LIA
Nuestras miradas se encuentran, y es como si los años se desvanecieran. Él no es mi cruel captor, y yo no estoy desesperada por seguir con vida. Solo somos…Nosotros. atraídos por la misma conexión magnética que me hizo romper todas las reglas, y a él arriesgarse a la ira de su padre. Jóvenes, imprudentes y tan profundamente enamorados, que nunca me importó nada más.
La mano de Nero traza un camino más alto, hasta mi mandíbula, y sobre mi mejilla. —Tienes pecas— murmura, su voz áspera y ronca mientras la acaricia suavemente.
Me estremezco, hipnotizada. —El sol…en el oeste—
Su pulgar llega a mis labios y lo frota sobre ellos, de un lado a otro. Inhalo rápidamente, la conciencia me inunda. Balanceándome más cerca. Mis ojos se fijan en los suyos mientras desliza su pulgar entre mis labios y lo hunde en mi boca. Cielo santo.
Me estremezco ante la sensual intrusión, abriendo más los labios. Y luego lo chupo.
Los ojos de Nero brillan de lujuria y emite un gemido bajo y entrecortado. El sonido rebota por mi cuerpo, haciendo que mis pezones se tensen y cada terminación nerviosa cobre vida.
Deseo…mierda, apenas he sentido un destello en años, y ahora me golpea como una maldita bola de demolición. Borrando todo excepto a Nero, su respiración entrecortada y la pasión cruda y animal en sus ojos.
De repente, un ruido proviene del pasillo.
—¿Jefe? — una voz llama. Chase, creo.
Nero parece recordarse a sí mismo, que me odia. Retira la mano bruscamente, maldiciendo en voz baja.
Retrocedo aturdida, —Nero…— Suelto, pero él ya se dirige a la puerta, el hechizo se ha roto.
—Límpiate— dice con dureza, lanzándome una mirada despectiva. —Te ves hecha un desastre. Y hueles aún peor—
Se ha ido antes de que pueda responder. El calor me enrojece las mejillas ante su frío insulto, incluso mientras me duele el cuerpo por su suave caricia.
¿Qué demonios acaba de pasar?
Respiro hondo, medio tentada a quedarme con mi ropa sucia y sudada solo para fastidiarlo. Entonces veo una puerta entreabierta que da al baño: es de mármol impecable, y podría ser más grande que mi apartamento en Las Vegas. Dios, me vendría bien una ducha.
En la guerra entre la comodidad y el rencor, la comodidad gana. No pierdo el tiempo antes de desnudarme y entrar en la ducha, sin estar segura de cuando volverá Nero por mi, ni de que tiene planeado. El agua caliente se siente celestial contra mi piel y dejo escapar un pequeño suspiro. Hay una fila de artículos de tocador caros esperando en la repisa, así que me enjabono, frotando cada centímetro de suciedad de mi cuerpo y lavándome el pelo. Me tomo mi tiempo, tratando de retrasar lo inevitable. Pero sé que es inútil. Nero no espera a nadie.
Nero…
Exhalo temblorosamente, todavía conmocionada por haberlo vuelto a ver. De desearlo de nuevo. Es una locura, estar excitada en medio de todo este miedo y caos, pero no puedo vitarlo. Como una reacción química automática, solo verlo, su aroma, hace que mis hormonas cobren vida, inundando mi cuerpo con pura y dolorosa lujuria. No puedo evitar recordar cómo se sentía su cuerpo contra mí, dentro de mí, ese denso y dulce impulso que me enviaba al cielo y de regreso. Nadie conoció mi cuerpo como él. Nadie me dió placer como él.
Pero también había sido gentil cuando estábamos juntos. Tan cuidadoso de no lastimarme, tan ansioso por complacerme. Solo había visto destellos de su poder, su dominio, y oh, como me emocionaban. ¿Cómo se sentirá ahora que ese dominio está en pleno apogeo? Él no me haría el amor con ternura, eso lo sé.
No, Nero me sujetaría y me follaría hasta la medula. Brutalmente. Furiosamente. Exigiría mi rendición y luego me castigaría si intentara negarme. Mi coño se aprieta al pensarlo, y mi sangre corre ms caliente, imaginando sus manos ásperas sujetándome. Esos hombros anchos sujetándome debajo de él. Esa boca cruel siseando ordenes oscuras y sucias. Ordenes que estuviese más que feliz de obedecer…
Mierda. No. Mala Lía. Intento recordarme a mí misma que es un hombre terrible y peligroso, pero no ayuda. Ese toque arriesgado hace que mi corazón se acelere mientras me ubico en la delgada línea entre el deseo y el miedo.
Maldita sea, Lía. Concéntrate en lo que es importante. ¿De verdad Nero está considerando perdonar a Jack? Lo decía en serio cuando dije que haría cualquier cosa, que no puedo evitar preocuparme por lo que pedirá. Los hombres como Nero no tienen límites.
Cuando finalmente salgo de la ducha, me siento algo humana de nuevo. Regreso al dormitorio con una toalla envuelta en mi cuerpo y descubro que alguien ha estado allí: la ropa está esperando, tendida sobre la cama.
Me acerco. Hay lencería de buen gusto y un fresco vestido de verano de diseñador con estampado de margaritas, el tipo de ropa que habría usado en mi antigua vida. Seda, encaje, sofisticación… El estilo de ropa que no he podido permitirme, bueno, nunca. La nostalgia me invade mientras me lo pongo, apretando el cinturón alrededor de mi cintura. Incluso hay sandalias de tiras en un armario a juego, la talla es perfecta. Mirándome al espejo, es como mirar un fantasma:
Lia Nichols, chica debutante en la sociedad. ¿Está es la persona que Nero cree que todavía soy?
