret pudiera contestar, el maestro comenzó a gritar algo que explicaba lo que había sucedido. —¡Bruja, eres una maldita y asquerosa bruja! ¡Tú serás la siguiente que arda en el infierno!
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