Elisa escuchó todo lo que Alex le contó. Era evidente que María, con artes insidiosas, lo manipuló. Alex no merecía un castigo para nada, y Elisa se estaba cada día más cansada de representar el papel de la hermana malvada. Siempre ella debía ser la hoz del castigo para el hermanito, la hermana severa, la bruja, la perra odiosa. ¿Iba a terminar odiándola el hermanito algún día por su dureza? Elisa no conocía tal información, y si bien permanecía determinada en ofrecer un cuadro de disciplina para el hermanito, jamás le gustaba sancionarlo sin razones legítimas, y le desconsolaba profundamente ser percibida como inquisidora por el hermanito. ¡Qué difícil era a veces verse atrapada entre los límites de educar y ser cariñosa con el pobre hermanito! Mucho más sencillo para Elisa resultaba orga

