Capítulo 2

1947 Palabras
Capitulo dos Jeick La identificación de los rebeldes. Abro los ojos, levantándome con un brusco movimiento de la litera, mirando como los demás siguen durmiendo con los uniformes puestos. Himnos y trotes se escuchan a lo lejos de la tienda. El sonido de las voces de los soldados al recitar los versos que nos han enseñado desde que llegamos a este lugar me recuerdan que hemos completado una misión más con éxito y que ya no estamos vagando por el desierto sin rumbo. Restriego las manos contra el uniforme sintiendo los granos de arena qué se han adherido la rugosa tela del camuflado. Palmeo los bolsillos del pantalón buscando la cadena y simbología que robamos a varios rebeldes, el tintineo de las placas metálicas se escuchan al contacto con las otras, la pieza está fría y es pesada en la palma de la mano. Este pequeño objeto casi mata a uno de mis compañeros. Analizándolo desde otra perspectiva es insignificante el valor que los altos mandos dan a esta cadena. Arriesgar la vida de todo un escuadrón para conseguir esto y la cabeza de un líder rebelde, es algo que no tiene precedente, cae demasiado lejos de lo lógico y coherente. Pero los perros no pueden escoger su destino. Quito con parsimonia las prendas del uniforme dejando que el residual sueño que aún me invadía vaya desapareciendo, entro al cubículo que tiene la función de un baño precario mirando con molestia el agua fría que me espera. El sol aún no sale y los pocos rayos de la luz que hay en el cielo iluminan lo suficiente para que pueda caminar hacia la sala de comando donde se encuentra el jefe del escuadrón 057, libero los rasgos de las emociones y muecas que pueda hacer en este trayecto. Sin desviar la mirada a lo que me rodea, sigo adelante fijándome por el rabillo del ojo de cada detalle del alrededor, sintiendo la presencia de las personas del alrededor. No importa si no quiero hacerlo, si deseo que mis sentidos estén dormidos y no le preste atención a lo que me rodea, el entrenamiento que recibimos hace que eso sea imposible. –Adelante–anuncia la voz del jefe al escuchar del otro lado de la carpa el saludo que acabo de dar– ¿vienes a presentar el informe? –pregunta levantando la mirada de los papeles que hay en el escritorio, cerrando la tapa de la carpeta negra. Asiento acercándome al escritorio dejando la cadena con las placas sobre la superficie metálica del escritorio, la mano del jefe se cierra sobre la cadena revisando las placas con cuidado detallando el mensaje grabado que hay en ellas. –La misión fue cumplida con éxito, solo tuvimos un percance. Tomamos la cabeza del líder rebelde y varias placas de identificación, es como suponían, las placas son importante para ellos. Eliminamos a la mayoría de rebeldes. – ¿La mayoría? –inquiere alzando la mirada. La expresión seria y de espera que hay en su rostro me dan la confianza necesaria para decirlo que llevo pensando desde que nos enfrentamos a este grupo de rebeldes y no creer que estoy delirando. –Los rebeldes estaban actuando raro, era diferente a las otras veces donde los enfrentamos–hago una pausa recordando vívidamente los minutos que duraron ese enfrentamiento y el comportamiento antinatural de ellos–no sé cómo describirlo a la perfección, pero se asemejan a una Diana enloquecida cuando tiene la adrenalina a tope. Indestructibles. Murmuró la última palabra con duda, pero no hay nada mas cerca a describir como estaban actuando, no era normal ese comportamiento… Parecía que no sentían dolor y podían luchar durante días sin la necesidad de gemir o llorar por la desesperación, se veían como máquinas aunque había sangre en sus venas. – ¿Crees que hay un agente externo ayudándolos? –asiento. No me interesa como termine esta guerra entre los rebeldes y el ejército, cuantos muertos haya en cada bando y quienes estén cubriendo sus espaldas. Esta guerra ha dejado de ser nuestro problema cuando las placas entraron en esta base– ¿supones que es una droga, Jk? –inquiere usando el apodo por el que solamente me llaman mis compañeros. Ese pequeño apodo hace la diferencia entre responder y no responder. –No tengo la menor duda. –Bien, puedes salir–afirma fruncido el ceño mirando con atención las placas metálicas–avísale a todo el escuadrón que apenas Harry despierte dejaremos este lugar. Buen trabajo soldado. –Entendido señor. Camino hacia la carpa médica escabulléndome hacia dentro mirando cada camilla hasta encontrar el lugar donde han trasladado a Harry. El rubio sigue dormido profundamente, una bolsa de medicina y sueros cuelga sobre su cabeza, la cual está conectada a su brazo mediante una vía. Acorto la distancia hacia la camilla, observando con tranquilidad como el pecho sube y baja, indicando que está respirando sin ayuda de alguna máquina, saber que él está bien, apacigua los miedos y malos recuerdos que me provocan estar en un hospital o rodeado de medicinas. El olor a medicamento es tan fuerte y concentrado que solo puedo permanecer al lado de Harry durante diez minutos, antes de tener los primeros síntomas de estrés. – ¿Los recuerdos están aún ahí, no? –inquiere la voz de Neft con calma en un tono bajo y relajado para que nadie mas escuche. Pero no importa si lo grita, ninguno de los que están acá podrán recordar lo que salga de la boca de Neft– ¿no ha funcionado o te has negado a ir? –hace una nueva pregunta cuando ve que no voy a responder a la primera. Neft gruñe cuando me levanto de la silla notando que estoy escapando una vez mas de esta