Capítulo 3

1655 Palabras
3 Sydney se apresuró por la calle hacia el restaurante de carnes. Voy tarde. Una pareja que iba saliendo del restaurante sostuvo la puerta para ella. Les sonrió y dio las gracias mientras pasaba rápido junto a ellos hacia la entrada tropezando de frente con el pecho de otro cliente que se marchaba. Él la tomó por los hombros para estabilizarla mientras ella rebotaba sin equilibrio. Sydney levantó la mirada hacia un hombre de unos cuarenta y tantos con cabello gris a los lados. —Lo siento mucho. No estaba prestando atención. El hombre la miró fijamente. No pronunció una palabra. Ella miró detrás de él, observando que había personas esperando detrás de él para salir del restaurante. —Oops… estamos bloqueando la salida. —Todavía nada. Parecía enraizado en el lugar. Sydney se hizo a un lado y murmuró sus disculpas de nuevo. Continuó a ritmo más lento hacia el Maitre d’ que estaba junto el podio. Una rápida mirada hacia atrás la sorprendió. El hombre había vuelto a entrar al restaurante y estaba a unos pies de distancia observándola, su expresión en blanco. El Maitre d’ interrumpió sus pensamientos. —¿Puedo ayudarla, Señorita? —Sì, voy a encontrarme con alguien. ¿Jessica Farrow? —Sígame, por favor. A mitad de camino hacia la mesa, miró por encima de su hombro pero el hombre había desaparecido. Eso fue espeluznante. —Syd. Llegaste. —Sí, lamento llegar tarde. Nan llamó justo cuando estaba saliendo y quería saber todo sobre la renovación. —No te preocupes. Yo también llegué tarde y acabo de sentarme. Es un zoológico aquí esta noche. —Es noche de costillas, —dijo el Maitre d’. Les entregó un menú a cada una y una lista de cocteles. —Siempre estamos llenos cuando servimos nuestra especialidad en costillas. Su mesero vendrá pronto. El mesero llegó pocos minutos después. Ambas decidieron ordenar las costillas y una botella de vino tinto seco. Cuando regresò con el vino y los aperitivos, Jessie alzó su copa. —Por las amistades renovadas, —dijo ella. Sydney chocó la copa con la suya. —Amistades renovadas y nuevas aventuras. —¿Entonces cómo te fue con Jax hoy? ¿Vas a trabajar con su compañía? —Todo salió bien. La casa está estructuralmente sólida. Eso dice mucho. Él comprendió mi visión y me ofreció algunas ideas excelentes. Vamos a reunirnos en dos días para revisar los planos y costos. Mis instintos me dicen que es la persona adecuada para el trabajo. —He visto su trabajo en otras casas. Es excepcional. Sydney alzó su copa esta vez. —Por una renovación exitosa y mi futuro hogar. Jessie reciprocò y llevó a su boca un nacho con queso derretido y salsa. Entre bocados lanzó otra pregunta a Sydney. —Hablando de hogares, ¿dónde te estás hospedando mientras tanto? —Tengo una cabaña en el River Road Resorts en el Río Okanagan, en el extremo sur. —Conozco el lugar. Podrías quedarte conmigo y ahorrar algo de dinero. —Eso es muy amable pero estoy bien. Sabes que nunca antes había vivido sola, siempre estuve con Nan. Así que esto es algo nuevo para mí. El mesero les trajo sus costillas. —Disfruten su cena. —Vaya. Eso sabe delicioso. Ya veo por qué el lugar está tan lleno, —dijo Sydney. —Mmm… muy rico. Por cierto, ¿cómo está tu Nan? —Ella está bien. —¿Se mudará contigo a la granja cuando esté lista? —No. Su vida ahora esté en Kelowna. Tiene allá a sus amigas y no está lista para retirarse todavía. Tendrá su propia habitación para cuando venga de visita pero no creo que vuelva a tiempo completo. Hay muchos malos recuerdos para ella. Jessie se recostó contra la silla y sorbió su vino. —Supongo que no era lo mismo para ella después que tu mamá desapareció… —su amiga vaciló. —Lo siento. No debí decir eso. Sydney sacudió la cabeza. —Está bien. De verdad. Creo que eso es una parte. Nan nunca habla sobre aquellos días. Algunas veces, cuando yo era pequeña, le hacía preguntas y ella se ponía a la defensiva. Mi madre era su única hija y creo que cuando se marchó, Nan se sintió abandonada y traicionada. Dijo algo al respecto cuando yo tenía alrededor de doce años. Tiene mucha rabia acumulada hacia su hija. —¿Y tú nunca supiste de ella en todos estos años? —No, nada. Dejé de hacer preguntas hace unos años. No recuerdo mucho a mi abuelo. Excepto que podía ser muy estricto y Nan siempre andaba silenciosa a su alrededor. Tengo la impresión de que se casaron jóvenes y que continuaron juntos por obligación. Creo que ella ya no lo amaba. Jessie empujó su plato y sirvió lo que quedaba del vino. —Ya veo por qué no querría regresar acá. Así que dime, ¿por qué volviste? —le preguntó Jessie. —Bueno, Nan estaba guardando la granja para dejármela en su testamento. Lo veía como una buena inversión que algún día yo podría vender por un buen precio. Nunca pensó que yo quisiera regresar aquí. Pero yo no era feliz donde trabajaba y decidí comenzar mi propio negocio. Y Kelowna se estaba haciendo demasiado grande para mí. Quería una