EMILIA
Parpadeo hacia él, intoxicada de deseo y momentáneamente sin palabras. –¿Qué estás diciendo? –
–Ven conmigo– dice su voz es solo un gruñido áspero.
No estoy segura de sí es una pregunta o una afirmación, pero sin dudarlo, pongo mi mano en la suya. Y luego nos dirigimos hacia el ascensor tan rápido como nuestros pies nos llevan.
Presiona el botón del decimoquinto piso mientras la anticipación me recorre. Debió haber conseguido una habitación para pasar la noche cuando fui al baño. Que atrevido de su parte. No estoy segura de como tuvo tiempo de pagar nuestra cuenta y reservar una habitación de hotel.
Las puertas del ascensor se cierran, y entonces estamos solos en el pequeño espacio, con el pulso acelerado. Mi cerebro me grita que aborte esta estúpida misión. No hay forma de que pueda estar sola con Julián Waltham en una habitación de hotel y resistirme a hacer algo desnudo y resbaladizo.
–Pareces preocupada– dice, deslizándose a mi lado. Sus dedos estan en mi barbilla, levantando mi boca a la suya para un beso suave.
–No lo estes–
Su susurro de aliento sobre mis labios es tan suave y tierno que quiero derretirme en sus brazos.
Después de otro tierno beso, el ascensor se detiene. Cuando las puertas se abren, Julián presiona una mano contra mi espalda baja y me guía por el pasillo.
Hemos estado preparándonos para este preciso momento desde la primera vez que nos vimos en este restaurante sexy y elegante. De repente se me ocurre: tal vez él ha querido esto todo este tiempo.
¿Pero por que? ¿Soy una distracción de su inminente boda? ¿O se siente tan atraído por mi como yo por él? Y lo más importante es, ¿Dónde termina esto, con atracción física, y una vez que haya saciado la picazón, cada uno seguirá adelante con su vida?
Ese es el escenario más probable; incluso mi cerebro empapado de lujuria y vino lo sabe. Y, aún así, quiero esto. Cierro los ojos y me hago una promesa silenciosa. Pase lo que pase esta noche, juro no arrepentirme por la mañana.
La habitación del hotel es sencilla pero elegante. Julián enciende una lampara y, mientras yo observo la vista desde el balcón, se disculpa para ir al baño.
Oigo correr el agua y, sin saber que más hacer, voy al minibar y agarro dos vasos. Desenrosco la tapa de una botella de whisky en miniatura, y vierto la mitad en cada vaso, sobresaltándome ligeramente al oír el murmullo de su voz detrás de mí.
–¿Qué estás haciendo? –
–Solo una copa– digo, levantando un vaso hacia él. La verdad es que necesito algo para los nervios. Me tiemblan las manos y tengo un nudo en el estómago. Chocamos los vasos y cada uno toma un sorbo.
Mierda. Eso quema. Debo hacer una mueca, porque Julián me mira con empatía, luego toma mi vaso y lo deja sobre la cómoda.
–Ven aquí– Su boca baja hacia la mía y sus manos se deslizan en mi pelo.
Toda la tensión, toda la preocupación que tenía se desvanece. Olvidé lo increíble que es besando este hombre. Sabe a whisky y a pecado, y quiero más.
Se aparta demasiado rápido, mirándome a los ojos como si quisiera asegurarse de que quiero esto. Le doy un pequeño asentimiento. Tomando mi mano, Julián me lleva a la cama.
Nos besamos así durante un largo rato, nuestras espaldas contra el cabecero, sus manos en mi mandíbula, nuestras bocas fusionadas como si ambos temiéramos que, si nos detenemos, el hechizo se romperá y tendremos que volver a nuestras vidas reales. En la vida real hay madres enfermas y facturas médicas, dramas de tarjetas de crédito y obligaciones kilométricas. Pero aquí, ahora, esta solo su boca devorando la mía en un frenesí hambriento. Puedo saborear el sabor ahumado del whisky que persiste en su lengua.
