Álvaro Duarte Regresamos a la habitación casi corriendo. Entre risas y besos nos fuimos deshaciendo de cada una de nuestras prendas. Siento mi corazón acelerado, la miro a los ojos. Cuando mira mi pecho desnudo sus ojos van a dar hasta las cicatrices de los latigazos que su padre me dejo, su mirada se vuelve de tristeza. Ella no tiene la culpa por lo que alzó su barbilla mirándola a los ojos. —Tus ojos son preciosos mi amor —le digo dándole besos en la frente, en la mejilla, en los labios y en el cuello tratando de que olvide mis cicatrices, ella rodea mi cuello con sus frágiles brazos, atraigo su cuerpo hacía mí, notó como se pone de puntitas, la alzó apoyándola sobre el mueble de tocador, su mirada es ferviente y llena de deseo. Acaricio su cuello con la punta de mi lengua, gime. Intr

