Lo que esa mujer me dijo me dejó helada, no podía creer que Víctor hubiera cometido tal bajeza. Ella se fue después de escupir mi rostro y de lanzar varias maldiciones en mi contra. — Pero qué tonta he sido — limpié mi rostro y miré la puerta del apartamento — no puedo creerlo. La decisión que tomé fue irme de ahí, no podía seguir un segundo más en el sitio que llegué a experimentar una felicidad tan grande y al final solo era un espejismo. Al final, para las personas ricas lo único que veían en nosotros era un maldito pasatiempo. Dejé todo lo que le pertenecía a Víctor, incluidas las llaves del carro de la empresa y de paso una carta en donde le ponía que nunca más me buscara. — Nunca más volveré a enamorarme, solo pasaré el rato y eso es todo. Si no tienes un corazón el cual romper,