La presión aumenta en mi interior a medida que el dolor entre mis piernas se intensifica. Agarro sus bíceps, amando la sensación solida del bajo mis dedos. Músculos tensos y hombros anchos, su cuerpo está hecho para el sexo.
Toca entre mis piernas, ligeramente al principio, y luego me mira a los ojos. En cuestión de segundos, mis ojos se cierran y mis piernas se abren aún más en un permiso silencioso. Mueve su mano debajo de mi vestido y comienza a frotar sobre mis medias mientras me retuerzo en la cama, deseando mucho más. Coloca mi mano sobre su polla, mostrándome que quiere que yo también lo toque. Envuelvo mis dedos alrededor de la masa sólida, disfrutando del gruñido que sale de su pecho cuando aprieto.
Profundizando nuestra conexión, nos coloca uno al lado del otro. Sus dedos pasan por debajo de mis mallas y se deslizan dentro de mi ropa interior. Yo hago lo mismo, metiendo mi mano en sus pantalones para encontrarlo duro, caliente y listo.
Si hay una tarea en la que destaca, es en los juegos previos. No hay nada en esto que sea apresurado. Seguimos besándonos, nuestras manos vagando a medida que el momento se desarrolla.
Julián está aplicando la cantidad justa de presión, justo donde lo necesito, y me separo de su beso para decirle. –Mas…– le ruego.
–Necesito probar ese dulce coño de nuevo, amor– Besa mis labios.
–¿Vas a correrte en mi lengua otra vez? – Un gemido bajo es la única respuesta que puedo darle.
Me quita el vestido, y supongo que mi sostén y mis medias serán los siguientes, pero me sorprende empujando mis caderas hacia atrás, de modo que caigo sobre la cama. La mirada en sus ojos es dominante, casi depredadora, mientras coloca sus manos a ambos lados de mí y se inclina sobre mi cuerpo. Presionando besos húmedos en mi garganta, mi pecho, mi vientre, continúa bajando hasta que puedo sentir su aliento caliente rozando mi centro.
Entonces hay un tirón y un sonido desgarrador, y abro los ojos para encontrar que ha destrozado las medias, justo ahí, así que mi coño está expuesto a su boca caliente.
–Eres tan perfecta– murmura, depositando un beso húmedo a ocho centímetros al norte de donde realmente lo necesito.
Me balanceo hacia adelante, incapaz de detener la desvergonzada necesidad de mi cuerpo de acercarse. Recuerdo muy bien lo que esa lengua puede hacer.
Con sus manos en mis muslos, manteniéndolos separados, me guiñe un ojo coqueto antes de bajar la boca.
–Oh, Dios…– Mis dedos se enredan en su pelo y estoy perdida.
Su lengua se mueve en largos movimientos ascendentes por todo mi centro, y mi cuerpo se estremece. Unas lamidas más practicados y jadeo de anticipación. Se que me está provocando, jugando conmigo antes de empezar a trabajarme en serio.
Y luego marca el ritmo perfecto y constante, un ritmo medio agradable sin nada de esas cosas raras de apuñalamiento con la lengua que los chicos normalmente hacen ahí abajo, ni cortes rápidos que no hacen más que frustrarme.
Se toma su tiempo. Llega a saber lo que me gusta. Presta atención a los sonidos que hago y ajusta sus movimientos y ritmo en consecuencia. Julián Waltham es un maldito dios del sexo.
Hace una pausa por un segundo para darme una almohada, apoyándome y diciéndome que mire, lo cual no me lo esperaba en absoluto. Pero mierda, es excitante verlo darme placer.
Con su lengua deslizándose sobre mi piel sensible, sus ojos se abren y se fijan en los míos. Observarlo es tan íntimo, tan crudo, que reprimo un cálido escalofrió. Luego envuelve sus labios alrededor de mi clítoris y succiona suavemente, pero con suficiente presión firme como para que mis caderas se levanten de la cama.
Es obvio que disfruta lo que hace, y hay algo increíblemente sexy en eso. Da la impresión de que podría hacer esto durante horas y estar perfectamente satisfecho.
