La oscuridad densa se había adueñado de la noche, el clima frío haciendola temblar mientras se dirigía de vuelta a casa, lágrimas recorriendo el rostro de Anna aún en contra de voluntad.
—¡Maldito idiota! —Bufó ella mientras tomaba con fuerza el volante.
Había tenido una discusión con su novio, últimamente las cosas entre ellos estaban empeorando, aunque Anna no quería perderlo, todo eran problemas.
Estacionó el auto frente a la enorme propiedad y bajó casi de inmediato, necesitaba llegar a su preciado refugio: la habitación.
A pesar de que era tarde en la noche, se escuchaban gritos provenientes de la habitación de sus padres. ¡Otra vez! Pensó Anna poniendo los ojos en blanco. Ya estaba acostumbrada a ese ambiente familiar, por fortuna, su hermano menor dormía; Dante apenas tenía 15 años y la situación de sus padres lo afectaba.
Anna, ya cansada de lo mismo todos los días, decidió ir a averiguar por qué era la disputa esta vez. Entró sin tocar la puerta de la habitación de sus padres y los observó desde el marco.
—¿Acaso no te enseñé modales niña? Debes tocar antes de entrar en una habitación privada.— Kara, su madre, estaba muy molesta.
—Olvido todo lo que me enseñaron cuando se comportan de esta manera, sus gritos se escuchan por toda la casa.—Atacó Anna.
—Retirate hija, este es un asunto entre tu madre y yo.— intervino Alessandro, su padre. No quería un nuevo enfrentamiento entre su hija y su mujer.
—No, ahora que lo pienso, ella debería participar en esta conversación. Ya que se siente tan mayor e independiente necesita pensar en buscar un marido millonario que nos saque de este lío.
Anna no entendía nada de lo que había dicho su madre, la miró con el entrecejo fruncido.
—Basta, Kara. No empeores las cosas — Alessandro no quería que su hija se entere de nada.
—No pienso renunciar a mis lujos... — la voz de Kara sonó a advertencia.
—¿De qué hablas? ¿Acaso papá no quiere comprarte un auto nuevo o una nueva propiedad? — preguntó Anna con burla.
Kara sonrió pero esa sonrisa fue fría, ella siempre había sido una mujer superficial, amante de los lujos y las cosas caras.
—Anna, cariño... ¿Qué pensarías si te dijera que tu padre quiere vender tu hermoso convertible rojo? Ese que tanto amas. —Soltó Kara con malicia y media sonrisa
La boca de Anna sa abrió formando una O, su auto era una de sus más preciadas posesiones.
—No no no... Esperen... —Anna pensó que se trataba de un mal chiste —¿Por qué papá haría algo así?
—¡Basta ya! — advirtió Alessandro señalando con el dedo a su mujer.
—¿Y si no qué? De igual forma se va a enterar — Kara miró fijamente a su hija —Tu padre nos llevó a la ruina y pretende que vendamos todo para luego huir.
—¡¡¡¿Qué?!!! —Anna no daba crédito a las palabras —Papá, ¿es cierto?
Alessandro no sabía cómo reaccionar, tampoco sabía que excusa inventar así que le dijo una verdad parcial.—Es cierto, nuestra situación financiera ya no es la misma. Lo siento.
—Eso puedo entenderlo pero, ¿por qué huir? —preguntó Anna
—Nada es lo que parece... —Kara pretendía seguir hablando pero Alessandro le dió una mirada que le heló la sangre.
—Anna, este no es el momento. Venderemos todas las propiedades y punto. —Alessandro las miró a ambas —Es mi última palabra.
Anna suspiró y se retiró de la habitación, ya había tenido suficiente, aquella noticia le cayó como un balde de agua fría sumado a los problemas con su novio, era demasiado. Ella no era igual de superficial que su madre, pero no podía negar lo difícil de la situación.
Al otro día, Anna, se preparaba para ir al gimnasio; usaba un conjunto deportivo en color n***o que marcaba su hermosa figura. Ella era una mujer preciosa de larga cabellera negra, ojos verdes y piel blanca; llevaba un tiempo dedicandose al modelaje así que cuidaba muy bien su figura, cada parte de su cuerpo estaba bien proporcionada.
Bajó las escaleras con la sutileza que la caracterizaba, escuchó voces desconocidas provenientes del salón, al acercarse se fijó en dos hombres, uno mayor y el otro... El otro era demasiado guapo, pensó Anna; Joven, alto y muy blanco, su cabello era de un color rubio platinado y ojos grises que podían traspasarte como si supiera en qué estabas pensando, su mentón cuadrado le daba el toque perfecto a un rostro hermoso e hipnotizante, bastante masculino con barba de dos días.
Ella se reprendió así misma por tener aquellos pensamientos, tenía novio y no debía tener ojos para nadie más. Notó la presencia de varios guardaespaldas ¿tan importantes eran ese par?
—Buenos días... —Saludó Anna y sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando aquel extraño clavó sus ojos en ella.
—Buenos días —respondieron los hombres al unísono, incluido su padre.
Guardaron silencio hasta que Anna salió, cuando estuvieron solos, retomaron la conversación.
—No pienses en huir, los cazaran hasta matarlos. Es mejor que le hagas frente a la situación —Massimo intentaba salvar a su posible socio— Vendeme la empresa, salda tu deuda, te brindaré protección, además podrás seguir trabajando con nosotros y crecerás de nuevo en el negocio.
—Haces que parezca fácil... —Alessandro apretó los labios como si así contuviera la frustración que sentía por estar al borde de perderlo todo.
Gabriele, el hijo de Massimo, intervino — No lo es, pero al menos podrán vivir y estarás bajo la protección de la familia Visconti. Seguirás siendo el mejor en el comercio de armas y tu familia seguirá viviendo con las mismas comodidades ¿Qué más puedes querer?
—Por su puesto pondré algunas condiciones... — Massimo sostenía un vaso de Whisky.
—No esperaba que fuera de otra manera— respondió Alessandro arqueando una ceja.
—Tu hija es muy hermosa y podría ser parte de nuestra familia, es una manera de afianzar esta nueva alianza, una garantía de que no me traicionarás.
Gabriele miró a su padre sin entender y Alessandro apretó el vaso que sostenía.
—Mi hija no será tu amante, prefiero que me asesinen— las palabras salieron filosas y con advertencia. La tensión podía cortarse con un cuchillo.
Massimo rió —¿Cómo puedes pensar eso? Me refería a que podríamos unirla a Gabriele y así nuestras familias serían una sola.
—¡¡¡¿Qué estás diciendo?!!! —Gabriele se exaltó, no podía creer lo que su padre estaba sugiriendo. Él no quería casarse.
Se hizo el silencio hasta que por fin respondió —Déjame pensarlo, Massimo, pronto te daré una respuesta —Respondió Alessandro soltando un suspiro resignado e ignorando por completo la queja de Gabriele.
—Bien, pero apresurate, el tiempo corre y sus vidas peligran.—Massimo se levantó e hizo una seña a sus hombres, era momento de retirarse. Gabriele intentó protestar pero fué inútil, siguió a su padre en silencio.
Las cartas estaban echadas, Anna, sin saberlo era parte de un negocio que desconocía. Alessandro estaba entre la espada y la pared, la oferta le parecía buena pero obligar a su hija a ser esposa de un heredero mafioso no tanto. En ese mundo los matrimonios por conveniencia eran mas comunes de lo que cualquiera pensaría, pero su hija no sabía la verdad, Alessandro no solo era un empresario, sino el mejor traficante de armas, uno que había cometido un error imperdonable.