CAPÍTULO 6

1021 Palabras
Violeta peina el cabello de su madre, hoy la rubia consiguió que le dieran el día libre en el trabajo, dentro de unos minutos llevarán a Ágata a la unidad de diálisis, la preocupación no la abandona porque, el tratamiento parece no estar haciendo efecto y un trasplante renal no es posible, debido a que su cuerpo se debilitó mucho en espera de un riñón compatible, ser donante universal se ha convertido en una desgracia para la mujer. Ana y Elba están a su lado, tratando de aligerar la tensión con sus chistes y bromas mientras esperan que la trasladen a dializar, una vez que la conectan a la máquina de hemodiálisis, el nefrólogo tratante pide hablar con la hija. —Ya no hay nada que hacer, la condición de su madre solamente tiene un desenlace fatal— asegura el Galeno, después de esas palabras, la chica llama a su esposo llorando. —¿Puedes venir?— pregunta ella en un hilo de voz, después de contarle a su marido lo que habló con el médico. —No tengo tiempo, ahora estoy ocupado— responde sin tacto —además de que lo dicho por el doctor es algo de lo que tenías que estar consciente hace meses— ella no dice nada más, cada vez que ese pensamiento pasó por su mente, buscaba espantarlo pidiéndole a Dios que ocurriera un milagro y que su madre pudiera salvarse. La rubia se abraza a sí misma mientras derrama lágrimas amargas, se siente tan sola; sintió crueldad en las palabras de Ricardo, pero también son ciertas, debió estar preparada para ese escenario, es su culpa por negarse a considerar una fatalidad y más sabiendo que Diego solamente la tendrá a ella... Violeta está sentada en la sala de su casa, apretando con sus dos manos fuertemente, una tasa de café, su mirada traspasa las cosas, mientras su mente está en el futuro que se le avecina. —Mi vida ¿Qué haces ahí?— pregunta Ricardo cariñosamente, junto con sentarse a su lado. —Pensando en mi hermanito, ¿cómo haré cuando ya mamá no esté?— responde mientras deja salir sus lágrimas. —Vamos a hacer una cosa— le habla haciendo que levante la mirada —es hora de que renuncies a tu trabajo para que te dediques por completo a tu mamá y a Dieguito, yo te voy a ayudar en todo lo que haga falta. —Pero, ¿cómo hago?, tengo muchos compromisos y no me parece justo que corras con los gastos de mi familia— refuta la rubia. —Tú eres mi esposa, mi reina y yo puedo darte todo; además, ¿no quieres estar el cien por ciento pendiente de mi suegra?— cuestiona —o ¿será que no me consideras parte de tu familia y por eso no me dejas ayudarte económicamente?— agrega llevando la mirada al piso. Esa última frase provoca en la chica cierta culpa, no creyó que Ricardo se sintiera excluido por el hecho de ella asumir todos los gastos de su madre, así que, como una manera de complacerlo y viendo la propuesta de su marido como lo más viable, toma la decisión dejar de laborar... Ágata siente que no le queda mucho tiempo de vida, así que le pide al médico el alta, quiere morir en una cama cómoda, rodeada de la gente que ama y no en una fría habitación de hospital, conectada a máquinas; está tranquila porque sabe que sus hijos no quedarán solos. Ante la insistencia de Ricardo, trasladan a la mujer a la vivienda del matrimonio Amaya Medina... Mercedes y Aura, las madres de Ana y Elba, llegan a visitar a Ágata; el joven las hace pasar hasta la habitación de su suegra y les ofrece galletas junto con una bebida caliente. Ricardo escucha los halagos hacia su persona con mucho orgullo; sin embargo, cuando el centro de atención comienza a ser el amor con el que Violeta ha cuidado a su madre, el mira el reloj y pide permiso para dirigirse a su esposa. —Mi reina ¿puedes venir un momento?— habla con amabilidad el chico. La rubia asiente y lo sigue. —No le estés dando tema de conversación a las viejas esas, porque si no, no se van hoy de aquí — le dice junto con estar lo suficientemente lejos de la visita, sus facciones reflejan expresión de molestia. Un par de minutos después, ella comienza a preparar todo para que su madre tome un baño, es la única forma que encuentra para que las visitantes no sientan que las esta corriendo. Violeta recibe una vez más, los halagos por tener un esposo tan bueno y cariñoso. —Te sacaste la lotería, cuídalo que un hombre así no se consigue en cualquier lado— comenta Mercedes, cuando se despide de la chica y ella asiente con una sonrisa... Los días pasan y la salud de la madre cada vez es más delicada, parece que hubiera aumentado una docena de kilogramos, debido a la inflamación por retención de líquidos y la chica no tiene cabeza para nada más, ante eso, su esposo se ofrece a ayudarla, por lo que propone ser quien de ahora en adelante se encargue de las cuentas; así que, cambió las contraseñas y solo le dejó igual la clave del cajero automático; desde ese día Violeta perdió independencia en el manejo de su dinero. Ella prefiere no refutar, ya después, cuando todo esté más tranquilo, recuperará el control... Finalmente, llegó el día más temido, después de encomendarle a su yerno que cuidara de Violeta y Diego, Ágata cerró los ojos para siempre. Un grito desgarrado sale de lo más profundo de la hija, pero ese mismo grito de dolor es ahogado por las palabras de su esposo. —Deja la ridiculez de estar pegando gritos que con eso no la vas a revivir— le dice —además, piensa en Diego— agrega dándole un nuevo sentido a la advertencia inicial. Y así, con el dolor de haber perdido a su madre, tuvo que enmudecer su llanto.
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