—Excelente, ya estas aprendiendo. —¿Ya es todo? —preguntó Alex con marcada decepción en su tímida voz. —No te pongas así. Ya aprendiste. Alex agachó la cabeza. Se tapó con un brazo, disimuladamente el pene que formaba una gran carpa en su pijama. Algo se había roto dentro de él en ese instante, aquella promesa que se había hecho algunas noches atrás, fue lanzada por la borda gracias a la excitación que sentía. Los besos de su hermana, eran ahora más poderosos que todo cuanto conocía, deseaba probarlos de nuevo. Tan solo una vez, luego se haría una promesa más fuerte y estricta para ni siquiera echarle el ojo a la hermana mayor. —Bueno, hay una cosa más. Podemos practicar besarnos de lengüita. —¿Cómo es de lengüita? —preguntó Alex viéndose demasiado inocente ante su hermana. —Así mira

