Cada nervio de mi cuerpo cobró vida mientras Daniel seguía acariciándome con un dedo deliciosamente hábil. Era como si él tuviera la llave para desbloquear la pasión dentro de mí. Me aferré a él con fuerza y sentí que las rodillas me temblaban mientras continuaba ese asalto fantástico a mis sentidos. Tenía los ojos cerrados mientras absorbía cada pedacito de la sensación que estaba despertando en mi interior. Intenté no decir nada en el calor del momento. No quería arrepentirme después. Esto solo era sexo, me dije a mí misma.
—Si los dos lo queríamos, entonces no había nada malo.
—¿Cómo se siente? —susurró, pero no pude responder. No quería. En lugar de eso, le respondí con un gemido y su otra mano me sostuvo más cerca, soportando el peso de mi cuerpo indefenso.
—Dímelo o me detengo —me
