— ¡¿Estás loca?! Yo nunca haría eso con un completo desconocido y menos desquiciado como ese sujeto.
Ana Alice entornó los ojos mirándome entonces me dio la espalda para recoger un cristal roto en el suelo de la entrada a mi casa.
—Esta es tu oportunidad para que la vida se torne interesante, tienes que dejar de ser tan...
Hizo una mueca que me desagradó por completo fue ahí cuando me crucé de brazos mirándola retadora. Ella y yo éramos absolutamente distintas pese a que toda la vida estuvimos unidas pero odiaba cuando ella se ponía en plan de consejera pues sus concejos nunca eran algo que yo quisiera escuchar.
— ¿Tan qué? —la reté aunque sabía exactamente a lo que se refería.
Ella se dio la vuelta encarándome avergonzada, sin embargo no había vuelta atrás a lo que iba a decir.
Ana era así, sin filtros.
—Tan virgen Vero...
Ahora fue mi turno de girar los ojos y darle la espalda para abrir la puerta.
—Ya te dije que estoy esperando al hombre de mi vida y no voy a perder mi virginidad con un sádico desconocido.
— ¿Quién dice que sea sádico? a lo mejor es un poquito extraño o su técnica lo es, pero ¿No te excita de alguna manera todo este misterio?
Entre a la casa y mis mejillas estaban arreboladas, no iba a admitir eso jamás pero si mi amiga me veía lo descubriría y no quería eso de ninguna manera.
—Definitivamente debes estar loca si encuentras que ser asechada por un psicótico es excitante.
Y yo también.
Nunca lo iba a admitir pero me ponía de sobremanera la retorcida forma en que escribía sus cartas, nunca nadie me había escrito algo así, ni mucho menos dicho...
Hacía dos noches… aunque nunca lo admitiría a nadie, me había masturbado por él.
Me hacía sentir cosas inimaginables y eso me daba miedo.
Ana colocó su cartera en la mesa y de repente soltó un eufórico gritito de júbilo tomando un sobre blanco que estaba en la mesa.
El color desapareció de mi rostro y las manos temblaron de anticipación.
Rápidamente le arrebaté la carta y la rompí en pedazos tirando los desgarrados trozos de papel al suelo.
— ¡¿Qué hiciste?!
No podía permitirle que la leyera ¿Y si hablaba sobre hace dos noches? ¿Él me habría visto?
—No pienso leer ni una más de sus cartas, está loco.
Ana Alice me miró con fijeza para después negar con la cabeza poniéndome aún más nerviosa.
—Si no te conociera, diría que te gusta tanto que no lo quieres admitir.
Temblé antes de ver a mi amiga doblarse a recoger los pedazos.
—Si tú no quieres saber lo que dice, pues yo sí —hizo una mueca leyendo los pedacitos —, se lee muy poco, lo dejaste hecho nada... apenas y leo, Des…piertas, si, Despiertas mi instinto animal.
La pícara sonrisa de Ana se extendió por todo su rostro haciendo que me sonrojara aún más.
— ¡Espero que sea tan sexy como en estas cartas que te escribe! Porque sé que son sexys, no me mientas —replicó antes de que pudiera decir algo—, tengo mucha curiosidad de él, ¿Tu no?
—Absolutamente no —mentí con descaro y mi mejor amiga siguió parloteando aunque yo no podía dejar de pensar qué era lo que diría su carta número nueve.
Enseguida caminé hasta la habitación después de despedirme de Ana Alice.
Di un suspiro antes de proceder a cerrar todas las ventanas y cada una de las puertas, ese idiota no me volvería a ver, no más, entonces entré a la habitación despojándome de mi camisa negra haciendo lo mismo con el Blue Jeans y por último, con la ropa interior. Me solté el cabello dejando que cayera por mis desnudos hombros, por alguna razón estaba intranquila, casi temerosa.
—Él no puede acercarse a mí, no puede —susurré entrando a la ducha—, estoy segura.
Respiré profundo y me dediqué a lavarme, pero era inevitable que mis pensamientos no se desviaran a todo este tema que me tenía loca.
Es increíble como la vida puede cambiar en un segundo, hace nada yo era una chica normal y ahora un jodido psicópata tiene la mirada fija en mí.
