Capitulo II

1601 Palabras
El rostro de Alessandro Caruso mostró una gran sonrisa, aquella chiquilla le pedía dinero a él por venderle su cuerpo. Ahora lo pensaba muy bien, ella era tonta pero astuta. Reparó nuevamente lo que llevaba puesto y aun así no logró excitarlo, podía burlarse de ella. Alda estaba muerta de miedo por dentro, aquellas palabras se sintieron como si hubieran quemado su boca, fue una tonta al pensarlo y una estúpida al decirlas. Se limitaba ver al hombre frente a ella, su boca mostraba una media sonrisa. -crees poder complacerme Stella- sin permiso alguno pegó su cuerpo al de Alda, bajó su mirada y lo que intuía se hizo presente. Esta mujer estaba temblada ya sea de excitación o miedo pero optaba por lo otro. -puedo intentarlo.- no tenia experiencia en ese ámbito para nada, jamás en su vida sintió la necesidad de complacer a algún hombre o peor aún, jamás había tenido novio. -intentarlo florecita, y como lo intentarías- le estaba tomando el pelo, jamás se acostaría con una mujer como ella, pero para Alessandro era divertido ver las expresiones de su bello rostro, eso no lo negaba, su cara era preciosa. Se cruzó de brazos y se sentó en uno de los sillones de su oficina, con un movimiento de cabeza avisó al hombre que aun estaba en la habitación que se marchara. Ángelo que era amigo y mano derecha de Caruso no podía aguantar la risa, sabia perfectamente lo que su amiga hacia con la pobre mujer. “humillarla” Una vez solos en el lugar Caruso habló -y bien florecita, que tienes para ofrecer- que podía ofrecerle una chica con una ropa extra grade y simple, su rostro era otra cosa. Alda con un temblor en sus manos comenzó a quitar el suéter rosa que cubría su cuerpo, debajo de este solo tenía un brasier rosa pálido casi sin relleno, aquella prenda era vieja y sosa para el gusto de cualquier hombre pensó ella. Menos para Caruso que cuando vio la prenda lo primero que pensó fue arrancársela de su cuerpo y prenderse de ese par de pecho grandes. Caruso llevó su mano a su cuello, su vista fue nublada por un momento. El cuerpo de aquella florecilla era precioso, fino pero con un par de razones justificadoras. Solo había quitado su sudadera y el hombre ya estaba deslumbrado por su piel. Tiene una piel blanca y sin una marca, una mordida en su cintura se vería perfecta. Quiso disimular el desconcierto que tenia con su piel. -muy común- lo dijo para tratar de justificar su atenta mirada. Alda lo suponía, su cuerpo era muy común, sin gracia. Era horrendo y ahora este hombre lo confirmaba. Con la mirada en el suelo quitó su pantalón. Y si me desprecia pensó Un interior color carne cubría la intimidad de la joven, este se confundía con su tono de piel. Sus piernas pensó Caruso, caderas casi anchas que le dan una figura de reloj de arena, su trasero no era muy grande pero si perfecto para dejar las señas de sus manos con las nalgadas que pensaba darle. -común- volvió a decir, pero no sentía para nada esas palabras- ven aquí- Alda caminó a paso lento hacia el imponte hombre que estaba sentado en ese lugar. Estaba vestido todo de n***o, su camisa estaba un poco remangada algunos vellos salían de ese lugar. Bajó su mirada y observó su entrepierna, su cuerpo tembló solo de pensar lo que se escondía allí. ¿me obligará a tocar aquello?. El Diablo se sentía algo desconcertado por el caminar sensual de la mujer, quería tomarla sin delicadeza de la mano y sentarla en su regazo, que ella palpara su m*embro. Una vez que la tuvo frente a él tomó su mano y la sentó en donde quería. La cabellera rubia de la joven cubrió un poco su rostro. El Diablo lo apartó y este ahora estaba en el sitio que el quería. -m*stúrbate encima de mi- las mejillas de la joven se tornaron rojo. -yo…- como hago eso, pensó ella. -hazlo como seguramente lo has de hacer en tu habitación- no se movió ni un centímetro, no sabía como hacerlo. Se sentía estúpida. Las manos del Diablos fueron a la cintura de Alda, la sostuvo fuerte y fue él quien empezó a moverse de arriba abajo de una forma sutil. ¿qué es lo que estoy sintiendo?, se siente extraño, este hombre se mueve y lo siento, siento lo que hay entre sus piernas, es raro, pero no desagradable. Hermana donde quiera que estés espero que te encuentres bien. Mariana mas que una hermana era una madre para mí, muchas veces se quitó el pan de la boca para dármelo, muchas veces la vi siendo humillada por los hombres que intentaban propasarse con ella en su trabajo. Tantas veces