Unos pocos invitados permanecen en la sala mientras nosotros esperamos en posición. Finalmente, cuando solo quedan dos personas, James Williams y una mujer mayor, nuestro coordinador da un paso al frente. —Tenemos quince minutos. Creo que deberíamos empezar. Todos nos lanzamos al trabajo, plegando sillas y apartándolas. Tengo cuidado de no mirar a Jame Williams ni a la mujer con la que habla en voz baja. No sé si deberíamos haber esperado, pero al menos podemos darles la ilusión de privacidad. Mientras Jimmy y yo armamos una de las mesas y coloco el mantel, la mujer con la que James hablaba me llama chasqueando los dedos. Sus manos están cubiertas de anillos chillones que repiquetean entre sí cuando las agita. —Tú —me señala con una mirada severa—. ¿Hay algo para beber que no sea champá

