Mi móvil vibró nuevamente y ya estaba planeando cortar la llamada cuando el nombre de contacto me hizo cambiar de opinión.
– ¿De nuevo fue a darte las quejas?
– Abigail, ¿Cuántos años tienes para hacer todo esto? ¿no puedes hablarlo como una persona adulta? Ya tienes veintiséis años, por amor a Dios.
Ese era el señor Cooper, mejor conocido como el ser que donó los espermatozoides. Sí, tenía un padre biológico, uno que nunca estuvo presente para ningún acontecimiento importante en mi vida, uno que ni se acordaba cuándo era mi cumpleaños, uno igual de infiel que mi ex. Al parecer la manzana no caía muy lejos del árbol porque parecía que elegía tipos parecidos a los que elegía mi madre, aunque no en el aspecto de abusadores. Mi madre era hermosa, muy guapa y también muy carismática, entonces ¿por qué se había fijado en alguien como mi padre? Ni yo misma lo entendía. Aparentaban ser una buena relación, una buena pareja, pero yo sabía lo que realmente eran, un abusador y su víctima. Durante años mi padre le fue infiel a mi madre y no solo eso, sino que ejercía violencia física y psicológica. Ella soportó mucho, por mí, porque no tenía un trabajo y porque estaba lejos de su familia. Pero debo agradecer que años después decidiera alzar su voz de protesta y nos fuéramos de ese ambiente toxico.
Cuando cumplí nueve años, mi madre y yo nos fuimos y solo mantuve contacto con mi padre muy eventualmente. A veces me escribía, a veces me llamaba. Cuando era más joven sí que extrañaba su presencia porque, es obvio que todos necesitamos una figura paterna, pero ahora, ya no busco nada, ya no quiero nada y él parece no entenderlo.
– ¿Te dijo por qué hice lo que hice? El muy maldito me fue infiel, debería agradecer que no hice más.
– …No me dijo nada de eso, pero escúchalo hija. Un error lo comete cualquiera, es importante perdonar…
– ¿Así como mamá te perdonaba cada vez que te ibas de fiesta y le eras infiel? ¿o como ella te perdonaba cuando la golpeabas hasta dejarla irreconocible? Perdóname por querer algo más que eso para mí, papá. Debí imaginar que alguien como tu protegería a los de su misma especie en vez de proteger a su única hija.
No dijo nada y yo no le permití hablar porque colgué el teléfono con furia, estaba tan herida por dentro, tenía tanta rabia contenida que no sabía cómo calmarme.
“para perdonar a tu padre, primero debes perdonarte a ti misma, cura tus heridas de infancia para poder ser mejor persona”
Si, la psicóloga era buena, pero era más fácil decirlo que hacerlo. Sabía que tenía razón, sabía que tenía que pasar la página, ser una mejor persona, se lo debía a la memoria de mi madre, me lo debía a mí, pero era difícil, años de resentimiento no podían curarse en unas cuantas sesiones, necesitaba tiempo y esto era como un golpe divino para decirme que necesitaba tiempo para mí o al menos eso quería pensar.
Yo era fiel creyente de que las cosas pasaban por algo y ahora estaba segurísima que eso me estaba pasando. Días antes de descubrir la infidelidad de mi ex, un hombre se contactó conmigo identificándose como el abogado de mi madre. Obviamente yo hice lo que cualquier adulto responsable haría, cortar la llamada.
Unos intentos más, una explicación y varios papeles notariales enviados por correo después, creí lo que me dijo. Aparentemente mi madre había dejado un testamento del que no sabía de su existencia que decía que un año después de su muerte se me entregaría una casa que se encontraba en su pueblo natal y una cuenta con todos sus ahorros ¿la razón? Aparentemente mi madre quería asegurarse que todo lo que ella tenía fuera para mí. Mis padres se casaron por civil cuando yo cumplí cinco años, así que técnicamente si uno de los dos moría, el otro debía heredar todo. En mi poco conocimiento de leyes tenía entendido que, si había un testamento, los bienes del difunto no se tocarían, pero también conocía a mi padre y su hambre de querer más así que no culpé a mi madre por querer ser cuidadosa.
Como sea, un año fue el tiempo suficiente como para que mi padre hiciera los papeleos necesarios para volverse viudo. Y ahora era propietaria de una casa hermosa y una cuenta jugosa, lo suficientemente grande como para vivir en la comodidad sin trabajo por muchos años. En un inicio pensé que esa casa podría ser utilizada en mis vacaciones, que podía ir con mi ex como una escapada, pero luego de enterarme de todo el engaño, todo cuadró perfectamente.
Mi madre me estaba cuidado incluso aunque no estuviera aquí, me estaba dando una opción para que yo pudiera refugiarme y así lo hice. Renuncié a mi trabajo de profesora en el instituto cosmético donde trabajaba, renuncié a mi trabajo de maquillista en uno de los proyectos cinematográfico que estaba ansiosa por participar.
El amor que le tenía al maquillaje no era una broma, era el legado de mi madre y también era el mío por lo que fue una decisión muy difícil, no todos entendía que el maquillaje era una forma de arte, que los maquilladores eran artistas que no podían ser comprendidos, y al igual que era difícil ser comprendido, era aún más difícil encontrar un trabajo donde te vean como algo más que una “persona que hace retoques”, había ido a Los Ángeles justamente para conseguir mi oportunidad. Incluso discutí con papá quien seguía en desacuerdo con la dirección en la que estaba dirigiendo mi vida, pero no me importó, tomé la oportunidad y logré hacerme un nombre, una reputación, pero ahora estaba dejándolo todo y me estaba yendo a otro lugar.
Ahora estaba en camino a Arroyo Grande, era técnicamente un viaje de tres horas y media y yo sentía que había pasado más de ocho horas ¿era posible estar emocionada y nerviosa a la vez? Sabía que esto que estaba haciendo era un salto de fe, no sabía lo que me deparaba el destino en ese pueblo, no sabía si iba a encontrar un trabajo, ni siquiera sabía si iba a ser bienvenida por los pobladores, pero muy en mi interior esperaba que esto me llevara a mi destino, a mi final feliz.