Victoria
Cuando desperté en la mañana, estaba nerviosa, ilusionada, emocionada, con tantos sentimientos encontrados, incluso triste, porque tenía planeado hablar con él, el licenciado Aarón. El profesor ya me había dicho que él buscaba a alguien; más no me dijo qué puesto iba a desempeñar. Estaba con la incertidumbre de qué puesto me daría, pero también tenía una petición para él, ya que quería que su despacho llevara mi divorcio. No quiero una guerra con mi exmarido; por el contrario, él decidió irse y yo no lo iba a detener, pero primero están mis hijos y tengo que pensar en ellos antes que ponerme a pelear con su papá.
—Bueno, Victoria, viene muy bien recomendada. Mi mejor amigo, que es su profesor, me dijo que era la mejor estudiante que hay en la universidad, entonces espero que no me dé fraude.
Creo que mis nervios acaban de aumentar. Sé que soy buena, pero el profesor le exageró un poquito al asunto y me da miedo defraudarlo, pero ahora va mi petición.
—Licenciado, creo que el profesor exageró un poquito, pero voy a tratar de no defraudarlo. Solo que no me dijo qué puesto iba a desempeñar y yo tenía una petición para usted.
Él me ve con una ceja alzada, pone sus manos sobre su escritorio y las entrelaza, prestando mucha atención. Pero este hombre, con solo mirarte, es intimidante; su mirada es tan profunda que trato de desviar la mía porque me pone demasiado nerviosa. Yo suspiro para tratar de tranquilizarme.
—La petición que le quiero hacer es que su despacho lleve mi divorcio. Sé que va a ser costoso, pero mi exesposo es abogado. No me quiero enfrascar en una guerra por mis hijos, pero ellos ya son grandes; ellos decidirán si lo quieren ver o no. Pero creo que, en las circunstancias en que se fue, no estoy muy segura de que lo quieran ver.
El hombre se levanta y va hacia el ventanal donde estaba cuando entré a la oficina. Lo veo pensar un poco, entonces voltea y mete las manos en sus bolsillos.
—¿Usted les informó a sus hijos por qué se fue su esposo?
—Claro que no. Yo no sería capaz de hacer eso, ya que mi esposo se fue con otra mujer. Solamente que mi hijo mayor hace un año lo vio con ella; él está enterado de todo.
Yo también me levanto de mi lugar porque me molesta que piense que puedo meterle ideas a mis hijos acerca de mi exesposo. Él no entiende que lo que no quiero es una guerra; ya se fue, lo que haga con su vida no me interesa, yo haré la mía.
—Bueno, primero le voy a decir cuál va a ser su puesto. Por el momento, será mi asistente, pero como mi amigo me dijo que usted era la mejor, quiero que sea mi mano derecha. Pero tiene que aprender absolutamente todo de mí. Y segundo, voy a llevar su caso personalmente, pero quiero que me diga absolutamente todo lo que ha pasado.
Y empiezo a explicarle absolutamente todo, desde su negativa para que terminara mi carrera hasta que nunca me di cuenta de que me estuviera pintando los cuernos. Era una ama de casa cualquiera que se preocupa por sus hijos y de su esposo, sin antes preocuparse por ella también.
—Creo que es una mujer muy ciega.
Vaya que este hombre no tiene filtros, pero se ve molesto. Claro que soy una mujer ciega y me di cuenta demasiado tarde.
—Ya lo sé, no necesito que me lo diga, pero uno no se da cuenta hasta que la misma persona que te hizo ciega te quita la venda de los ojos. A veces creo que ya es demasiado tarde, pero para mí todavía estoy a tiempo.
—Vaya, ¿entonces ya tiene planes en su vida?
No entiendo a qué se debe su pregunta. Creo que solo se debería limitar a saber qué fue lo que pasó en mi matrimonio, no mis planes a futuro, pero quiero ser cordial, ya que creo que estaremos demasiado tiempo juntos.
—Claro que tengo planes en mi vida. Quiero terminar mi carrera, que mi marido no dejó que lo hiciera. Quiero disfrutar a mis hijos, quiero demasiadas cosas en la vida. Quiero ser una excelente abogada. No lo sé, lo único que sé es que ya no quiero estar atada a ese hombre y que mis hijos estén tranquilos, y que mi vida sea tranquila.
