34- Nero. Mi esposo

1972 Palabras
LIA No soy alguien que creció imaginando el día de su boda. Las chicas que conocía en la escuela cotilleaban sobre ello todo el tiempo, contando cuentos de hadas mágicos sobre el impresionante vestido blanco, la música, las flores. Pero nunca pensé mucho en ello. Parecía demasiado lejano. Un sueño que se me presentaría con el tiempo. Pero resulta que, después de todo, si tenía esperanzas. Asumí que mi familia y amigos se reunirían para celebrarnos, que caminaría hacia el altar llena de alegría, ansiosa por comenzar mi vida con mi nuevo esposo, el hombre al que amaría por completo. Confiarle mi vida. jurar con todo mi corazón honrarlo hasta el día de mi muerte. No podría estar más lejos de la verdad. Porque aquí estoy, en el día de mi boda, de pie junto al hombre que será mi esposo. Pero no hay amigos emocionado que me apoyen, solo dos matones sin nombre aquí para dar testimonio en una oficina sin ventanas. Sin flores, ni un hermoso vestido blanco, solo el sencillo vestido n***o que me permitieron tomar de mi armario de camino al ayuntamiento. ¿Y en cuanto a mi esposo, con quien juro unirme en sagrado matrimonio? Él es el hombre que me quiere muerta. —¿Jura que entra en esta unión libremente? — El oficiante me lanza una mirada ansiosa. Se da cuenta de que no hay nada normal en la ceremonia. Asiento débilmente. —Tienes que decirlo— añade, mirando al hombre a mi lado; el temido jefe de la mafia, Nero Morelli. Podría acabar con el oficial con una sola palabra, y el hombre lo sabe. —Si— susurro, —Está bien— No es que tenga otra opción. Casarme con el hombre que me odia o morir a punta de pistola. —¿Podemos seguir con esto? — exige Nero bruscamente. El oficial tira de su cuello con nerviosismo y vuelve a los votos, leyéndolos tan rápido que apenas puedo distinguirlos. —Acepto— dice Nero secamente cuando termina. —Acepto— repito. Y así, se acabó. Firmo el papeleo que me ponen delante y dejo que Nero me acompañe de vuelta al coche. Me deslizo en el asiento trasero tras él y me siento allí, entumecida, viendo pasar las manzanas de la ciudad de Nueva York. No puedo creerlo. Se acabó. Ya no soy Lia Nichols. Ahora soy Lia Morelli, para siempre conectada a una de las organizaciones criminales más grandes de la costa este. Soy la esposa de Nero. —Supongo que deberíamos brindar— La voz de Nero está llena de desprecio. Descorcha una botella de champán y bebe directamente de ella antes de ofrecérmela con una mueca de desprecio. —Cariño— dice, y el sarcasmo en su tono me hace estremecer. ¿Celebrar? Ja. No hay nada que celebrar aquí. —No, gracias— Se encoge de hombros y toma otro trago. —Supongo que la luna de miel terminó antes de siquiera comenzar— No soporto su tono frívolo, ni la ira que aún hierve detrás de su mirada. —Entonces, ¿así es como va a ser? — Exijo. —¿Me mantuviste viva solo para atormentarme con esta farsa de matrimonio forzado? ¡Preferiría estar muerta que tener que pasar el resto de mi vida contigo! — La sonrisa de Nero se vuelve de acero. —¿Qué esperabas después de hablar con el FBI? — —¡Te lo dije, no les dije nada! — protesto, —Querían hacer un trato, hacer que me volviera informante en tu contra, pero no acepté. Nunca te habría traicionado así— —¿En serio? — Nero resopla. —Eres la hija de tu padre. La traición corre por tus venas— Exhalo. No hay forma de escapar del pasado entre nosotros, no importa lo que haga, todo vuelve a eso. Hace diez años, estaba enamorada de Nero, cuando mi padre hizo un trato con los federales para testificar contra Román Morelli. Lo enviaron a prisión y asestó un duro golpe a su imperio, y mientras tanto, nos llevaron a Protección de Testigos tan rápido que no tuve la oportunidad de despedirme. Nunca volví a ver a Nero, hasta el mes pasado, cuando me encontró por accidente en mi nueva vida. Me habría matado, en venganza por la antigua traición de mi padre, pero logré negociar un trato con él: lo ayudaría a infiltrarse en el mundo de la alta sociedad que necesitaba para asegurar un gran negocio inmobiliario. La estratagema funcionó: lo ayudé a acercarse al político que necesitaba para hacer sus planes, pero antes de que se cerrara el trato, los federales llamaron a la puerta. Me ofrecieron un trato para ponerme en contra de Nero. Y cuando descubrió que había estado hablando con ellos… Pensé que estaría muerta. Pero en cambio, descubrí que hay un destino peor que la muerte. Matrimonio forzado. Lo que no entiendo es por qué. —¿Crees que esto evitara que testifique en tu contra? — pregunto, tratando de entenderlo. La conmoción se está desvaneciendo y estoy tratando de pensar en el futuro. —¿Algún vacío legal que signifique que si nos casamos no pueden obligarme a ponerme en contra? — —Siempre fuiste inteligente— responde Nero con amargura. Bebiendo más champán. —Es una pequeña cosa llamado “privilegio conyugal”. Mis abogados me lo contaron. No pueden obligarte a volverte contra mí, debido a la santidad de nuestro vinculo— añade burlándose. Exhalo. Así que eligió esto como una forma de mantenerme bajo su control. —¿Por qué no me matas? — pregunto, —¿No te habría ahorrado eso el problema? — —¿Dónde estaría la diversión en eso?