Decido que no voy a esperarlo, así que me recojo el pelo húmedo en una trenza suelta y salgo del dormitorio. El pasillo se abre y me encuentro de pie en un enorme loft. El apartamento es enorme, ocupando lo que debe ser una planta entera con un arie industrial chic: techos altos, ladrillos a la vista y ventanas altas que ofrecen una vista fantástica de la ciudad.
Hago una pausa, desconcertada. El lugar es elegante y masculino, y claramente caro, pero ¿Qué esperaba? La familia Morelli ha hecho una fortuna con su imperio criminal, y Nero es el heredero de todo. Por supuesto que vive en el lujo. Lujo comprado con sangre.
Oigo voces y camino hacia ellas, pasando por la cocina abierta y la sala hasta que llego a una puerta que esta entreabierta. Se que estoy tentando a la suerte, pero acerco la cara y miro dentro.
Es una oficina, con un enorme escritorio de cristal y paredes de estanterías. Nero esta recostado detrás del escritorio, hablando con otros dos hombres y una mujer. Reconozco a Chase, por supuesto, y a la mujer, Amina. Tiene más o menos mi edad y se crió en la organización Morelli. Se sienta, con expresión alerta mientras el otro hombre habla.
—No va a ser fácil— dice. Tiene el pelo castaño y una mirada seria, lleva unas gafas mientras consulta a un bloc legal amarillo. —La gente de McComark sigue negándose a una reunión—
—¿Les dijiste para que era? — pregunta Nero.
—Dije que estábamos interesados en donar a su campaña, hablar de sus esfuerzos de reelección, todo— dice el hombre. —Pero no hubo suerte. Nos está ignorando—
—Te refieres que me está ignorando a mi— Nero se pasa una mano por el pelo, con aspecto enojado. —¿Desde cuándo los políticos tienen estándares? —
¿Políticos? Sumo dos y dos, y supongo que debe estar hablando de Ian McComark, una estrella en ascenso en la escena política de Nueva York. He visto artículos sobre el en los periódicos, pero ¿Qué quiere Nero con él?
—Milo podría intentarlo de nuevo— ofrece Amina. —Intenta algún tipo de enfoque benéfico. Tal vez crear una corporación ficticia para poner algo de distancia entre ustedes—
Nero niega con la cabeza. —No quiero distancia. Necesito estar en la misma habitación que ese hombre. El futuro de la organización depende de su voto—
Chase se encoge de hombros, aparentemente despreocupado. —No te preocupes por eso. Todos tienen su precio. Lo atrapáremos—
No puedo evitar reírme entre dientes ante eso. Todas las miradas se dirigen a la puerta. Ups. Atrapada. Intento fingir que no me inmuto mientras los ojos de Nero me recorren. Quiero alguna reacción a mi nuevo atuendo, pero no la obtengo.
—¿Qué es tan gracioso? — pregunta.
—Estás hablando de Ian McComark, ¿verdad? — pregunto, y el solo siente brevemente en respuesta. —Ese tipo no tocará tu dinero—
—¿Por qué demonios no? — la voz de Nero es defensiva, como si lo hubiera ofendido. —¿Es demasiado puro? Es un maldito político. Todos son iguales—
—Tal vez— me encojo de hombros. —Chase tiene razón para variar. Todos tienen un precio. Pero no de la misma manera. Y la de Ian McComark no le importaría un maletín con tu dinero sucio, así no es como puedes comprarlo—
Nero me mira con los ojos entrecerrados.
—Explícate—
Mi pulso se acelera: Esta interesado. Curioso. Y cada vez que escucha lo que tengo que decir, no piensa en como mi familia lo traicionó.
—¿Investigaste un momento sobre este tipo? — pregunto, mirando alrededor de la habitación.
—Por supuesto— protesta Milo, el tipo serio.
—Investigué sus antecedentes, sus objetivos políticos…—
—¿Pero miraste las relaciones públicas? — lo interrumpo. —El tipo posó para un reportaje de dos páginas en la revista People con su esposa y su perro. Está trabajando en un libro. Salió en Oprah por Dios—
—¿Y? — Nero parece estar en blanco.
—Entonces, no haces eso si te quedas impulsando papeles en el Ayuntamiento— explico.
—El tipo claramente tiene ambiciones para un cargo más alto. Alcalde, senado, tal vez gobernador algún día. Lo que significa más escrutinio, investigación de seguridad, periodistas desenterrando cada oscuro secreto que tiene. Cualquier dinero que tome ahora lo perseguirá en el futuro. ¿un hombre con una ambición como esa? No se arriesgará a que lo asocien con gente como tú—
Un espasmo muscular se produce en la mandíbula de Nero cuando digo esas palabras, mi corazón se hunde. Estoy bastante segura de que acabo de meter la pata. ¿Por qué tuve que dejar que mi bocota se descontrolará así?
Me preparo para que me saquen de aquí, pero en cambio, los labios de Nero se curvan en una sonrisa peligrosa. Me estremezco.
—Pareces saber mucho sobre este tipo— dice, mientas las ruedas giran claramente en su mente.
Me encojo de hombros, lo que espero sea un gesto de descuido. —Leo la prensa sensacionalista, eso es todo—
—Oh, creo que eres más inteligente que eso— La voz de Nero es sedosa. Peligrosa. —Tan inteligente que puedes encontrar la manera de meterme en una habitación con McComark—
—¿Qué? — Trago saliva. —¿Yo? —
—Si, tú— afirma Nero. —Esta noche—
—Pero…— Empiezo a protestar, pero me silencia con una mirada.
—Yo lo pensaría mucho antes de discutir, princesa. Harás que esto suceda, de acuerdo. Tu futuro depende de ello—