AIDEN
De nuevo no había venido, bueno, sí, pero no.
Eran las ocho en punto de la mañana y su escritorio estaba vacío, pero el trabajo del día estaba hecho. Esta situación me estaba comenzando a desesperar ¿En qué momento había venido a la oficina para hacer el trabajo?
De nuevo las carpetas estaban perfectamente ordenadas, las notitas rosas jode**te Aiden estaban igual de alineadas en sobre el escritorio, y de nuevo me encontré con una estúpida hoja llena de instrucciones para el día.
Aiden, paciencia, paciencia bebé. Dale tiempo. Cerré los ojos con fuerza y traté de inspirar hondo tratado de llamar a todas las almas benevolentes, a Diosito, a que el espíritu de la Madre Teresa de Calcuta se apoderara de mí, y le diera ese tiempo a Anika, recordándome que las cosas estaban así porqu
