En el taxi, Joe, que al principio estaba enfadado, se rió de repente.
Al principio, se rió en voz baja, luego se rió a carcajadas.
El conductor le miró por el espejo retrovisor y pensó que estaba loco.
—Señor, dé la vuelta y regrese.
—¿Qué?
—Vuelva al restaurante de ahora. No se detenga en su puerta. Pare un poco más lejos de él.
El conductor no entendió inmediatamente y pensó que Joe iba a volver a pelearse con los demás.
—Joven, escucha mi consejo, no seas demasiado impulsivo. Todavía eres joven y tu vida es aún larga. Un solo resbalón podría traerte un eterno arrepentimiento.
—No te preocupes. No soy tan estúpido. Solo conduce de vuelta.
—No pelees con la gente.
—No estoy peleando con nadie. Dejé mi teléfono en el restaurante. Date prisa, o alguien se lo llevará.
El conductor
