La familia Vargas está recibiendo su casa, Azucena está muy emocionada con su nueva casa, porque ya no tendrá que vivir en el hotel, su habitación es grande y con una decoración muy linda, sus cosas por fin llegaron, una de las empleadas le ayuda a acomodar sus pertenencias, después de un arduo día de mudanza, se despejó el cansancio con una merecida ducha.
—Hija, abre la puerta. —Su padre tocando para entrar—
—Voy papito. —Se coloca unan toalla en su cuerpo y la otra en su cabello, para abrir la puerta— Dime papi.
—Hija, crees que te puedes arreglar, saldremos a cenar, fuimos invitados, tus hermanos y cuñada ya me dijeron que irían.
—Es cena formal o informal, papi
—Informal mi amor, saldremos dentro de dos horas, así que tienes tiempo suficiente para alistarte.
— ¡Estaré lista, papito!
Azucena se dedicó a ponerse muy linda, al igual que Leticia quien no perdía el tiempo para hacerle daño a su consentida cuñada, siempre estaba metiéndole cosas a su prometido para que pasara regañando a su cuñada, ella quería tenderle una trampa en el hotel, pero azucena salió bien librada, cosa que ella le toco devolver el dinero que el viejo le dio, no sin antes dejarse besar porque él la amenazo que si no se dejaba haría un escándalo.
Se lavó diez veces la boca, por el asco que sentía, ese día beso a Julián varias veces para quitarse la sensación de como ese viejo la había besado, odiaba como sus hermanos complacían en todo a la chiquilla, y la sobre, protegían como si se tratara de una muñeca de cristal.
Mientras que en la casa de Ricardo, es un mover tremendo, la señora Florinda ha mandado a decorar la sala y el comedor, para darle una buena bienvenida a su hija, quien la visita dos veces en el año.
—Hijo te quiero temprano.
—No te aseguro nada madre, sabes que hoy tengo compromiso.
—Es tu hermana, será posible que seas un insensible.
—Trataré, pero no te prometo nada.
—No me hagas enojar, te quiero a las siete.
Ricardo solo sonrió ante las manipulaciones de su madre, siempre es lo mismo, aunque él no quiera asistir ella siempre busca la manera de hacerlo asistir. Se puso su ropa de cuero negra y su casco para conducir su motocicleta ninja, que es la que usa en las carreras de motos.
La fiesta dio comienzo las amistades de Reyna llegaban emocionadas por ver a su amiga de infancia, Reyna estaba tan emocionada que las lágrimas salían sin necesidad de provocarlas, abrazaba a todas sus amistades, depositando los presentes en una mesa especial.
Azucena y su familia llego unos minutos antes de que comenzaran a servir los alimentos, mientras su padre y hermanos le agradecían a la señora d ela casa la invitación, ella se limitó solo a observar el lugar, Leticia como siempre muy amable delante de los demás, ella cae bien a la primera.
—Hola. —Reyna miro a Azucena cerca de las escaleras, la vio que estaba aburrida—
—Hola, ¿Eres de aquí? —Azucena creyó que era otra invitada—
—Soy la hija de la dueña de la casa. —Recalco Reina—
—Oh eres la festejada, bienvenida, supe que vives en el extranjero.
—Hay mi madre, ella es tan expresiva jajaja, esa soy yo, y tú eres…
—Soy Azucena, la nueva en la ciudad jejeje.
—Ah eres la hija del nuevo socio de la empresa, que bien espero seamos amigas.
—Gracias eso seria Cool.
En eso las amigas de Reyna se la llevaron para que abriera los regalo y le tomaran las fotos, Azucena se quedó sola, subió las escaleras para apreciar las obras de arte que había en las paredes, cuando escucho un ruido estreno.
Se apresuró a subir a la segunda planta y al final del pasillo vio una ventana abierta, se acercó y vio que alguien está entrando por ella, al principio creyó que era un ladrón así que tomo uno de los jarros que había en un estante y cuando esta por darle en la madre, miro que era su héroe.
—¡¡Dios santo!! Casi te parto la madre. —Puso el jarrón en el suelo y lo ayudo a entrar—
—Tú, que haces aquí.
—Eres un ladrón, ven rápido tienes que esconderte.
—¡Ladrón! Estas equi… —No lo dejo terminar la de explicarle—
—Dime cuanto necesitas, no tienes que arriesgarte de esta forma, mírate pareces un ninja, de n***o y entrando de esta forma a la casa de los ricos.
—Espera, ¡Crees que soy un ladrón! —Ricardo, extrañado que ella lo confundiera con ratero—
Azucena lo tomo de la mano y tomo los picaportes de cada puerta hasta que encontró una sin llave, se adentró empujando a Ricardo dentro de la habitación. Él está confundido por el accionar de la chiquilla.
—Mira, me salvaste mi honra así que te pagaré, dime cuanto necesitas para retirarte de este trabajo, si es que se le puede llamar así, sabes que si te pillan te van a mandar a la cárcel o aún peor te pueden matar, que desperdicio con tu cara hasta de modelo puedes trabajar.
—Espera chiquilla, estas… —No lo dejaba terminar, ella sacaba sus propias conclusiones—
—Ya sé, le dire a mi padre que te contrate, le diremos que eres un buen empleado trabajador y honrado, bueno lo de honrado eso mejor no lo mencionemos.
—Tú estás confundida.
—Eso haremos, trabajarás para mi padre, sé que él me concederá ese capricho. Mira no más que recamara tan preciosa, eso si no toques nada, tienes que aprender a no tocar lo ajeno.
—Esta es mi… —No lo escucho—
—Por lo que veo es una habitación masculina, solo se ven prendas de hombre, mira la ventana está abierta. —Azucena la abre— Está algo alto, pero tú estás acostumbrado, mira solo pon un pie aquí y saltas.
—Estás loca, estamos en el segundo piso.
—Eso lo hubieras pensado antes de entrar robar, ahora ven aquí y salta.
—No haré eso, está muy alto.
—Eres un testarudo.
En eso tocan la puerta, del susto y la adrenalina, Azucena toma del brazo a Ricardo y lo empuja por la ventana haciendo que pierda el equilibrio y salga volando, lo ve como cae encima de una rama, solo cierra los ojos para no ver como impacta contra ella.
—¡Estás bien! —Ricardo solo suspendió la mano, ya que le dolían las costillas—
—Hijo, llegaste. —Al escuchar la voz femenina apago rápido la luz y se escondió atrás de las cortinas, deseando no ser descubierta—Este muchacho me va a terminar matando, ¡Habla si estas!
En eso escucho que los pasos se retiran de la puerta, Azucena se tocó el corazón, pensó que se le saldría del susto. —Pobre señora, ha de ser feo tener un hijo testarudo.
En eso se recordó que ha aventado por la ventana a su héroe, que ahora ella sabe que es un ladrón, pero eso no le quita que le salvo el pellejo cuando más necesitaba.