conversación que se repite sin cansancio. –Estoy bien–respondo saliendo del improvisado hospital, caminando sin rumbo por la base militar. El sonido de una francotiradora al ser disparada suena en el campo de entrenamiento, las balas siguen saliendo una detrás de otra, el sonido del casquillo al salir de la francotiradora estrellándose contra el piso es un tintineo suave que se ve opaco por la brutalidad de las balas al impactar contra la diana de objetivo. No hay palabras ni maldiciones que provenga de ese lugar al fallar un tiro, no hay el menos indicio que el tirador haya errado un disparo y solo conozco una persona con una puntería de ese calibre. La figura de Diana se hace presente en el campo de visión, está acostada en el suelo en un lugar con demasiados valles y piedras para creer que la posición es cómoda. La liana que recibe los disparos se agita con la velocidad a la que las balas se estrellan contra ella, provocando que sé un objetivo movible de mas de cincuenta metros de distancia. –Deberías estar descansando–murmuro anunciando mi presencia, jala una última vez el gatillo antes de alejar la mirada del objetivo. Los ojos grises claros se centran en mí mostrando la tempestad que se encuentran en ellos… En ella. –No necesito descansar, necesito mejor aún mas–farfulla con molestia hacia la interrupción, la mirada grisácea se aleja de mí volviendo a centrarse en el objetivo. –Pasamos varios días en el desierto en una situación desfavorecedora, debes recuperarte bien. Deja de probar tu puntería, es la mejor que hay en este lugar. Diana se levanta dando palmadas suaves al camuflado, limpiando el polvo que se ha adherido al uniforme. Su cuerpo se encuentra en tensión, la cual recorre cada m*****o del cuerpo, dejando que una postura recta y poco natural se haga presente. La manera en que aprieta el arma contra su pecho con rabia contenida e impotencia deja muy en claro todo lo que está sucediendo en su cabeza. Se está echando toda la culpa de lo que sucedió en el campo de batalla, cree que la herida de Harry se debe a que aún no es lo suficientemente buena francotiradora. Es normal que al pasar por una situación como esta nos culpemos, pero las habilidades de Diana no tienen la culpa, no hay nadie que pueda huir de su puntería ni aunque estuviera en el mismo infierno. –No tienes la culpa de nada – ¡No tengo la culpa de nada? –inquiere en una risa desesperada– ¡Casi muere el estúpido rubio! Nos metieron en la cueva de los rebeldes y un solo accidente acaba con la vida de uno. Si en este momento no tengo la fuerza y habilidades para proteger a mis compañeros, debería morir. Deja caer el arma sin colocar el seguro, las manos se cierran en puños tornándose blancos por la presión ejercida, la rabia destila de cada poro de su cuerpo siendo contenida por un hilo de cordura. En este momento y lugar el collar que siempre tiene los altos mandos sobre el cuello de Diana está desequilibrado, solo falta un pequeño empujón para que sea abierto y la locura que posee se desate con fuerza. Los ojos grises se oscurecieron tornándose tan oscuros como la noche en el desierto, su pecho sube y baja con fuerza, pero la respiración es homogénea sin ninguna alteración. La mirada oscura cargada de locura se centra sobre mis ojos, impulsándose hacia mí con fuerza, golpeándome con brusquedad y rabia. Pateo el arma lejos de nosotros esquivando los puñetazos y patadas que lanza Diana, todos dirigidos a lugares vitales y dolorosos, sus ojos se mantiene sobre mi rostro en cada segundo de la pelea, sin desviarse hacia los lugares que planea atacar como suelen hacer los novatos. – ¡Estás tan desesperada que deseas cometer una locura! –mascullo recibiendo un puñetazo en la boca del estómago, golpeo la muñeca que se acerca a mi rostro con el antebrazo mandando un puñetazo a la barbilla–sabes lo que puede suceder si somos difusionales–susurro esperando que se calme. Diana se congela un momento dándome la oportunidad perfecta para atacar, salto dándole un rodillazo en la cabeza que logra esquivar por suerte, la espalda se arquea tocando el piso con la punta de los dedos, el movimiento de la espalda es seguido por las piernas las cuales se alzan con fuerza pegando al mismo tiempo. La pelinegra mantiene los pies en el aire equilibrándose con las manos, observo con atención como su cuerpo se tambalea sin poder mantenerse erguido durante mas de tres minutos, gira un pie enganchándolo en mi torso pegándose a mí como un koala. –No lo estoy–susurra deteniéndose antes de aplicar una llave, pero aunque ya halla dejando de luchar, el que gana es el que somete al otro. Rodeo su cintura con los brazos en un agarre asfixiante arqueando la espalda hacia atrás dejándome caer, la cabeza de Diana es la primera en tocar el suelo y esta maldice el dolor agudo que siente. Solo he escuchado rumores sobre lo que sucede con los escuadrones que se escapan del control de los altos mandos. Las teorías son tantas que nadie se atreve a desobedecer a quien tiene el poder. El ejército es una entidad que funciona en el respeto basado en el miedo, los latos mandos controlan a los equipos de elite como si fueran pequeños ratones mansos en la palma de su mano, cuando la naturaleza de lo que han creado es un asesino capaz de acabar con cientos de vidas en un instante. Pero son asesinos pueden ser reemplazados fácilmente, así que la idea de una muerte en las manos de quienes nos entrenaron no es nada alentador.
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