XVII. Plan antirescate

2180 Palabras
El cielo se tornaba muy azul mientras el auto avanzaba por las calles de la ciudad. En el interior, Rocío se quejaba en el asiento trasero, cruzando los brazos persistentes con un gesto de fastidio. —¿Y Para qué estudié, eh? —quejándose y expresando su malestar al grupo—. Terminar siendo empleada de una librería… Y para colmo, la televisora ni me quiso contratar como conductora, ni como escritora, ni siquiera como jala cables. Catalina, sentada junto a ella, se volteó con una ceja arqueada y una sonrisa apenas contenida. —Tal vez fue mala suerte… —sugirió con tono sororo. —¡Mala suerte nada! —replicó Rocío—. Tú seguro lo conseguirías fácil, Catalina. Por tres enormes razones. Jeremy, al volante, soltó una risa baja mientras maniobraba. —¿Tres razones? —intervino—. Entiendo las dos primeras, pero ¿cuál es la tercera? Rocío le lanzó una mirada exasperada. —¡Curvas! — Enfatizó a secas. El auto estalló en sus quejas mientras Jeremy negaba con la cabeza pero tratando de mantener la concentración en el camino. Poco después, el vehículo se detuvo frente a la casa de Jeremy. El grupo comenzó a bajar, charlando entre ellos, mientras Jeremy se quedaba atrás para guardar el auto en la cochera. Ninguno de ellos notó el coche oscuro que se había detenido a una distancia prudente. En el interior de ese coche, un hombre cuya silueta no se distinguía levantó un radio comunicador. —El objetivo ha llegado a su destino —dijo con voz firme—. No podemos eliminarlo. Una voz al otro lado de la línea respondió con irritación. —¿Por qué no? —Hay una mujer que nos conoce —explicó el sicario—. Si hacemos algo frente a ella, a los Burguesos no les hará gracia. Suspenderé la misión por ahora. La comunicación se cortó y el coche oscuro se alejó silenciosamente mientras el grupo entraba en la casa. Catalina fue la primera en abrir la puerta. Lo que encontró al otro lado la dejó sin palabras: un hombre mayor, de baja estatura, de cabello canoso y rostro alegre, que llevaba solamente calzoncillos y una camiseta interior blanca. Estaba descalzo y sonreía con desparpajo. —¡Holaaaaaa enfermera! —exclamó el señor Jianming Wong, extendiendo los brazos como si esperara un abrazo. Catalina retrocedió un paso, sorprendida. Detrás de ella, Rocío y Enrique reaccionaron al unísono, cubriendo los ojos de Estela con una mano cada uno. —¡Papá, vístete! —gritó Jeremy entrando en la puerta, visiblemente enojado—. ¡No ves que estás cometiendo un delito! Jianming levantó las manos en señal de disculpa y desapareció por el pasillo, camino a su cuarto. Catalina giró hacia Jeremy, todavía perpleja. —¿Vives con tu papá? —preguntó. Jeremy suspiró, masajeándose las sienes. —No. Es él quien vive conmigo. Hace poco, su última mujer, que no es mi madre, lo corrió de su casa por ludópata. No sé qué le pasó; antes era responsable con el dinero. Pero solo dale cereal y dibujos animados y estará como antes. Rocío y Catalina se miraron, claramente intrigadas por esa última respuesta. Jeremy, ignorando sus expresiones, señaló hacia el salón. —Pónganse cómodas. Enrique y yo tenemos algo que hacer en el despacho. Sin decir más, Jeremy y Enrique se dirigieron al despacho. Hans, el fantasma que había estado siguiéndolos, se deslizó tras ellos con discreción para espiarlos. Sin embargo, esa acción no pasó desapercibida para Estela, quien observó al fantasma con atención. En el despacho, Jeremy se cruzó de brazos mientras Enrique comenzaba a hablar. El cazafantasmas respiraba hondo, como si lo que estaba por confesar cargara un peso insoportable. —Trabajo para Carlos Ertorini —soltó al fin, bajando la mirada. Jeremy levantó una ceja, incrédulo. —¿Para Ertorini? —repitió lentamente, como si necesitara procesarlo. Luego, añadió con un tono cargado de sarcasmo—: ¿Qué sigue? ¿Qué tú también sabotearás mi caso con la televisora? —¡No! —Enrique alzó ambas manos como escudo—. Eso fue antes de conocerlo. Mira, te explico... Enrique rebuscó entre los papeles de su mochila y sacó un contrato, extendiéndoselo a Jeremy. Este lo tomó y comenzó a leer, frunciendo el ceño