Al salir del baño me dije que necesitaba olvidarse de toda aquella locura, aún envuelta en mi toalla serví un poco de vodka y coloque la música a todo volumen, entorné mis caderas tras la siguiente canción y mucho más animada que la anterior comencé a corear la misma, al finalizar di el último trago del vodka.
Volteé la cabeza hacia la puerta por instinto y fue ahí que vi deslizarse por ella un sobre blanco el cual arruinó toda la diversión que tenía, enseguida dejé el vaso sobre la mesa y corrí hasta la puerta tratando de abrirla lo más rápido posible fue tarde pues él ya no había desaparecido.
Maldije frustrada y jodidamente histérica, ese hombre era condenadamente escurridizo, tomé la carta del suelo y me atreví a gritarle.
— ¡Déjame en paz y vete a la mierda! —Grité a la nada.
Estaba asustada.
¿Y si él conseguía hacerme algo malo? Yo estaba sola en mi casa, incluso en el país.
Mis ojos lagrimearon pero no iba a darle el gusto de llorar, cerré la puerta haciéndola sonar y caminé hasta la mesa tomando el vaso entre mis manos, fui a la cocina llenándolo otra vez nerviosa.
—Él no me va a j***r.
Abrí el sobre y saqué la carta número 10.
No me gusta que hayas roto mi carta sin antes leerla, pero a ti te perdono absolutamente todo.
¡No puedo soportarlo!
No sabes las jodidas ganas que tengo de hacerte mía,
No soy un sádico Verónica.
Lamento haberte dado esa impresión pero debes entender a este pobre hombre loco por ti, es inevitable no sentirme tentado por tu esencia, eres mi diosa Venus, mi ángel, y si aún no me muestro ante ti es porque no es el tiempo.
Me mata verte bailar, estás tan jodidamente caliente con ese movimiento de caderas.
Me gusta imaginarte sobre mí...
No pude continuar leyendo, la libido me estaba subiendo por la cabeza y eso no era nada bueno.
Este hombre está consiguiendo que me vuelva tan loca como él.
— ¡Cerdo! —grité por si acaso me oía tratando de calmar los frenéticos latidos de mi corazón.
Sin embargo trataba de engañarme a mí misma.
Desatas mi instinto animal, Verónica.
Negué con la cabeza arrugando el papel y arrojándolos la basura, me tomé de golpe el vaso de vodka dispuesta a irme a dormir, fue cuando las luces se apagaron por completo al igual que la música.
—Mierda —susurré.
De pronto recordé dónde había colocado mi teléfono, fue a por el pero en el camino trastabillé y casi caí al suelo no obstante un par de manos grandes me sujetaron deteniendo la caída, sentí una caliente respiración al oído seguida de una gruesa voz que hizo que mi vello se erizara por completo.
Solo esas dos palabras bastaban para dejar helado a cualquiera.
— Te tengo.
De inmediato mi respiración se cortó, sentí el miedo alcanzarme pero a la vez me sentía extraña por aquella presencia masculina detrás de mí, quise gritar aunque él tuvo que leer mis intenciones así que una de sus manos cubrió mi boca callando cualquier grito que pudiera dar.
Su aliento chocó con mis oídos y mi corazón corrió desbocado.
Había algo extrañamente posesivo y familiar en su toque y no tenía ni idea de qué era peor entre ambos porque estaba segura como el infierno que yo nunca había conocido a mi acosador, no había nada en sus cartas que me lo indicaran.
A menos que él jugara conmigo.
—No grites, no voy a hacerte daño.
Seguidamente tomó en sus labios el lóbulo de mi oreja y lo mordió enviando descargas por todo mi cuerpo traicionero.
Maldita sea.
En mi vida nunca me había sentido de esta forma, era como si… mi cuerpo supiera que le pertenezco a él.
¡A un jodido loco que me llama suya y me vigilia día y noche!
¡Maldición él me acosa!
Trayendo a mí un poco de cordura me removí queriendo salir de su agarre pero no pude hacerlo porque él me sostuvo con más fuerza.
—No sabes cuánto quería estar aquí contigo y tenerte así.
Su boca resbaló por mi cuello y no pude evitar gemir tratando de alejarse de los sentimientos que él me despertaba.
Tomándolo por sorpresa le di un pisotón que lo hizo gruñir, rápidamente me di la vuelta y golpeé entre sus piernas ocasionando que me soltara, pero no llegué muy lejos, cuando me detuvo de cualquier manera llegué a tomar el teléfono en el cual marqué a la policía.