Ahora que he experimentado el tipo de amor desinteresado de Julián, no sé cómo alguien más podrá compararse. Un placer cegador aumenta y me elevo más y más alto. La presión y la velocidad de Julián aumentan hasta que no puedo soportarlo más. Un poderoso orgasmo recorre mi cuerpo, lanzándome al límite.
Prácticamente tengo que arrancarle la cabeza de mi entrepierna después. Su lengua continúa lamiendo suavemente, pero es demasiado para mí, ya que estoy demasiado sensible por mi orgasmo.
–Julián… –gruño, tirando de su cabello.
Sale a tomar aire, riéndose de mí y con una mirada traviesa en sus ojos. –Mierda, sabes tan bien–
Mientras me recupero, con el pecho agitado, Julián se levanta y se quita la camisa por encima de la cabeza, y luego baja sus pantalones y sus bóxer, descartando todo en una pila en el suelo.
Esta vez soy yo quién lo empuja juguetonamente hacia atrás de la cama, queriendo mostrarle el mismo placer que el me dió. Todavía tambaleándome y sin aliento, levanto su pesada polla de donde descansa sobre su vientre y le doy un beso lento y húmedo.
Un profundo gemido de satisfacción sube por su garganta. –Espera–
Hago una pausa, su cabeza en mis labios. –¿Qué pasa? –
JULIAN
Su boca se siente increíble, y no quiero apartarme, pero sé que lo necesito. Con el corazón tronando en mi pecho, respiro hondo y apoyo los codos en la cama.
–Espera–
Emilia hace una pausa, la punta de mi polla justo en sus dulces labios. La vista es tan jodidamente hermosa que quiero llorar. Esta hermosa chica, con sus mallas arruinadas y las mejillas sonrosadas por la liberación que acabo de proporcionar, está lista para darme placer.
–¿Qué pasa? – pregunta.
Estoy un poco sin aliento y muy excitado, pero no quiero sexo oral porque se siente obligada a actuar. La respeto demasiado para eso. Toda esta noche es en sus términos.
–No tienes que hacer esto solo porque lo hice–
Su boca se levanta en una sonrisa. –Lo sé. ahora recuéstate y disfruta, chico grande– Su lengua recorre mi cabeza de una sola vez, y mis ojos se cierran.
–Mierda– gruño, metiendo mis manos en su cabello.
–¿Te gusta eso? – dice, provocándome, su lengua recorriendo mi cuerpo seductoramente.
–Mucho– Se a ciencia cierta que no he sido lo suficientemente bueno para merecer este tipo de trato. Me está malcriando muchísimo. –Llévame más profundo, amor–
Ella obedece, abriendo bien los labios y deslizando sus labios hasta el final de mi m*****o.
–Mili…– gimo, empujando mis caderas hacia arriba para encontrarme con ella en la embestida descendente.
Apoyado, observo cada movimiento que hace, lamiendo y chupando. De vez en cuando, es lo suficientemente valiente como para abrir los ojos para encontrarse con los míos por un momento antes de que esos fascinantes ojos verdes se cierran de nuevo. Emite pequeños suspiros de felicidad como si el acto de complacerme le diera placer.
No sé qué hice para convencerla de pasar la noche conmigo, pero me siento como el bastardo mas afortunado del mundo. Durante toda la cena, no dejé de pensar que esto no puede ser. Este no puede ser el final para nosotros, pase lo que pase mañana. Pero no pensaré en eso ahora mismo. Porque la cabeza de Mili está en mi regazo, mi polla enterrada profundamente en su garganta, y nunca me he sentido tan jodidamente bien en toda mi vida.
Ella continúa moviéndose arriba y abajo, y mi liberación comienza a aumentar.
–Amor– Usando tres dedos debajo de su barbilla, levanto su boca. Mi polla se desliza entre sus labios con un suave ruido de succión, y gimo por la pérdida de succión. –Te necesito toda esta noche– Mi voz sale en un jadeo entrecortado mientras veo su expresión cambiar de una llena de lujuria a una de profunda contemplación. Daría cualquier cosa por saber que está pensando.