6. Control absoluto

1683 Palabras
                                                                       Capítulo 6: Control absoluto —Así que, cada persona loca como yo tiene un... ¿Guía o algo así? —intenté entenderle, pero me costaba un poco. Nos encontrábamos sentados a la orilla del mar, Jessie había hecho aparecer las olas fuertes y peligrosas del océano que intentaban subir por la arena para alcanzarnos, pero nunca lo lograban. Todo parecía muy real para ser sólo un sueño. —No son personas locas, hay muchos humanos en el mundo que creen en todo lo que no ven, nuestros favoritos son aquellos que leen historias falsas sobre lo sobrenatural, es interesante su forma de pensar—tomó una pequeña piedra que estaba cerca de él y la arrojó al agua. Me dediqué a observar las olas—Ellos no lo saben, pero gracias a su esperanza de vivir algo distinto y sus ansías de conocer algo distinto a su mundo es que existimos. —Desde niña siempre quise que los personajes de un libro salieran y me acompañaran—recordé como mi madre solía llevar muchos cuentos, historias, novelas, etc—Me encantaba imaginar lo que yo haría en lugar de la protagonista o el protagonista—sonreí con cierta tristeza. —Y ahora sabes que eres diferente—giré mi rostro mirándolo—Es algo extraño que la mayoría de las personas que son como tú no lleven una vida "alegre"—dibujó las comillas en el aire. —Me conformo con lo que tengo—me encogí de hombros—¿Ustedes pueden escoger a quién ayudar? —Cada uno de nosotros tiene a alguien asignado, nadie lo sabe, pero cuando vemos a esa persona sabemos que es la indicada—explicó. —¿Quiere decir que Deborah y tú tuvieron ese accidente por una razón? —él asintió sin mirarme. No parecía incómodo por mis preguntas, más bien, Jessie quería que siguiera preguntando cosas—¿Cómo supiste que debías estar conmigo? —No lo sé—su vista parecía mirar a un punto lejano. Sus manos jugaban con la arena—Se debe a lo cómodo que puedes sentirte al verla. Tus poderes se dirigen a esa persona, es más sencillo entrar en su mente. —Pero la primera vez siempre es difícil—añadí. —Así es—volvió a mirarme. —¿Puedes entrar en los pensamientos de Adam? —Los vampiros prefieren a personas como él—me sorprendí ante eso—Sí, existen, al igual que las brujas. —¿Y los hombres lobo? —Desaparecieron desde hace tiempo. Eran muy salvajes, no controlaban sus poderes. —¿Todas las criaturas poseen dones? —Un poco—movió su cabeza a ambos lados indeciso—Las brujas no son malas, los humanos creen que son símbolo de maldad y terror, no es cierto, ellas son el centro de todo. Son como una gran escuela para nosotros, pueden regalarte un poder si cumples tu deber. Sonreí divertida negando con la cabeza. Sentía que estaba en una especie de película, de esas que tanto amo. —¿Podrían darme un poder? —No lo creo, es posible. —¿Qué se supone que hacen los vampiros? Pensé que eran buenos y ahora me dices que no—hice una mueca y él rio bajo. —Tienen poderes sí pero no lo usan para un bien, los ladrones, los asesinos, los psicópatas y aquellos que le hacen un mal al mundo suelen tener un guía. Los vampiros manipulan la mente volviéndote loco, te muestran lo que no es, sólo tienen un propósito. —¿Y es...? —Verte muerto. Me preocupé al instante. Adam no podía morir, sus hermanos sufrirían y mi tía... —Adam está bien ahora, no es tan peligroso—leyó mis pensamientos. —Dijiste que una persona como él sería perfecta para... —Era un ejemplo, Amelia—me interrumpió. —Entiendo—asentí levantándome limpiando mi pantalón—¿Soy tu primera seguidora? —¿Seguidora? —levantó una ceja mirándome. —Eres mi guía, se supone que debo seguirte—bromeé ayudándole a levantarse. De nuevo sentía un cosquilleo por el cuerpo al tomar su mano. —Eres la primera. —¿Y tu hermana cuantos tiene? —Muchos—pensó unos minutos respondiendo luego—Veinte. —¡Vaya! ¿Es experta en esto? —Se podría decir, basta de charla, ¿Qué otro lugar prefieres? Mordí mi labio pensando, miré alrededor intentando escoger bien. Hace mucho que no iba a un parque de diversiones. Mi hermano adoraba los carros chocones, mi madre solía subirse a la montaña rusa y mi padre prefería ir a la pista de hielo conmigo. Sonreí recordando los buenos momentos, aquel parque al que íbamos siempre tenía la pista de hielo lista para nosotros. Me encantaba patinar con mi padre, había aprendido a mantener el equilibrio gracias a él. Sin necesidad de decirlo, todo a nuestro alrededor desapareció, en lugar de estar en la playa aparecimos frente a un parque. El letrero de bienvenida brillaba con las luces, la montaña rusa permanecía tan grande y temerosa como la recordaba, los carros chocones esperaban por mí, sonreí entrando al lugar, el gusano que tanto odiaba de niña porque siempre me daba miedo permanecía sobre los rieles esperando, los caballos que subían y bajaban lentamente me hicieron sentir algo extraño en la garganta, no recordaba su nombre, pero antes de que mi hermano naciera mi madre solía subirme allí. —Jessie esto es...