El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados que se reflejaban en la mansión Lefebvre. Vincent, aun lidiando con sus propios sentimientos encontrados, se mantenía cerca de su madre, tratando de ofrecerle consuelo en medio del dolor que envolvía la casa.
El aroma a incienso y flores frescas impregnaba el aire, mezclándose con la tensión palpable que se había apoderado de la sala. Justo cuando la tensión empezaba a calmarse un poco, la entrada de la mujer que acompañaba a Vincent irrumpió en la atmósfera con una energía desbordante que contrastaba con el ambiente cargado de pesar y fuera de lugar por su presencia exuberante, desencadenando una reacción inesperada en todos los presentes.
La joven, radiante y excesivamente animada,
