Seguí lamiéndole el clítoris, masajeándolo eróticamente con la lengua. Brooke empezó a retorcerse y a jadear, pegando mi cabeza a su clítoris justo cuando su orgasmo estaba a punto de materializarse; por lo tanto, dejé de lamerlo y le soplé aire caliente. Esto tenía dos propósitos: negarle el orgasmo y mantenerla cerca del clímax. Había planeado concederle el orgasmo más intenso, pero se corría demasiado rápido. No podía permitírselo todavía.
"Josh, cariño", jadeó, "¿por qué te detuviste? Lameme rápido; ya casi estoy ahí".
La ignoré y continué soplando aire caliente sobre su clítoris, enfriándola hasta la temperatura deseada.
- ¡Josh, lameme!
"Aún no."
"¡Pero yo venía!"
"Lo sé."
Levantó el torso con agresividad y me fulminó con la mirada. "¡Eres un hermano malvado! ¿Por qué me niega