ante las cifras. —Esto no parece tan malo. El salario es ridículamente alto. ¿Dónde está el truco? —El trabajo que me encomendó... —Enrique tragó saliva y bajó la voz— fue exterminar un fantasma. Jeremy dejó caer el papel sobre el escritorio como si quemara. —¿Un fantasma? —dijo, recordando de inmediato. Apuntó a Enrique con un dedo acusador—. ¿No será por esa vez que te golpeé fuera de la casa de Rocío y rompí tu cámara? Enrique asintió, visiblemente nervioso. —Exacto. Después de ese incidente, Carlos contactó a la televisora, consiguió mis datos y me propuso trabajar para él directamente. Jeremy soltó una risa incrédula. —No me sorprende. Ese tipo siempre tiene un plan retorcido en marcha. Mientras tanto, en la sala de estar, Jianming reapareció. Ahora llevaba un conjunto sencillo: una camiseta azul y pantalones de vestir. Traía en mano un tazón lleno de cereal de frutas de colores. Se detuvo frente a Rocío y la observó detenidamente. —¿Cómo está Abraham? —preguntó con tono despreocupado. Rocío parpadeó, sorprendida. —Mi papá murió hace seis meses. ¿No lo recuerda? Jianming dejó de masticar por un momento y miró al suelo, abatido. —Lo siento mucho, hija. Me hubiera gustado estar en su funeral. Rocío lo miró fijamente. —Usted estuvo en el funeral, señor Wong. Usted y el señor King pagaron todos los gastos. Jianming se golpeó suavemente la frente con la palma de la mano. —Ah, cierto. ¡Ahora lo recuerdo! —¿De verdad este es el súper abogado que doblegó a Ertorini? —Murmuró Catalina tras observar su conversación. Desde su rincón, Estela lo miraba fijamente con su característica expresión de “¡Miraaaar!”. Jianming no tardó en notarla y señaló con su cuchara. —Esa niña... no es normal. Rocío, que la tenía abrazada, suspiró. —Según ella, puede ver fantasmas. —¿En serio? —preguntó Jianming, intrigado. Se inclinó hacia Estela y sonrió ampliamente—. A ver, niña. ¿Dónde están los fantasmas? Estela no dudó. Apuntó hacia una esquina donde Israel y Emilio permanecían callados, luego giró su dedo hacia el despacho. —El tercero está ahí —dijo con voz firme. Jianming asintió como si aquello no fuera una sorpresa. —¡Oh…! Es verdad. Rocío y Catalina se quedaron boquiabiertas. —¿Usted también puede verlos? —preguntó Rocío, incrédula. Rocío, con Estela aún sentada en su regazo, notó cómo la niña dirigía su mirada fija al tazón de cereal que Jianming sostenía pero no había probado. –¿Qué pasa, Estela? –preguntó con suavidad, acariciándole el cabello. –Ese cereal –dijo la niña señalando directamente al tazón–. No se lo va a comer. Rocío frunció el ceño con confusión y, tras un breve momento, la sentó en el sillón. –Quédate aquí –le indicó, dejando a Estela acomodada mientras ella se levantaba–. Ahora vuelvo. Caminó con determinación hacia el despacho, decidida a interrumpir a Jeremy por lo que ya consideraba un capricho adorable de la niña. De vuelta en el despacho, Enrique seguía hablando mientras Jeremy intentaba procesar la situación. —Lo último que firmé para Ertorini... fue un documento que cede la custodia de Estela en caso de que algo me pase; prisión, desaparición o muerte. Jeremy traga saliva y deja escapar un jadeo. —¿Cómo pudiste firmar algo así? Enrique se encogió de hombros. —Desde antes de conocerla, me amenazó. E incluso manipuló a Estela... Jeremy se pasó una mano por la cara, tratando de pensar. — Tomando inspiración de mi última derrota, tenemos que fabricar un documento. Uno que lo anule, con fecha muy anterior. De repente, la puerta del despacho se abrió de golpe, dejando entrar a una Rocío visiblemente fastidiada. –Perdón por interrumpir –dijo con un tono agridulce–, pero la niña quiere cereal de frutas. Específicamente, el del conejo. ¿Le puedo servir Jeremy? Jeremy resopló con frustración, ajustando las gafas que comenzaban a resbalarse por el sudor de la conversación tensa. –Sí, pero por favor ¿puedes no irrumpir de esta manera? –pidió con firmeza. Rocío juntó ambas palmas en señal de disculpa y retrocedió un paso. –Perdón, perdón… Ya me voy –contestó mientras salía. Sin embargo, en su distracción, olvidó cerrar por