Jerry Hanford se movía con la gracia de un felino depredador. Ocupaba el umbral que conducía de la casa al patio, donde todos se sentaban a disfrutar de la brisa marina. Era alto, probablemente de 1.90 metros, quizá de 75 kilos, musculoso, con cabello oscuro y ojos oscuros a juego que recorrían el patio, observando a las mujeres desnudas que lo observaban. Tenía un aspecto rudo en sus rasgos bronceados, lo que lo convertía en un hombre espectacular. Obviamente, le encantaba estar al aire libre para broncearse, y como era invierno en la mayor parte de Estados Unidos, debía de haberse bronceado en algún lugar como la isla caribeña en la que vivían o Florida. El cuerpo desnudo de Edie atrajo al hombre escultural hacia el resto de las mujeres. Cuando estuvo frente a ellas, anunció: «Damas, es