—contuve las lágrimas con esfuerzo. —No digas nada—tomó mi mano dirigiéndome más allá de la montaña rusa. Detrás de ésta encontramos una pista de hielo, grande y solitaria. Sonreí sintiendo el frío que provocaba, los copos de nieve volvían a caer—¿A qué esperas? Debes probarla. —No tengo los patines necesarios...—de inmediato me callé. En un banco detrás de él estaban dos pares de patines morados oscuros, me acerqué apresurándome en quitarme los zapatos para colocármelos. —¿Lista? —preguntó. —Sí—me ayudó a levantarme. Mis piernas temblaban un poco debido al tiempo que había pasado—Espero recordar lo que mi padre me enseño—susurré nerviosa aferrándome a su brazo. En cuanto los patines hicieron contacto con el hielo Jessie me soltó lentamente. Al principio estuve muy tensa, tuve que moverme lento para sentirme segura, en cuanto tenía dominado el equilibrio paseé por toda la pista sonriendo por lo que hacía. Había olvidado lo divertida que era. Jessie sonreía observándome, parecía feliz de verme así. Moví mi mano saludándolo desde lejos y él rio saludando igual. —Ven conmigo—dije al llegar hasta él. —No gracias, estás muy bien sola. —Vamos, Jessie. Te enseñaré—prometí sonriendo. —Vale—fue al banco donde estaban mis zapatos y en segundos tenía unos patines negros. Tomé sus manos fuertemente haciéndole entrar en el hielo—No soy muy bueno en esto, Amelia. —Lo primero que debes hacer es respirar hondo—miré sus ojos—Ahora intenta estar derecho, te ayudará a mantener el equilibrio, no pienses en que te vas a caer o te distraerás—lentamente fui moviéndome con él—¡Así es, Jessie! —sonreí al ver que había aprendido rápido. Ambos nos mantuvimos cerca disfrutando el momento, este sería uno de mis mejores sueños sin duda alguna. Justo cuando Jessie quiso que girara tomando mi mano, perdió el equilibrio haciéndome caer a su lado. —¿Estás bien? —rio conmigo. —Sí, no te preocupes.           El domingo estuve todo el día en mi habitación escribiendo la historia que Nina necesitaba para su tarea. Jessie me ayudaba con las ideas a través de mi mente, era divertido imaginar un momento y luego manipularlo como si fuera una película de la cual debíamos escoger cada escena. El lunes en la escuela no podía borrar mi sonrisa, me sentía feliz y emocionada al mismo tiempo. Soñar y disfrutar a la misma vez nunca me había pasado. Jessie Coffey era mi salvador. —No te creo que sean amigos. —Si lo somos—repetí rodando los ojos mientras caminábamos hacia la cafetería de la escuela. Era la hora del almuerzo. —Hacen buena pareja, Amelia, el chico es realmente guapo. Sonreí divertida. Esperaba que Jessie no estuviera observando. "Si lo estoy, tu amiga tiene mucha razón" —¡No te rías! ¿O te ríes porque te descubrí? —acusó Zoe. —No, no descubriste nada. Apenas lo conozco, ¿Enserio me crees capaz? —negué con la cabeza. —Si tú lo dices—se encogió de hombros. —Iré al baño un momento, pide el almuerzo por mi—me alejé de ella apresurándome. Al llegar al baño agradecí que estuviera vacío—Es de mala educación escuchar las conversaciones—me detuve frente al espejo mirándome hablando con Jess. "Es interesante hacerlo" —Muy bien, señor curioso. ¿Puede darme privacidad unos minutos? "Por supuesto, señorita Ware" No me preocupaba porque Jessie estuviera observando aún. Confiaba en él, sabía que en estos momentos estaba fuera de mi cabeza. Recogiendo mi cabello en una cola alta, la puerta se abrió y Adam apareció. Rodeé los ojos manteniéndome tranquila. —Por si no lo sabes, este baño es de chicas—limpié mis manos ignorándolo. —¿Quién es ese chico que viste? —Por favor Adam, deja el tema—me acerqué a la pared donde estaba el interruptor para secarme las manos—En pocas palabras, déjame tranquila. No hubo respuesta. Al girarme, Adam me empujó a la pared algo fuerte, tomó mis muñecas con fuerza observándome furioso. —¿Quién es? —¿Qué demonios te pasa? —intenté empujarlo—¡Suéltame! —Si te atreves a gritar te juro que soy capaz de callarte—amenazó. Intentando empujarlo, me llevó al espejo colocándome frente a él, pensé que iba a lastimarme realmente, rodeó mi cintura acercándome a él y tomó mi rostro obligando a verme. Odiaba ser tan pequeña. Comencé a temblar y Adam sonrió encantado por eso—¿Se acabó el momento de valentía, querida prima? —Por favor, déjame. ¿Qué quieres? —¿Quién era tu querido novio? Aplicó fuerza en su mano que estaba en mi rostro. Tragué con dificultad suplicando que Jessie estuviera en mi mente de nuevo, por favor, por favor. —No es mi novio. —No mientas, Amelia—advirtió con sus labios en mi oído. Por favor, Jessie, regresa. —No debo decírtelo, no eres mi padre—intenté soltarme o empujarlo, pero estaba atrapada. —¡Dímelo de una vez! —volvió a sacudirme. Como si no tuviera control de mi cuerpo, su mano que estaba en mi cintura rápidamente fue doblada, soltó mi rostro y golpeé su punto débil. Lo empujé con fuerza contra la pared, tomé mi bolso apresurándome a salir del baño. Respiré agitada y nerviosa. "Tranquila, te dije que iba a ayudarte" —¿Hiciste eso? —susurré. "Te controlé por unos segundos. No te preocupes, estás bien"
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