Sin despedirme, con los nervios a flor de piel salí espantada de su oficina. Organicé el escritorio y sin pensármelo dos veces tomé mi bolso, el teléfono móvil y las llaves de mi automóvil y me embarqué casi corriendo hasta el estacionamiento. Al ver la hora, compruebo que no me da tiempo de sorprender a mi Nat en el colegio pero si en casa. Por lo que decido pasar por una heladería y comprarle un tarro de helados grande para celebrar mi llegada temprano. Adentrándome en el tráfico de la ciudad de esta hora, repaso en mi mente las respuestas de mi cuerpo a la presencia de mi jefe y por sobre todo a lo sucedido el día de hoy, además de la forma tan extraña en cómo me respondió por el simple hecho de haberle manifestado que alguien me esperaba en casa. Pareció cambiar de un segundo a otro