—¿Entonces ya lo dejó de amar?
Sigo sin entender las preguntas que me hace.
—¿Por qué me pregunta eso? Digo que son cosas muy personales y nada tiene que ver con el divorcio.
—Quiero ver qué clase de mujer es. Se ve una mujer decidida, pero a lo mejor si ama tanto a su marido y él regresa, puede que usted decida perdonarlo. Y en mi punto de vista, ese sería un gran error. Entonces necesito conocerla un poco más, pero esto no tiene absolutamente nada que ver con el divorcio. Ya le dije que yo llevaré su caso. Más tardar mañana le notificaré a su exesposo de la demanda de divorcio.
Me sorprende su sinceridad, pero creo que para conocer a alguien es con el tiempo, las pláticas, el trato, no solo por preguntarle sus intimidades.
—No voy a dejar de amar a mi exesposo de la noche a la mañana, pero también soy una mujer decidida y le hubiera perdonado tantas cosas, menos que me traicionara de esa manera. Y lo que aún me da más coraje es que mi hijo se enterara.
—Muy bien, por el momento la voy a presentar con Linda, mi secretaria, y ella le va a dar mi agenda. La va a informar de mis viajes, de lo que se requiere. Lamento decirle que en algunas ocasiones tendrá que viajar conmigo. No será muy seguido, pero sí me interesaría que estuviera presente en los casos más importantes, que por lo regular los llevo fuera del país.
Cuando me está explicando todo eso, lo detallo más a fondo. Definitivamente estoy segura de que tiene unos cuarenta años, que por su físico bien tonificado no los parece. Tiene su tez blanca, cabello azabache, que hace un contraste espectacular con sus ojos. Definitivamente quedé fascinada con ellos; nunca había visto unos iguales. Tiene labios gruesos y una sonrisa de esas encantadoras que son un pecado. Su barba bien delineada se ve muy pulcro y muy limpio. Camino hacia la salida de la oficina y voy detrás de él. Cuando abre la puerta, la secretaria brinca de su asiento con una sonrisa que casi creo que se derrite.
—Linda, hágame el favor de entregarle toda la información a Victoria. Ella de ahora en adelante va a ser mi asistente, así que todos los viajes que estén pendientes los haré con ella.
—Claro, señor, como usted ordene.
—También ordene a mantenimiento que traigan un escritorio y lo pongan dentro de mi oficina.
—¿Entonces le dejo este a Victoria y yo me voy al que va a estar dentro de su oficina?
Él sonríe y niega, pero esa sonrisa es una sonrisa torcida, y se da cuenta de que su secretaria se derrite por él. Digo, es un hombre muy apuesto, pero no es como que andemos todas besándole los pies.
—No, Linda, el escritorio que van a poner dentro de mi despacho es para Victoria. Quiero que le enseñes todo porque ella va a ser mi mano derecha.
Cuando dice eso, voltea y me sonríe. Yo devuelvo la sonrisa, pero volteo a ver a Linda, y ha perdido completamente los colores. Creo que voy a estar en problemas con esta chica.
—Bueno, señoritas, pónganse a trabajar, por favor. Victoria, en la hora de la comida nos vamos juntos, así que hagan una reservación. Linda sabe el restaurante que me gusta.
—Sí, señor, como ordene.
Yo le contesto, ya que Linda se quedó muda. Espero que no me vaya a hacer los días insoportables.
—Bueno, Linda, mucho gusto. Mi nombre es Victoria, tengo tres hijos, estoy casada y no me gusta tu jefe. Quiero dejar esto en claro porque, por lo que pude ver, babeas por él.
Veo cómo me mira, entrecierra los ojos, niega y se empieza a carcajear. Esta vieja sí que está loca; sabrá Dios qué le pasa.
—Todas dicen lo mismo, y todas se enamoran de él. Así como lo ves de hermoso, guapo y majestuoso, es un cascarrabias, pero ese cascarrabias te da el mejor sexo de tu vida. Te hace gritar que te escuchan en el mismísimo infierno de los orgasmos que te da.
Me dejó helada; esta vieja definitivamente se volvió loca.