Lo escuché reír pero no entendí el porqué lo hacía.
Creía que él no tenía idea que había llamado, en la oscuridad no se veía pero él me sorprendió arrebatándole el teléfono de las manos.
— ¡Suéltame!
Él trancó de golpe sin soltarme y lanzó el teléfono a lo que creía era el sofá.
—Ellos vendrán porque te han escuchado pero te lo digo Verónica, nadie podrá alejarte de mí porque eres mía y dondequiera que estés ahí estaré contigo —Su voz era dulce, posesiva y tan masculina que estuve a punto de derretirme pero lo que hizo después causó un sentimiento que nunca antes había experimentado.
Deprisa me giró en sus brazos besándome con dulce alevosía que calentó la sangre en mis venas.
Pronto dejé de sentirlo y no supe cómo había desaparecido tan rápido.
A continuación la luz volvió viendo aturdida como a través de su puerta se deslizaba otra carta.
La nota 11.
Largué un suspiro y me dejé caer sobre mis rodillas, estaba atormentada aunque no solo se tratara de la intromisión de ese hombre a mi territorio todo iba más allá de ello, era su toque, su calor y lo que él irradiaba.
Mi acosador estaba consiguiendo que yo misma me pusiera alerta entorno a lo que estaba sintiendo, mejor dicho a lo que él estaba causando pero yo sabía que toda esta locura debía terminar.
*
—Maldición —gruñí furioso conmigo mismo y con Gavin en especial quien había sido tan arriesgado como para interceptar a nuestra compañera.
Pero no podía juzgarlo.
Su movimiento de caderas había hecho que tanto el hombre como la bestia estuvieran anhelando zambullirse entre las suaves curvas de su cuerpo, sentirla contonearse contra mi eje sería mi entrada exclusiva al cielo y al infierno porque por más que quisiera tenerla aún no era el tiempo.
¿Cómo podía existir una mujer tan condenadamente excitante en la tierra?
Y lo mejor de todo es que era única y absolutamente mía.
*
—Efectivamente señorita, tenía cámaras en toda su casa.
Aquella afirmación me cortó la respiración.
Todo ese tiempo él me había visto completamente desnuda como ya sospechaba.
Pero una cosa era sospecharlo y otra muy distinta era saberlo con certeza.
—Vamos a poner a uno de nosotros a cuidarla por ahora hasta dar con el presunto.
Asentí sin poder decir nada más cuestionándome si estaría haciendo lo correcto, después de todo él no me había lastimado.
¿Estás loca chica?
Él te tocó y de no haber llamado a la policía…
Rápidamente le entregué la carta que había tomado previo a su llegada.
—Vamos a buscar las huellas, daremos con él.
Por alguna razón no estaba tan segura de eso.
Era como si él fuera más listo que todos ellos.
Vi como salían los policías de la casa a la vez que entraba mi mejor amiga.
Sin embargo en lo único que podía pensar era en las palabras plasmadas en la carta:
Vas a ser mía, nadie va a interrumpir en ese momento, lo prometo.
Desatas mi instinto animal, Verónica.
— ¿Has puesto el pañuelo rojo entonces?
Pronto me sentí asqueada pero no de él sino de mi misma.
— ¡Nada de eso! Ese estúpido enfermo estuvo aquí para violarme, si no llamo a la policía créeme que sería muy tarde.
Ana Alice me miró con duda antes de abrir la boca otra vez.
—Crees que no le daría tiempo de... tocarte antes de que llegara la policía, yo creo que...
— ¡No te atrevas Ana! Él quería violarme —dije más para convencerla convencerme a mi—, no tiene disculpa alguna.
—Lo siento, tienes razón —pero en su cara podía ver que no estaba demasiado de acuerdo con ello—. ¿Por qué no vienes a dormir a mi casa en lo que lo atrapan? No me gusta que estés sola.
—Van a dejar a uno de los policías custodiando mi casa, estoy segura.
Murmuré aunque yo misma no confiaba en esa seguridad.
—Entonces me voy, ha sido un día largo.
Ana Alice caminó hasta la puerta perdiéndose en la oscuridad de la noche.
Mientras yo pensaba que no podría dormir esa noche, no podía dejar de pensar en lo ocurrido.