Absalón permanecía sentado con esa intensidad casi animal, apenas conteniendo la fuerza bruta que era parte inherente de su naturaleza. Sus manos ásperas, marcadas por un pasado violento, aferraron las caderas de la desnuda Saleema con un ansia mal disimulada, atrayéndola hacia él con movimientos bruscos que delataban su impaciencia. Se sumergió en su vag¡na con un fervor casi devoto, embriagado por su fragancia, ese aroma característico que ella dejaba tras su ritual diario de baño. Aquella mezcla delicada de ese perfume y su sudor natural comenzó a despertar en él sus más profundos instintos. Sintiendo su pene cada vez más duro y firme entre sus piernas. ―Aaaah― fue otro gemido profundo y dulce que se escapó de los labios de Saleema, mientras los dedos de sus pies se crispaban y sus pie