la vi llorando en su habitación, aquellas lagrimas escondían algo más. Y ahora me encuentro encima de este hombre a punto de entregar mi cuerpo por mi hermana, no hay justificación para su robo, pero no puedo molestarme con ella. Diste mucho por mí. Mi mirada se encuentra con el que dicen llamar el diablo, no deja de moverse, pero siento que no lo está disfrutando por que su rostro no muestra nada. Soy yo la que hace muecas vergonzosas y reprimo cada quejido que quiere abandonar mis labios. Se detiene de pronto, mi cuerpo se tensa. -quita mi correa- las manos de la joven comienzan a temblar. El va a hacérmelo con la ropa puesta pensó. -si…señor- sus manos bajaron a su cintura y lentamente quitó el broche, intentó abrir el botón de sus pantalones pero este la detuvo. -estas ansiosa florecita- sus manos recorrieron el torso de la joven, ella se irguió y eso hizo que se mueva encima de él. -aprendes muy rápido o tal vez finges no saber- quitó el broche de su brasier este cayó al suelo mostrando así el pecho de Alda. Como lo imaginé rosas se mordió el labio el Diablo. Alda intentó cubrir su pecho, pero este no lo dejó. Se colgó de uno de ellos y comenzó a chupar y morder. -que.. que hace- intentó empujarlo pero El Diablo no suelta una vez que tiene a su presa. Su mano presionaba su otro seno y con las puntas de sus dedos jalaba su pobre pezón. Alda sentía las mordidas que dejaba ese hombre, ahora si se sentía asustada, sin escapatoria y sola. Su cuerpo estaba en llamas y quería aparatarlo, aunque se sintiera bien no dejaba de ser lo que era -querías complacer al diablo florecita, aprende a lidiar con él- sin ningún esfuerzo se levanto de su asiento con ella en brazos, la tomó como una muñequita y la sentó en su escritorio. Quería burlarse de ella, pero su cuerpo su escultural cuerpo dijo lo contrario. Esta mujer necesitaba ser poseída y consumida por él. Tenia que probar su mercancía pensó, tenia que comprobar que tanto podrían disfrutar sus clientes con esta perra barata. Tiró las cosas al suelo y la sentó de golpe en el lugar. No hubo resistencia por parte de ella, Alda sabía que si se resistía todo podía acabar en desgracia. Hubo un leve toque en la puerta de su oficina. -señor- del otro lado estaba su mano derecha. -que nadie me moleste Ángelo- dijo en voz alta, el ruido cesó y ahora su podía concentrarse en la florecilla. -señor…- el rostro de la joven estaba rojo, por un momento aquello le pareció tierno al Diablo pero logro quitar aquella estupidez de su cabeza. Alda miraba la tela extendida en la entrepierna del hombre, estaba muy templada que en cualquier momento podía romper sus pantalones pensó ella. El la observaba e intentaba calamar su respiración. Estaba muy agitado, ni cuando asesinaba a sus enemigos se agitaba, pero con esta mujer era otra cosa. Al ver que la joven no hacía nada por desvestirlo el mismo comenzó a hacerlo. Le pareció humillante pero poco le importaba porque quería enterrarse en esa chiquilla. Su camisa aterrizo en el suelo, Alda se guardó un suspiro cuando vio el cuerpo del hombre, musculo pensó, su pecho…. Sus brazos, su abdomen. Mordió su labio, algo que no pasó desapercibido para el Diablo que llevo su mano a la cintura de la joven y arranco de su cuerpo la última prenda que la cubría. -abre las piernas- quería ver su lugar secreto, no tenia tacto para decir lo que quería poco le importaba. Alda cerro sus ojos y lentamente intentó abrirlas, pero el Diablo las abrió de golpe infringiendo un poco de dolor en sus muslos. La vista del hombre se enfocó en ese lugar, mordió su labio al descubrir que chorreaba un poco. Alda sintió vergüenza al ser explorada de aquella manera, se sentía expuesta e incómoda. -precioso- fueron las palabras del Diablo, delicioso quiso decir. -que pasará…ahora- el hombre levantó una ceja. -que crees que va a pasar florecilla, sei Sensuale Stella- soltó sus piernas- déjalas así- sentenció- Las piernas de la joven empezaban a doler por la posición en la que se encontraba -es hora de probar este manjar- la boca del Diablo se deleito con su sabor y su legua abría sus pliegues, lo único que pudo hacer Alda fue tirar su cuerpo hacia atrás y dejar que ese hombre hiciera lo que estaba haciendo entre sus piernas, su cabeza quedó en el filo del escritorio y su cabello casi tocaba el suelo, pero lo único que si logró tocar aquel frio lugar fueron las lágrimas que escapaban de su rostro.
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