vida más rural. Revisé alrededor de todo el Valle Okanagan para ver dónde estarían mis competidores y dónde pensaría que podría instalarme. —¿Y elegiste Stoney Creek? —Así fue. Mostraba el mayor potencial de crecimiento en esta parte del valle y no tengo competidores entre Osoyoos y Okanagan Falls. Nan se sorprendió de que quisiera regresar aquí. Pero mi entusiasmo la convenció. Varios días después, regresó emocionada de su trabajo y me entregó un sobre. Era la propiedad de la granja. —Oh, vaya. —No podía creerlo. Dijo que de todas formas sería mía cuando ella ya no estuviera y si quería mudarme de nuevo para acá y renovarla para que fuera vivienda y negocio, debía tenerla ahora. Me dio el dinero que había estado ahorrando del alquiler de los campos de heno para la remodelación. Eso significa que puedo usar mis ahorros para comenzar mi negocio. Su único requerimiento fue que quería una habitación para ella de forma que pudiera venir a visitarme. Jessie se inclinó hacia adelante. —Me siento muy feliz por ti. Otro brindis. Por un negocio exitoso. —Alzaron sus copas de vino. —¿Y de qué trata tu negocio, por cierto? —Soy instructora de Yoga. Tengo la intención de convertir la planta alta en un estudio. Luego, voy a convertir el galpón en habitaciones y duchas para los huéspedes que vengan a los retiros. También soy instructora de Earthing. Las cejas de su amiga se dispararon hacia arriba. —¿Una qué? Sydney rió. —Earthing. La descripción corta es para conectar la energía natural de la tierra; la transferencia de energía como un sanador natural. El lago detrás de la casa posee un fondo arenoso, perfecto para los ejercicios en el agua durante la temporada y quiero sembrar un parche de hierba entre la casa y el lago para las prácticas de Earthing y meditación en la hierba. —Me encanta. Pero buena suerte con la hierba. En caso que no lo hayas notado, vivimos en un área desértica. —El lago está formado de una fuente artesanal subterránea. Hay suficiente agua. Pero suficiente sobre mí. Hablemos de ti. Jessie suspiró. —Después de la secundaria, me mudé a Vancouver y me inscribí en la escuela de enfermería. Obtuve mi LPN, Licenciatura en Enfermería Práctica y estúpidamente me casé demasiado joven con un técnico de laboratorio. Ambos trabajábamos en el Hospital General de Vancouver y duró unos nueve meses. El año pasado decidí regresar a Stoney Creek y estoy trabajando en el Hospital de Oliver. El mesero se acercó y retiró sus platos, y regresó con café. —¿Algún novio en tu vida? —preguntó Sydney. —No, al igual que tú, estoy viviendo sola por primera vez y me siento feliz. ¿Qué hay de ti? ¿Algún novio? —No. Recientemente rompí con un chico realmente bueno de Kelowna. Él quería avanzar en la relación pero faltaba algo. No podía comprometerme basada solamente en que era simpático, así que terminé la relación. —Epa, ahora tengo alguien con quien salir a los clubes. La mayoría de mis amigas de la escuela viven en la ciudad o tienen bebés. —Nan nunca se volvió a casar después que mi Abueno murió y está muy contenta con su vida. Me dijo que a menos que quiera tener bebés, ni me molestara. Se rieron. La mirada de Sydney recorrió el salón y hacia el área con una barra y banquillos y varias mesas pequeñas para personas que no estaban comiendo. Su sonrisa se congeló cuando vio el rostro del mismo hombre con el que había tropezado en la entrada. Su expresión todavía era rígida y sus ojos no pestañeaban. Dirigió la mirada de vuelta a Jessie. —Epa, sin hacerlo obvio, mira hacia la barra. Hay un hombre al final de la barra. Dime si sabes quién es. Jessie se dio la vuelta en su silla y miró directamente hacia el bar. —Oh, mi Dios… ¿llamas eso sutil? —gimió Sydney. —¿Qué hombre? No hay nadie en el extremo de la barra. Sydney miró hacia allá. El asiento estaba vacío. —Diablos. Se fue de nuevo. Pensaría que era un fantasma si no hubiera tropezado físicamente con él en la puerta. —Describió el incidente para Jessie. —Es escalofriante, ciertamente. Pero tal vez solo le gustaste. Eres una chica hermosa y un rostro nuevo en el pueblo. —¿Carne fresca? No ganas puntos con una persona actuando como un acosador. Además, debe tener más de cuarenta años. Yo tengo veintiuno. Jessie rió. —Ajá… aún más atrayente para algunos hombres. Las chicas terminaron su café y Jessie insistió en pagar la cuenta. Acompañó a Sydney por la calle hasta su auto. Intercambiaron números de celulares con la promesa de reunirse de nuevo pronto. Sydney atravesó el pueblo hacia el río, mirando por el retrovisor para ver si la estaban siguiendo. Aquel hombre extraño de verdad la había alterado. Una vez dentro de la cabaña, cerró la puerta con seguro, asegurándose de que también lo estuvieran las ventanas. Gracias a Dios por el aire acondicionado. No fue sino hasta que cerró las cortinas que se sintió segura y relajada.
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