Estaba sentado junto a la piscina cuando noté que Emma entraba en la casa y se dirigía a la cocina. Se dio cuenta de que no estaba dentro y luego me vio afuera, disfrutando los últimos rayos de sol mientras las nubes de tormenta comenzaban a llenar el cielo.
—Buenas tardes, señor Roche —dijo mientras miraba la piscina con una expresión de anhelo. Ojalá no estuviera vestida con su uniforme habitual. Quería verla libre y relajada.
Forcé una risa, intentando hacerla sentir cómoda.
—No hace falta tanta formalidad. Daniel está bien —respondí, mirándola desde mi silla—. ¿Pudiste descansar después de la noche agitada?
Ella me miró como si se preguntara si estaba bromeando o intentando engañarla.
—Sí, lo hice. Gracias —respondió. Sabía que solo me estaba complaciendo porque yo era su jefe. Re
