Karina se encontraba en la fiesta de su madrina, rodeada de risas y música, pero algo no encajaba. Un nudo en el estómago la atormentaba, una sensación que no podía explicar. Había llegado con Lucrecia y Kevin, pero el ambiente se volvía incómodo. La mujer frente a Kevin, siempre dispuesta a humillarla, ahora la miraba con una sonrisa falsa. —Tú eres Karina, la rancherita —dijo un joven que se acercó junto a sus amigos. —Sí, ¿en qué puedo ayudarte? —respondió Karina, decidida a no permitir que nadie menospreciara su origen o su rancho. —Qué gusto en conocerte, nosotros somos los sobrinos de tu padrino. —Ah, mucho gusto. —Nos había llegado la noticia de que te habías venido a vivir aquí. —Si ya tengo un tiempo de estar aquí. —Nosotros estaremos una semana y queremos darte un tour p

