Bastian salió de la habitación y mi madre lo siguió. Me quedé sola con los pequeños. Antonella dormía tranquila, y Liam, poco a poco, empezó a cerrar los ojos. —Uff… logró dormirse —susurré. Yo, en cambio, no podía. Ni creo que podré. —Me retiro —dijo la nueva niñera, agitando las manos con fastidio mientras salía por la puerta. La miré con recelo. ¿Cómo puede expresarse así de un niño? Liam es tranquilo, hermoso. No entiendo qué le molestó. Lo cargué con cuidado y empecé a cantarle bajito. Pero entonces lo vi. Un hombre parado en la puerta. Alto, con un cuerpo grande, traje impecable, y un tatuaje que asomaba por su cuello. Me pregunté si tendría más debajo de ese traje. ¿Qué me pasa? No dejo de mirar esos ojos marrones, intensos, intimidantes. Un mechón caía sobre su rostro. Su muscu

