Capítulo 118. Las cenizas de Absalón

3429 Palabras

Mientras tanto, en la mansión de Absalón, en aquel estudio gótico apartado, Saleema permanecía sentada con el maquillaje corrido, producto de las lágrimas y la salivación durante su práctica con aquella banana. Zafiro, observándola con orgullo maternal, admiraba el progreso de su joven estudiante morena: —Practica mucho y hazlo con cuidado cuando estés con él —aconsejó la pelirroja búlgara, con su voz ronca teñida de experiencia—. Después con el tiempo... te volverás una experta muchacha. Pero por ahora, lento, o si no, te puedes lastimar y eso es lo que no queremos. —Muchas gracias —respondió Sally con una sonrisa genuina—. ¿Quiere beber un té con nosotras? Rita, quien también tenía los ojos llorosos por la práctica, asintió con entusiasmo, mientras Zafiro las contemplaba a ambas con u

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