ZANDER Después de que ambos se marcharon, me di una rápida ducha y me dispuse a dormir. O al menos eso intenté. La preocupación y la incertidumbre de no saber en qué habrá terminado la conversación entre Yaakov y Magnus me tenía al borde de la desesperación. Conté ovejas, me canté todas las canciones que me sabía, incluso probé con leer una jodida enciclopedia, la cosa más aburrida del planeta, a ver si el sueño me abarcaba, pero nada funcionó. Ya me conozco de memoria todos los desniveles del colchón y la textura de las sábanas. Sigo dando vueltas y vueltas sin parar, agotando la paciencia hasta de Cooky, que se bajó de la parte de la cama en donde estaba dormido y se acurrucó en una de las esquinas de la habitación, obviamente irritado por mi inquietud. De repente, el pensamiento de

