—Te desapareciste todo el fin de semana —señaló con molestia Humberto cuando se encontró, al fin, con Elisa en su oficina—. Ni siquiera me respondiste el teléfono. —Buenos días, señor Humberto Valtierra —dijo Elisa, fingiendo que el otro no le había hecho un reclamo—. Espero que haya pasado un excelente fin de semana, rodeado de gente de su finísima clase y… —Oh, vamos —casi suplicó el mencionado—, no puedes molestarte por eso, tú sabes muy bien lo que somos nosotros. —En realidad, creo que ya no lo sé, porque, como le mencioné antes, estaba segura de que ambos éramos seres humanos, pero luego de escuchar su declaración ya no tengo idea de qué especie sea usted y, si le soy completamente franca, tampoco me interesa —expresó la rubia, siguiendo con su labor de ponerse al día con lo que h

