Preparándose para su siguiente truco mortal, Ashley recuperó mis pelotas. Con ellas agarradas en un puño, me llevó al límite, ¡sí, otra vez! Lo hizo sin esfuerzo, simplemente moviendo rápidamente la cabeza y dejando que la punta de mi polla entrara y saliera de su boca. Ashley tenía el control total, ¡y yo no estaba seguro de si iba a correrme o a empezar a gritar! Bueno, entonces, recordándome a qué juego estábamos jugando, una vez más, se detuvo bruscamente. Se echó hacia atrás y me señaló con el dedo, advirtiéndome: "¡Oh, no, no... todavía no!"
Creo que fue entonces cuando empecé a preocuparme de que me explotaran las pelotas. Era eso, o con suerte, la zorra provocadora acabaría ahogándose en los litros de semen acumulados, listos para salir, y chorreando a borbotones por su garganta.