— Nero me dedica una sonrisa escalofriante y siento una punzada. Hace solo unos días, pensé que podría haber una oportunidad para nosotros. Una manera de estar juntos a pesar de todo este lío. Pero eso era solo la lujuria hablando. No podría haber estado más equivocada. Pienso rápido. —¿Qué pasará con Jack? — pregunto, entrando en pánico al pensar en mi hermano menor. Él es la razón por la que hice el trato en primer lugar, para protegerlo. Ahora mismo está a salvo en la universidad, ajeno a todo lo que ha estado sucediendo. Y planeo que siga así. —¿Qué pasa con él? — pregunta Nero. No se molestó en usar traje para nuestra farsa de boda; todavía lleva jeans oscuros y una camiseta negra, con una barba de tres días en la mandíbula. Peligroso. Sexy como el infierno. —No puedes ir tras él— Nero me mira a los ojos. —No estás en posición de darme ordenes, esposa— Me estremezco. ¿Cuántas veces solía imaginar esa palabra en sus labios? Ahora, suena como una maldición. —Por favor— la palabra se me atasca en la garganta, pero la fuerzo a decir. —Tienes lo que quieres. Ganaste. Ahora estoy atada a ti, si caes, yo también. Perdona a Jack, mantenlo fuera de esto. Por favor— —¿Lo que quiero…? — repite Nero, con una extraña expresión en su rostro. Me agarra la muñeca, sujetándola dolorosamente. —¡¿Crees que estar casado contigo así es lo que quiero?!— Retrocedo ante la ira en sus ojos. Me odia, está claro. Estar unidos en matrimonio es un infierno para él tanto como para mí. —¿Entonces por qué? — exijo, mientras la frustración aumenta. —¿Por qué ponernos a ambos en este lío si no soportas estar cerca de mí? — —¿Por qué tenía que hacerlo? — dice entre dientes. —Para proteger…— —El imperio Morelli— termino con desprecio. —Por supuesto. Siempre es lo primero para ti— Nero aparta la mano bruscamente. —Deténgase en la calle Perry— le ordena al chofer, y se da la vuelta. El viaje transcurre en silencio, hasta que llegamos a una calle tranquila y arbolada de la Villa Oeste. —Sal— Me ordena. Hago lo que me dice, mirando a mi alrededor. Estamos estacionados frente a una elegante casa adosada con fachada de ladrillo. De tres pisos de altura, tiene ventanas arqueadas y un macizo de árboles integrados en la acera. Hay un cornejo creciendo allí con hermosas flores blancas. —¿Dónde estamos? — pregunto confundida. Supuse que volvería a estar encerrada en su loft, prisionera de nuevo. Nero no responde, simplemente sube los escalones de la entrada e introduce un código en el teclado de seguridad. Lo sigo, mirando con curiosidad a su alrededor. Nunca hubiera esperado a Nero en esta parte de la ciudad: todo es lujo tranquilo, con calles arboladas y boutiques de diseñadores cerca. Lo sigo a través del umbral. El interior es precioso, el vestíbulo esta amueblado con buen gusto con bellas obras de arte y muebles modernos. Las paredes son blancas y entra mucha luz natural por los grandes ventanales, que se abren a una enorme sala y a una cocina abierta más allá con cálidas armarios de roble y una pared de cristal con vistas al patio trasero. ¡Un patio trasero! ¡En Manhattan! —¿Qué es este lugar? — pregunto, mirando a mi alrededor y sintiendo una punzada de envidia. Es prácticamente la casa de mis sueños, hasta con los coloridos y elegantes muebles de terciopelo y cuero. —Nuestro hogar— La respuesta de Nero es cortante. Lo miro dos veces con incredulidad. —¿Qué? — —Bienvenida a casa, princesa— No hay nada acogedor en su voz. —No entiendo…— —Soy un hombre casado— responde, todavía desdeñoso. —Ascendiendo en el mundo. ¿Por qué no iba a vivir en el lujo con mi querida esposa? — —Nero…— —Traerán tus cosas. Haz lo que quieras— Miro hacia las escaleras. Las habitaciones más allá. El capta mi mirada. —¿Cuál habitación es la mía? — me aventuro a decir. —Te refieres a la nuestra— sonríe con suficiencia. —No— Trago saliva. —¿En serio? — Nero se acerca. —Eso no es lo que gritabas la otra noche. Si, me lo rogaste. Si. por favor Nero. Mas— Niego con la cabeza, con lágrimas en los ojos. Se está burlando de mí. Burlándose de nuestra pasión. —Eso fue antes— —Antes de que me apuñalaras por la espalda— —Nero— mi voz se quiebra. Se da la vuelta, como si le disgustaran mis lágrimas. —Elige la habitación que quieras. Dite a ti misma que dormirás sola…— me mira con una nueva sonrisa burlona en el rostro. —Pero ambos sabemos que es mentira. Pronto estarás en mi puerta rogando por otro polvo sucio. Desesperada por conseguir que ese apretado coño palpite, como solo yo puedo hacerlo— —No— niego con la cabeza, incluso cuando mi pulso se acelera por sus palabras sucias. Suelta una risa áspera. —Ya veremos, princesa. Solo intenta correrte sin mí. Follar era todo para lo que éramos buenos, así que ¿Por qué no ser honesta contigo? Admite que todavía hay algo que quieres de este matrimonio. Mi polla— Sale antes de que pueda lanzarle algo, dejándome sola en casa. Mi nueva casa. Me hundo en una tumbona y dejo escapar un largo suspiro, mis emociones en un torbellino mientras miro a mi alrededor los lujosos muebles y la serena decoración, lo opuesto al caos que siento por dentro. En solo unas horas, todo mi mundo ha cambiado. Otra vez. ¿Esto es realmente lo que me espera ahora: una vida de hostilidad con Nero? Nero. Mi esposo. Oh, Dios, ¿Qué he hecho?
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