completo la puerta del despacho. Desde la sala, Catalina observó a Rocío dirigirse a la cocina con paso apresurado. Una sonrisa traviesa apareció en sus labios. Sin hacer ruido, se levantó del sillón y caminó sigilosamente hacia el despacho, donde la puerta entreabierta le daba el ángulo perfecto para escuchar sin ser vista. —Yo no quiero que Estela termine en manos de ése tipo y cuando me pase algo grave… ¿A quién le dejo la custodia? —preguntó Enrique con desesperación—. Nuestra tía podría ser una opción, pero Estela no la soporta. —Independientemente de eso, para que ella termine en su custodia tiene que pasarte algo — Jeremy se detiene y le confiesa algo muy crudo—. La verdad me caiste mal en un inicio, pero viendo su fijación de Rocío por tu hermanita, a la que fue a abogar por cereal, no puedo dejarla y la verdad no quiero matarte, ¿Qué podemos hacer? En ese momento, mientras ambos pensaban en una solución, la puerta entreabierta se movió ligeramente. Una cabeza de cabello rubio se asomó. —¿Y si te secuestramos? —interrumpió Catalina con una gran sonrisa traviesa. Ambos hombres la miraron, atónitos. Jeremy se llevó una mano a la frente, mientras Enrique simplemente la observaba con la boca entreabierta. —¿Qué? —preguntó Catalina con inocencia—. ¡Era sólo una idea! Jeremy, todavía sorprendido, ajustó sus lentes y cruzó los brazos, mirando a Catalina con una mezcla de incredulidad y exasperación. –A ver, explícate –dijo con tono seco–. ¿Cómo una idea tan pendeja como esa puede funcionar? Catalina, ofendida pero decidida, se acomodó un mechón de cabello y levantó un dedo como si fuera a dar una conferencia. –Abogado-san, es muy simple. El señor King solía ejercer los secuestros... Jeremy y Enrique, sincronizados, levantaron las cejas al mismo tiempo, pero Catalina no se detuvo. –... pero como nadie pagaba los rescates, dejó de ser negocio. Mientras, lo que sí funciona son las operaciones. Es más limpio, más rentable y nadie queda colgado con una deuda emocional. Jeremy dejó escapar un suspiro mientras Enrique negaba con la cabeza. Luego, ambos se miraron y parecieron llegar a un acuerdo mutuo. *** –Tal vez... –comenzó Enrique, pero antes de que pudiera terminar su frase, un berrinche inesperado interrumpió la conversación. En la sala, Estela, quien hasta ese momento había estado disfrutando de su cereal, amargamente lanzó el tazón al suelo con fuerza, haciendo que el contenido se esparciera por todas partes. Sólo porque Enrique le dijo que el día que le falte su hermano, se irá a vivir con la tía. –¡No quiero ir con esa vieja fea! –gritó, tirándose al suelo para patalear como si su vida dependiera de ello. –ELLA ME ODIA, YO LA ODIO, ERAS UNA CARGA Y YO ¡NO QUIERO!. Todos en la sala quedaron atónitos. Rocío, que había estado ocupada limpiando el desastre del cereal, dejó de moverse, mientras Catalina observaba divertida desde una esquina. Jianming, por su parte, miraba la escena en silencio, rascándose la cabeza como si intentara recordar algo relevante. Jeremy se llevó una mano a la frente, cerrando los ojos como si tratara de borrar la escena de su mente. –Definitivamente, no sé si quiero tener hijos con Rocío –murmuró para sí mismo, casi inaudible. Enrique, abrumado, se arrodilló junto a Estela e intentó calmarla, colocando una mano en su hombro. –Está bien, está bien me rindo... No irás con la tía –dijo, resignado, con voz suave. Estela dejó de patalear, pero seguía respirando agitadamente, con las mejillas sonrojadas de la rabieta. Enrique aprovechó el momento para preguntar: –Pero esto es muy serio –Enrique se detuvo un instante y continuó. –Entonces, el día que me pase algo, si yo te llego a faltar, si yo ya no estoy como mamá y papá... ¿con quién quieres quedarte? Estela levantó un dedo tembloroso, señalando a alguien en la sala. Todos giraron la cabeza para ver hacia dónde apuntaba. Rocío parpadeó varias veces al darse cuenta de que era ella el objetivo del dedo que señala. –¿Yo? –dijo, señalándose a sí misma con incredulidad–. ¿Por qué a mí? CONTINUARÁ ------->
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR