Después de la vergüenza que pasé frente a mi vecino, me di una larga ducha para quitar todo rastro de pintura, y aproveché para arreglarme para ir a la joyería por mi precioso. Me vestí con un short de mezclilla y una sudadera rosa, tomé mi teléfono junto con el dinero, para salir de mi habitación, la sala estaba y no había rastro del desastre que causé con la pintura, mi madre estaba sentada en el sofá junto con Aaron, ambos comían pastel de chocolate, mientras hablaban de quién sabe qué. Ahora se llevan muy bien, qué curioso. - Mamá, voy a salir. –los dos me miraron en cuanto hablé y mi cuerpo tembló cuando Aaron me recorrió con la mirada disimuladamente. - ¿No vas a esperar el almuerzo? –negué con mi cabeza. - No voy a tardar, así que almorzaré cuando llegue. –me encogí de hombros

